Una ola de homicidios recuerda a Washington sus peores años

Los crímenes se han duplicado en los dos primeros meses del año en la capital de EE UU A pesar del repunte, la inseguridad se ha reducido drásticamente en la última década

Imagen de los alrededores del tiroteo que mató a 12 personas en septiembre de 2013 en el edificio de la Armada en Washington.A. WONG (AFP / GETTY)

Delante de estación de metro de Anacostia, en uno de los barrios más deprimidos del sureste de Washington, hay una escuela infantil. Las rejas del patio de juego están a escasos metros, al otro lado de una estrecha calle, y los gritos de los niños se oyen por todas partes. Pero ni la presencia de los niños sirvió para evitar que a un par de bloques de allí un joven muriera de varios disparos un miércoles al mediodía de finales de enero.

Fue el segundo de los ocho homicidios en plena luz del día en menos de tres semanas que han sacudido el distrito 8 de la capital de EEUU y que han ence...

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Delante de estación de metro de Anacostia, en uno de los barrios más deprimidos del sureste de Washington, hay una escuela infantil. Las rejas del patio de juego están a escasos metros, al otro lado de una estrecha calle, y los gritos de los niños se oyen por todas partes. Pero ni la presencia de los niños sirvió para evitar que a un par de bloques de allí un joven muriera de varios disparos un miércoles al mediodía de finales de enero.

Fue el segundo de los ocho homicidios en plena luz del día en menos de tres semanas que han sacudido el distrito 8 de la capital de EEUU y que han encendido las alarmas. La elevada frecuencia y la hora del día, junto a que en toda la ciudad se haya duplicado el número de homicidios en los dos primeros meses del año, han hecho aflorar los peores temores del pasado: el miedo a revivir la extendida inseguridad que reinaba en muchas partes de la capital en los años 90 y en menor medida a principios del 2000.

En enero y febrero se registraron 25 muertes por crímenes en Washington -que tiene unos 600.000 habitantes-, mientras en el mismo periodo de 2013 se habían contabilizado 12, según datos facilitados por la policía, que atribuye parte del repunte a que se han duplicado los casos de violencia doméstica. En principio, ninguno de los episodios están interrelacionados. El año pasado se cerró con un total de 104 homicidios, por encima de los 88 de 2012, cuando se alcanzó el nivel más bajo en medio siglo y una reducción del 53% en solo cinco años. Pese al alza de 2013, que las autoridades minimizan porque incluye a los 12 fallecidos por el tiroteo en un edificio de la Marina en septiembre, la mejora a largo plazo es asombrosa: la cifra queda lejos de los 140 muertos de 2009 y en las antípodas de los alrededor de 500 de los dramáticos comienzos de los 90.

La capital de Estados Unidos fue considerada durante mucho tiempo una ciudad peligrosa, pero en los últimos años logró sacudirse esta etiqueta maldita. Los que llevan pocos años en Washington es muy probable que hayan oído con cierta frecuencia en distintas partes en auge de la ciudad una frase del tipo "No sabes lo que era este sitio hace unos años, no podías acercarte por aquí". La inseguridad se ha reducido notablemente, lo que, junto al crecimiento económico, ha integrado -y popularizado- en la urbe muchas zonas que hasta hace poco estaban desamparadas al estar sumidas en una espiral de violencia que las hacía desaconsejables de visitar.

John Roman, investigador del Instituto Urbano en Washington, atribuye el drástico descenso del número de homicidios a la combinación de una estrategia policial de acercamiento a las comunidades, una política municipal amigable con los inmigrantes latinos, y la expansión comercial e inmobiliaria en la ciudad gracias a una serie de incentivos fiscales. También han incidido otros factores comunes en el resto de EE UU, como el fin de la “epidemia” del consumo de crack y la encarcelación masiva. “Los homicidios se sustentan sobre todo en represalias y la policía ha sido exitosa en romper esos círculos en los últimos años”, apunta en conversación telefónica. Por ello, aunque califica de “extraño” y no encuentra explicación al severo incremento de los crímenes en la capital en este inicio de 2014, se muestra seguro que las autoridades lograrán revertir la tendencia.

En los barrios al sureste de Washington -donde está el distrito 8 y se concentran el mayor número de crímenes violentos (unos siete por cada mil más que en el resto de la ciudad)- los homicidios se redujeron un 4% el año pasado y un 36% en los últimos tres, según explicó la jefa de la policía local, Cathy Lanier, en una comparecencia reciente. Además, desde 2010 el número de homicidios perpetrados por jóvenes han caído un 25% y las víctimas jóvenes un 63%. A las afueras de la estación de Anacostia, sin embargo, el diagnóstico es mucho menos brillante. “Las cosas han mejorado, pero demasiado lentamente”, afirma un veinteañero que deambula escuchando música a todo volumen por una desangelada plaza cercana a una autopista de circunvalación. Y cuando se le interpela por posibles soluciones, responde con contundencia: “Más policía y más trabajos. Y legalizar la marihuana”.

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“Hace falta mucha más inversión. La falta de oportunidades multigeneracional, los problemas de educación y el elevado desempleo están correlacionados con la tasa criminal”, señala, por su parte, Brian Marroquin, responsable de programas de la organización LIFT, que ofrece asistencia social a los vecinos de este barrio azotado por profundas y múltiples desigualdades. El distrito 8, separado del centro de Washington por el río Anacostia, es un pozo enquistado y aislado en medio de la bonanza que vive la capital de EE UU desde hace unos años fruto de la expansión económica y la llegada de nuevos perfiles profesionales altamente cualificados más allá del habitual ejército de funcionarios.

Pese a ubicarse a escasos seis kilómetros al este de la Casa Blanca y a tres del Capitolio, la verdadera distancia entre ambos mundos es inmensa: las disparidades económicas y sociales en el barrio duplican y en ocasiones triplican los estándares del resto de Washington y del país. Además, todo ello está envuelto por el drama de las desemejanzas raciales: un 94% de la población de esta zona es de raza negra, mientras en el conjunto de la ciudad es del 51%. En el distrito 8 sueñan con poder decir en unos años a los nuevos visitantes la mencionada y extendida frase de cuánto ha mejorado la zona, pero por ahora su gran temor es volver a la inseguridad masiva del pasado.

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