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Un exalto cargo del kirchnerismo declara como arrepentido en la causa de los sobornos

Claudio Uberti, hombre de máxima confianza del expresidente Néstor Kirchner, acuerda beneficios judiciales a cambio de detalles de la red de corrupción vinculada a la obra pública

Federico Rivas Molina
Seguidores de Cristina Fernández de Kirchner esperan la salida de la expresidenta de su casa de Buenos Aires, antes de declarar el lunes en la llamada
Seguidores de Cristina Fernández de Kirchner esperan la salida de la expresidenta de su casa de Buenos Aires, antes de declarar el lunes en la llamada Reuters
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La causa de los “cuadernos de la corrupción” es ya un tsunami judicial de consecuencias imprevisibles. A la lista de empresarios confesos, acusados de pagar sobornos a cambios de contratos de obra pública, se ha sumado un exalto cargo del kirchnerismo, el primero que se acoge a la figura del arrepentido. Se trata de Claudio Uberti, hombre de máxima confianza del expresidente Néstor Kirchner en el ministerio de Planificación, apuntado como el coordinador de una presunta red de recaudación ilegal montada desde la Casa Rosada. Su testimonio puede sumar nuevos detalles, reveladores, a los ya apuntados en ocho cuadernos manuscritos por un chófer del poder, que durante 10 años tomó nota de los cientos de viajes que hizo con bolsos cargados de dinero negro.

Uberti no integró la lista inicial de detenidos librada la semana pasada por el juez Claudio Bonadio, pese a que su nombre aparece en los primeros cuadernos escritos por Oscar Centeno, el chófer de Roberto Baratta, el segundo del todopoderoso ministro de Planificación Julio De Vido durante los 12 años de kirchernismo. Centeno mencionó a Uberti como dueño de las propiedades donde Baratta iba a retirar parte del dinero aportado por debajo de la mesa por las empresas contratistas del Estado. Bonadio pidió finalmente su detención cuando otro arrepentido, el extitular de la Cámara de la Construcción, Carlos Wagner, dijo que Uberti era desde el Estado el articulador de toda la red. Tras permanecer dos días prófugo, el exfuncionario se presentó finalmente ante el juez el lunes, decidido a negociar su confesión a cambio de beneficios judiciales.

La causa suma hasta ahora diez arrepentidos, pero Uberti es el único que estuvo del lado de los cobradores. Su declaración puede ser clave, porque para acceder al favor del juez debe aportar datos novedosos que permitan escalar en la estructura de responsabilidades. Bonadio está convencido que en la punta de la pirámide estuvo primero Néstor Kirchner y luego su heredera política, Cristina Fernández de Kirchner. La expresidenta presentó ayer un escrito donde acusó a Mauricio Macri de utilizar a los jueces para perseguirla políticamente. Por la tarde, Bonadio allanó dos pisos en el mismo edificio donde vive Kirchner, propiedad de un empresario que fue cercano al kirchnerismo, en busca de dinero sucio.

La policia allana dos pisos en el edificio donde vive Cristina Kirchner.
La policia allana dos pisos en el edificio donde vive Cristina Kirchner.AFP

El juez no encontró lo que buscaba, pero se cuidó de no ingresar al piso de Kirchner, protegida por fueros de senadora. La delación de Uberti, sin embargo, pueden complicar la situación judicial de la expresidenta. Uberti tiene cuentas pendientes con sus exjefes: fue un hombre poderoso en la estructura kirchnerista hasta que cayó en desgracia y fue despedido en 2007 por el caso “de las valijas de Antonini Wilson”. El nombre pertenece a un empresario venezolano descubierto cuando intentaba ingresar por Aeroparque, el aeropuerto de vuelos nacionales de Buenos Aires, un maletín con casi 800.000 dólares. El escándalo le costó el puesto a Uberti, que viajaba en el avión privado junto a Wilson y era, por entonces, mucho más que un empleado de peso en el ministerio de Planificación.

Un embajador paralelo

Cómo en una película de espías, los argentinos supieron que Uberti oficiaba de “embajador paralelo” en Caracas, a cargo de coordinar el dinero en efectivo que el gobierno de Hugo Chávez, rebosante de petrodólares, aportaba por lo bajo a su amigo Néstor para financiar la campaña electoral. Uberti pagó con su puesto el descubrimiento de la valija con dólares, víctima de una oficial aeroportuaria que no estaba al tanto de la maniobra y actuó según el protocolo. Wilson se refugió en Estados Unidos, Uberti fue despedido, la causa de las valijas nunca tuvo procesados y todo siguió igual. Hasta ahora.

La memoria minuciosa del chófer Centeno destapó el caso de corrupción más explosivo del que Argentina tenga memoria. Sólo comparable al Lava Jato brasileño, se diferencia de aquel en que los cargos involucrados son de un gobierno anterior. Pero los empresarios involucrados, cerca de una docena, controlan o controlaron empresas vinculadas a la obra pública que antecedieron, convivieron y sobrevivieron al kirchnerismo, al punto de que muchas de ellas son contratistas del gobierno de Macri.

Empresarios y cargos están acusado de integrar el “club de la obra pública”, como se llamó a un sistema presuntamente ideado desde la Casa Rosada para beneficiar a constructora amigas que se repartían las obras de infraestructura, fijaban los costos en forma arbitraria y pagaban, a cambio, entre el 10% y el 20% del monto de la obra como soborno.

Otro chófer arrepentido

Hasta donde llegará la onda expansiva de la cadena de delaciones está por verse. Uberti tendrá datos nuevos para aportar a la investigación, y deberá complicar aún más a sus superiores, como De Vido y Fernández de Kirchner, si pretende obtener los beneficios previstos para los arrepentidos. A la novela iniciada por “los cuadernos de la corrupción” se suma ahora el testimonio de otro chófer, excompañero de Centeno y testigo, él también, de cómo sus automóviles se cargaban con bolsos llenos de dólares que circulaban entre empresarios pagadores y funcionarios cobradores.

Guido Antonini Wilson, en una foto de archivo.
Guido Antonini Wilson, en una foto de archivo.EFE

A diferencia de Centeno, el nuevo colaborador no tiene cuadernos con sus memorias y ha preferido mantener su nombre en reserva. Sólo se sabe que durante años condujo a José María Olazagasti, secretario privado de De Vido. La voz pública del chófer es Roberto Costa, senador provincial de Cambiemos, la alianza política de Macri. "El día viernes vino con un sobre lleno de información. Son varios los chóferes que han venido a verme y quieren que se resguarde su identidad hasta tanto se hable con el juez. Unos cincuenta Centenos hubo”, dijo Costa a medios argentinos.

Esta mañana, el abogado de Costa, Tomás Farini Duggan, se presentó ante el juez Bonadio para comunicarle que estaban ante otro arrepentido de peso. Como una serpiente que se muerde la cola, el testimonio del chófer complicará a Uberti, el arrepentido más flamante. El abogado Farini también sacó del cajón del olvido el caso de las valijas de Antonini Wilson y contó que aquella tarde en la que interceptaron en aeroparque casi 800.000 dólares sin declarar, Uberti logró pasar por otro sitio unos 4 millones de dólares.

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Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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