El Estado Islámico reactiva sus células en Siria
El grupo terrorista incrementa el número de ataques contra las tropas regulares sirias y las milicias kurdas al tiempo que expande su área de acción en el país
Las milicias kurdo-árabes de Siria, amparadas por la coalición internacional antiyihadista liderada por Estados Unidos, declararon en marzo de 2019 el fin del califato del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Pero no ha desaparecido del todo. El reciente repunte de los ataques del grupo terrorista en territorio sirio despierta temores sobre su capacidad de reorganización y reactivación de células durmientes. La semana pasada, y en apenas 48 horas, varias emboscadas del ISIS contra efectivos del Ejército regular sirio dejaron medio centenar de muertos —20 soldados y 31 yihadistas—,...
Las milicias kurdo-árabes de Siria, amparadas por la coalición internacional antiyihadista liderada por Estados Unidos, declararon en marzo de 2019 el fin del califato del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Pero no ha desaparecido del todo. El reciente repunte de los ataques del grupo terrorista en territorio sirio despierta temores sobre su capacidad de reorganización y reactivación de células durmientes. La semana pasada, y en apenas 48 horas, varias emboscadas del ISIS contra efectivos del Ejército regular sirio dejaron medio centenar de muertos —20 soldados y 31 yihadistas—, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).
Los combatientes del ISIS, además, han expandido su área de acción a las dos riberas del río Éufrates; en la occidental, contra las tropas regulares y sus aliados; y en la oriental, contra las milicias y la Administración autónoma de la zona kurda. En Idlib —la última provincia del país mayoritariamente bajo control insurrecto— el ISIS permanece inactivo en una zona dominada por su competidor ideológico Hayat Tahrir al Sham, filial de Al Qaeda en Siria.
Los últimos combates comenzaron la noche del jueves con un asalto yihadista contra posiciones de las fuerzas leales al presidente Bachar el Asad cerca de la localidad de Sukhna, en el desierto sirio. “Es en esta vasta región desértica [conocida como Al Badia] donde se ha resguardado el remanente de unos 3.000 terroristas del Daesh [acrónimo despectivo en árabe para referirse al ISIS] que lograron escapar cuando aseguramos la zona fronteriza con Irak”, cuenta desde Damasco un oficial del Ejército sirio que pide mantener el anonimato. “Los combatientes extranjeros, afganos o paquistaníes, tienen experiencia luchando en este tipo de condiciones geográficas”, añade. Los aviones de combate rusos han bombardeado recientemente las posiciones yihadistas al tiempo que Damasco ha enviado refuerzos para asegurar las carreteras de la zona.
Emboscadas, artefactos explosivos improvisados y técnicas de guerrilla son la nueva estrategia del grupo terrorista que en 2015 llegó a sumar un ejército de más de 60.000 hombres, controlar un tercio del territorio sirio y una quinta parte de la vecina Irak, e imponer su versión deformada del islam a casi ocho millones de personas. Aparte de incrementar el número de ataques en zona leal, el ISIS también ha expandido su área de acción hacia el oeste, en el triángulo que conforman las ciudades de Homs, Alepo y Raqa (antigua capital de facto del autoproclamado califato en Siria), precisa el OSDH, con colaboradores sobre el terreno.
“El ISIS quiere crecer, quiere multiplicarse y hacer presión. El repunte de su actividad denota que están reconstituyendo tanto una red local de informadores como sus servicios de inteligencia”, estima Hassan Hassan, experto del Center for Global Policy en Washington. El analista cifra “en miles” los efectivos aún activos en el país y señala que “por cada combatiente hay que contar al menos otras tres personas a cargo del trabajo operativo y logístico”.
Desde la caída de Baguz, la última localidad en manos del califato, en marzo del año pasado, el OSDH ha documentado la muerte de 600 soldados regulares sirios y combatientes afines, entre los que se incluyen dos rusos y 127 milicianos iraníes y proiraníes —afganos, libaneses e iraquíes— a manos del ISIS. En el bando extremista, las bajas ascienden a 243 en ese mismo periodo. En el noreste del país, en la región del Kurdistán sirio, el Centro de Información de Rojava (RIC, compuesto por voluntarios internacionales sobre el terreno) contabiliza 116 muertes, entre civiles y milicianos kurdo-árabes, en ofensivas lanzadas por estas células desde el inicio de año. El 73% de los ataques perpetrados en junio se concentran en la región de Deir Ezzor, según el mapa confeccionado por el RIC.
A pesar de los repetidos anuncios hechos por el presidente de EE UU, Donald Trump, sobre una inminente retirada de sus tropas de suelo sirio, una fuerza de unos 600 marines —de 2.000 iniciales— permanece en el noreste de Siria, en Hasaka y Deir Ezzor, mientras que otros 150 soldados continúan desplegados en la base militar de Al Tanf, muy próxima a las fronteras con Irak y Jordania, apunta por correo electrónico el coronel Myles B. Caggins III, portavoz de las fuerzas de la coalición contra el ISIS en Siria.
“Las capacidades del ISIS están muy mermadas, incluso para reclutar nuevos combatientes extranjeros. Además, acarrea un importante lastre financiero con la manutención de las viudas y los huérfanos de los yihadistas muertos”, sostiene desde el anonimato un oficial de la coalición destinado en Irak. “Mientras se mantenga la presión militar internacional, no podrán crecer”, zanja.
“Dada la coyuntura internacional, no parece plausible que se repita una coalición internacional de la misma envergadura, por lo que, si EE UU prosigue su retirada de Siria e Irak, las fuerzas de seguridad locales se quedarán solas para enfrentarse al ISIS”, sostiene Hassan. La coalición, que comenzó sus operaciones en junio de 2014, ha unido a más de 70 países —entre ellos España— en la lucha contra el grupo terrorista y ha realizado más de 24.000 bombardeos en Siria e Irak, con un coste de 12 millones de euros por día de operación.
Los expertos coinciden en que ISIS intenta aprovechar tanto el momento de fragilidad por el que atraviesa el Gobierno de Irak en el plano doméstico, como en Siria, donde la grave crisis económica ahoga a una población ya exhausta tras casi una década de guerra. En 2014, cientos de jóvenes sirios desempleados se sumaron al ISIS en el noreste del país atraídos por unos salarios de 300 euros mensuales. Hoy, con la vertiginosa devaluación de la libra siria, un funcionario medio apenas cobra el equivalente a 15 euros mensuales.
Campaña de arrestos
Las milicias kurdas aseguran que la ofensiva lanzada el pasado mes de octubre por Ankara sobre el norte del país —Turquía considera “terroristas” a las Unidades de Protección Popular (YPG) kurdas aliadas de EE UU por sus vínculos con el proscrito Partido de los Trabajadores de Kurdistán—, junto con milicias salafistas locales, ha debilitado su capacidad de lucha contra lo que queda del ISIS. “Tenemos menos apoyos de la coalición, otro frente abierto con Turquía y más de 100.000 yihadistas cautivos [adultos y menores] a nuestro cargo. Perseguir y arrestar a las células durmientes es más complicado ahora”, cuenta desde el anonimato un miliciano kurdo. El portavoz de la coalición internacional, el coronel Myles B. Caggins III, asegura que la alianza "mantiene el apoyo a las Fuerzas Democráticas Sirias [FDS, compendio de milicias kurdo-árabes] con el intercambio de inteligencia y asesoramiento de alto nivel en aquellas operaciones de lucha contra el ISIS”. Precisamente, ambos aliados han lanzado en el mes de junio una campaña conjunta de envergadura contra las células durmientes que ha propiciado el arresto de 110 yihadistas. La operación ha permitido una disminución de los ataques de un 46% en junio respecto al mes anterior en el que se contabilizaron 84 incursiones terroristas, según datos del RIC.