Análisis

El Kremlin avanza, el país retrocede

El presidente ruso volvió a recurrir al viejo argumento soviético del "cerco" occidental

Putin, el poderoso, se tambalea. Los cimientos para sostener sus aventuras militares resultan aún más frágiles de lo esperado. El hundimiento de los precios del petróleo y las sanciones económicas han hecho mella, pero su alcance se debe a las profundas debilidades estructurales que arrastra Rusia. El presidente ruso volvió a recurrir ayer al viejo argumento soviético del "cerco" occidental para explicar los problemas internos. Pero, ya en 2013, un informe de la poco sospechosa Academia de Ciencias rusa alertaba de los peligros derivados de la falta de inversión de varios años en la infraestru...

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Putin, el poderoso, se tambalea. Los cimientos para sostener sus aventuras militares resultan aún más frágiles de lo esperado. El hundimiento de los precios del petróleo y las sanciones económicas han hecho mella, pero su alcance se debe a las profundas debilidades estructurales que arrastra Rusia. El presidente ruso volvió a recurrir ayer al viejo argumento soviético del "cerco" occidental para explicar los problemas internos. Pero, ya en 2013, un informe de la poco sospechosa Academia de Ciencias rusa alertaba de los peligros derivados de la falta de inversión de varios años en la infraestructura industrial y social. Hace dos semanas Putin anunciaba tiempos duros y proponía autarquía y reserva espiritual como vía de desarrollo para Rusia. El Kremlin presenta esta crisis como una oportunidad para el desarrollo de las capacidades productivas rusas. Pero pocos ciudadanos intuían un deterioro tan dramático y repentino.

El consenso en torno a Putin se ha construido sobre los traumas de los años noventa y la promesa de restaurar la grandeur de Rusia y su prosperidad económica. Queda por ver si la sociedad rusa, acostumbrada ya a mejores niveles de vida, está dispuesta a reeditar sacrificios de épocas que creía superadas. Una reciente encuesta de opinión del centro independiente Levada indica que, si bien la mayor parte de los rusos sigue apoyando la anexión de Crimea, muy pocos están dispuestos a pagar por ello. Putin es, aún, genuinamente popular, pero no así su estructura de poder, particularmente, el partido Rusia Unida asociado con la corrupción y la cleptocracia imperantes.

Las pugnas no son todavía visibles, pero asoman tensiones y grietas dentro del sistema. Economistas liberales del régimen llevan meses advirtiendo del precio de una política económica puesta al servicio de una agenda exterior cada vez más ajena a las necesidades internas del país. En octubre, el ministro de Finanzas alertaba de la imposibilidad de sostener los grandes planes de modernización militar. En una intervención muy comentada en Moscú, German Gref, presidente del mayor banco de ahorro ruso, Sberbank, fue más lejos al censurar al Gobierno por "malgastar billones de rublos y amenazar con arrastrar a la sociedad rusa de nuevo a los tiempos soviéticos". El gran problema radica en que Putin está firmemente convencido, como dejó claro ayer, de que todo se reduce a un complot urdido por los occidentales para quebrar la soberanía rusa y acabar con su régimen. El colapso del rublo sería así el resultado de otra maniobra de ese Occidente perverso. Putin necesita mantener la imagen de que controla los tiempos y de que no es vulnerable a presiones externas. De puertas adentro, se mantendrá firme en su apuesta nacionalista, conservadora y represiva. Y no cabe descartar una huida hacia delante que implique una escalada en Ucrania o algún incidente de mayor calado en el Báltico como mecanismo de presión sobre la Unión Europea. La peligrosa paradoja radica en que Putin sólo puede ir hacia delante, pero con Rusia yendo hacia atrás.

Carmen Claudín y Nicolás de Pedro, investigadores de CIDOB.

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