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La inflación no da tregua en Argentina sobre todo en alimentos, lo más sensible para los pobres

El Banco Central sube los tipos de interés al ver que no va a cumplir la metaa anual de precios

Carlos E. Cué
Una mujer sale con una bolsa cargada de productos de un supermercado en Buenos Aires.
Una mujer sale con una bolsa cargada de productos de un supermercado en Buenos Aires.Telam
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Argentina se resiste a ser normal. La particularidad más autóctona, la mayor inflación de América Latina después de Venezuela, y una de las mayores del mundo, se niega a desaparecer. Mauricio Macri llegó al Gobierno con la promesa de acabar con esta lacra que devora los salarios de los trabajadores, en especial de los más pobres, que viven en la economía informal y tienen muchas más dificultades para renegociar al alzar sus ingresos, y hunde la competitividad de un país que ya es de lejos el más caro de la región.

El Ejecutivo asegura que las cosas están mucho mejor que el año pasado. Y lo cierto es que en la segunda mitad de 2016 se logró frenar un poco la subida. Pero el arranque de 2017 ha vuelto a ser desastroso para la inflación: un 6,3% acumulado en tres meses, con un imprevisto 2,4% en marzo que ha hecho saltar de nuevo las alarmas. El Banco Central ha reaccionado con una fuerte subida de tipos de interés, 150 puntos básicos, hasta el 26,5%, para intentar frenar la escalada, pero que tiene como consecuencia un freno de la actividad económica porque en Argentina ahora es mucho más rentable meter el dinero en el mercado financiero que en la economía real.

El dato más inquietante, que han destacado los analistas argentinos, es que la inflación se ha cebado especialmente con los alimentos, que se han disparado en marzo con una subida media del 3% mensual con picos del 7,7% en verduras, 5% en carne o 2,8% en el pan. Son los apartados que más afectan a los pobres, un 32% de los argentinos. Basta acudir a cualquier supermercado de Buenos Aires y hacer el cálculo en dólares o euros: los precios de los productos básicos están por encima de los europeos y de los que se pagan en EEUU.

La causa es sencilla de entender: el peso no se devalúa, al contrario, se está reforzando, y en el resto del mundo no existe la inflación del 40% que vivió Argentina en 2016, por lo que el país se hace más caro cada mes. El objetivo anual fijado por el Banco Central, entre el 12% y el 17% para 2017, parece ya una quimera. Incluso el 20% parece muy difícil.

“El objetivo está mal puesto, ya se sabía que era inalcanzable con la subida de tarifas de gas, luz, agua que está haciendo el Gobierno. La tarifa eléctrica por ejemplo se multiplicó por cinco. Los empresarios tienen subidas de costes y lo trasladan a los precios”, señala Marina Dal Poggetto, directora del Estudio Bein, uno de los más optimistas para este año, que sin embargo está rebajando sus previsiones de crecimiento ante la subida brusca de tipos de interés para corregir la inflación. “Venimos de 10 años de inflación alta, es una inercia difícil de romper. El gran problema es la formación de precios en Argentina, está desquiciada. Las empresas suben mucho para intentar recuperar el margen perdido por el aumento de costos y si luego ven que no venden empiezan a hacer ofertas, dos por uno, es difícil medir el efecto de esos descuentos”.

Dal Poggetto, como la mayoría de los economistas argentinos, admite que el Gobierno lo tiene muy difícil porque los desajustes de la economía son enormes. Pero la reacción del Banco Central, que consiste de nuevo en subir los tipos de interés al 26% -los más altos de la región con mucha diferencia- para intentar lo que se llama “secar la plaza” y forzar bajadas de precios preocupa a casi todos. “Toda América Latina está bajando el tipo de interés, y Argentina lo sube. Con el dólar quieto [sin devaluación] eso permite rentabilidades en dólares del 11% en tres meses, que no existen en ningún país del mundo. Están llegando muchos dólares pero no para la economía real. Ninguna actividad productiva ofrece tanta rentabilidad como la financiera en Argentina. Es una fiesta financiera. Eso en la historia no ha acabado bien, el Gobierno tiene margen porque el país tiene un endeudamiento bajo pero eso no es eterno”, remata.

Lo cierto es que el Gobierno de Macri tiene en general mucho respaldo del mundo económico argentino e internacional para seguir adelante con esta política. Pero los resultados son peores de los esperados y el Ejecutivo necesita logros cuanto antes. Sobre todo en inflación. El Gobierno insiste en que esto se corregirá en la segunda mitad de año. Los analistas también lo creen, aunque ya se seguro que a la mitad de su mandato -a finales de año- Macri seguirá teniendo de lejos la inflación más alta de la región después de Venezuela.

“Cuando uno se voltea a ver el mundo no hay países con tasas de inflación en el 40% o en el 20%. La inflación es un impuesto regresivo, distorsionante, que genera un nivel de incertidumbre importante. Creo que el enfoque para bajar la inflación del Gobierno argentino es correcto y la determinación muy clara”, señalaba esta semana a EL PAÍS Alejandro Werner, responsable del Hemisferio Occidental del FMI, en un claro respaldo a Macri y su decisión de tener los tipos de interés muy altos. Apoyo no le falta, pero necesita resultados. El presidente ha logrado otro hito que también ha sido muy apoyado por el FMI: ha recuperado las estadísticas oficiales creíbles, perdidas en Argentina desde que en 2007 el kirchnerismo intervino el INDEC, el organismo estadístico. El problema es que esos datos oficiales son mucho peores de lo esperado a estas alturas del mandato.

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