Tribuna

Nunca tan poco ha dado para tanto

Quedan 11 días para que Hillary pinche el globo de Trump y logre la presidencia de EE UU

Michelle Obama y Hillary Clinton hacen campaña juntas este jueves.JUSTIN SULLIVAN (AFP)

El fin de la pesadilla está próximo y Donald Trump —nunca tan poco ha dado para tanto— se encuentra al final de su sorprendente escapada. Salvo que se produjera una fuerte abstención en las filas demócratas, seguras de su triunfo, y un desbordamiento en las urnas de los blancos de origen europeo con menos estudios, el magnate de Nueva York será derrotado el martes 8 de noviembre en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Pudiera ser también que todos los sondeos estén equivocados y no hayan detec...

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El fin de la pesadilla está próximo y Donald Trump —nunca tan poco ha dado para tanto— se encuentra al final de su sorprendente escapada. Salvo que se produjera una fuerte abstención en las filas demócratas, seguras de su triunfo, y un desbordamiento en las urnas de los blancos de origen europeo con menos estudios, el magnate de Nueva York será derrotado el martes 8 de noviembre en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Pudiera ser también que todos los sondeos estén equivocados y no hayan detectado el voto oculto de los perdedores de la crisis económica.

Por encima del ruido y la furia desatados por Trump, y pese a la reaparición de una investigación legal que se creía cerrada, todo apunta a que EE UU, que ha jugado a la ruleta rusa, volverá a hacer historia para situar a una mujer en la Casa Blanca, ocho años después de elegir presidente a un negro. El sistema funciona y depura, los estadounidenses no se han vuelto locos, y la elección presidencial romperá un techo de cristal hacia la igualdad de género, cuestión sin duda no menor.

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Al botarate Trump, persona de poco juicio que actúa de forma insensata y alocada, se le ha acabado la mecha de su populismo nacionalista. Tras sus derrotas en los debates televisados, se felicitó de que estaba libre de las ataduras del Partido Republicano, al que ha sepultado, y anunció que, como Frank Sinatra, pelearía a su manera. Hasta la derrota final, y lo ha cumplido. Anuncia la tercera guerra mundial en Siria si gana Hillary Clinton, persiste en su descalificación de la democracia e insiste en que le robarán la elección. Prepara su entierro político a lo Barry Goldwater —“el extremismo en la defensa de la libertad no es un vicio”—, el candidato republicano que en 1964 fue aplastado por Lyndon B. Johnson, tras preconizar el uso de armas nucleares en plena Guerra Fría.

Hillary Clinton está preparada para responder, desde la Casa Blanca, a la llamada a las tres de la madrugada anunciando un movimiento militar sorpresa de Vladímir Putin en las fronteras del este de Europa, o a una crisis en el mar del Sur de China. Trump, no. Clinton no entusiasma, no posee el carisma capaz de hacer soñar a EE UU, como lo hizo Obama. No es un coche nuevo, sufre de estar demasiado vista, pero es competente, reflexiva y tiene experiencia internacional. Es pragmática, y reacciona bien ante la presión. No es la nasty, repulsiva, el diablo que dibuja Trump. Le cuesta ganarse a la gente; adicta al trabajo, será una presidenta decente, profesional.

Clinton es, posiblemente, una mujer demasiado fuerte, legítimamente ambiciosa, para la cultura del estadounidense medio. Los grandes medios de comunicación han colaborado para fabricar una imagen desproporcionadamente negativa de la ex secretaria de Estado. Ha afrontado un escrutinio sobre sus capacidades al que los hombres en política no se someten. Todavía, en todos los órdenes de la vida, las mujeres tienen que ser mejores que los hombres para ganar. Hillary Clinton lo ha sido. Quedan 11 días para confirmar que bien está lo que bien acaba.

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