La paradoja de Arabia Saudí

El asesinato de Khashoggi puso de relieve el lado obscuro de las reformas del príncipe heredero

El príncipe Mohamed Bin Salmán (derecha) saluda a Saleh, uno de los hijos de Khashoggi.AFP

La sentencia sobre el asesinato de Khashoggi es algo más que el resultado de un proceso judicial. Incluso para un país con un sistema judicial tan poco transparente como Arabia Saudí, resulta imposible esconder las implicaciones políticas. Aunque el reino y su gobernante de hecho, el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, pretendieron seguir adelante como si nada hubiera ocurrido, han pasado el último año tratando...

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La sentencia sobre el asesinato de Khashoggi es algo más que el resultado de un proceso judicial. Incluso para un país con un sistema judicial tan poco transparente como Arabia Saudí, resulta imposible esconder las implicaciones políticas. Aunque el reino y su gobernante de hecho, el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, pretendieron seguir adelante como si nada hubiera ocurrido, han pasado el último año tratando de minimizar el daño. El brutal asesinato eclipsaba sus esfuerzos de apertura y modernización, al mostrar su lado oscuro.

“Fue un crimen atroz. Pero asumo toda la responsabilidad como líder de Arabia Saudí, en especial porque fue cometido por personas que trabajaban para el Gobierno saudí”, llegó a reconocer el príncipe Mohamed el pasado septiembre en una entrevista cuidadosamente preparada con una televisión estadounidense.

MBS, como se conoce coloquialmente al heredero, estaba a punto de lanzar la salida a Bolsa de Aramco y era consciente de que necesitaba hacer algún gesto para mejorar su imagen, muy dañada por el caso. Aceptar la responsabilidad política del asesinato del periodista, que no el haber dado la orden o creado el clima para que sus colaboradores se sintieran impunes para hacerlo como han apuntado Turquía, la CIA y la relatora de la ONU, buscaba cerrar la herida y pasar página.

El mismo objetivo persigue la sentencia dada a conocer ahora. Quiere enviar el mensaje de que el Reino del Desierto se tomó en serio el asunto, adoptó medidas y espera que se respete el resultado. Las primeras reacciones ponen en duda que vaya a ser así, en gran medida por la falta de independencia de su sistema judicial, pero también porque el asesinato de Khashoggi sólo es un síntoma de la paradoja de MBS: a la vez que ha abierto la sociedad ha cerrado el espacio político encarcelando a quien expresa la menor crítica.

Todo el dinero invertido en marketing, influencers y publicidad no ha logrado borrar la mancha. Aunque los ejecutivos de las grandes multinacionales han vuelto a acudir en busca de oportunidades, el país sigue sin atraer la inversión extranjera que necesita para financiar sus proyectos. Además, Arabia Saudí acaba de asumir la presidencia del G-20 y MBS desea que la cumbre del año que viene sea un éxito.

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