“Fabricaron culpables, quiero que digan que soy inocente”

Lorena González es una de las dos mujeres encarceladas acusadas de cometer el mismo delito. Lleva cinco años en prisión

Lorena González, el día que fue presentada por la PGJDF, en 2008.

Los martes son días de visita en la cárcel de Santa Martha, al sur de la Ciudad de México. En un patio redondo al aire libre decenas de familias almuerzan con tarteras y manteles sobre la hierba. Algunas presas venden dulces y café a los visitantes, cientos de niños llenan el espacio de gritos y más de un adulto ha buscado una sombra para dormir la siesta. Parece un día de feria.

La lista de colores prohibida para las visitas del reclusorio es enorme. Azul, negro, blanco, marrón, rojo, verde… “No ponen problemas con el gris c...

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Los martes son días de visita en la cárcel de Santa Martha, al sur de la Ciudad de México. En un patio redondo al aire libre decenas de familias almuerzan con tarteras y manteles sobre la hierba. Algunas presas venden dulces y café a los visitantes, cientos de niños llenan el espacio de gritos y más de un adulto ha buscado una sombra para dormir la siesta. Parece un día de feria.

La lista de colores prohibida para las visitas del reclusorio es enorme. Azul, negro, blanco, marrón, rojo, verde… “No ponen problemas con el gris claro y el amarillo”, sugieren. Dentro predomina el beige, color de las presas que aún están esperando condena, frente al azul marino, que llevan las que ya han sido sentenciadas. Lorena Hernández, a la que una presa va a buscar entre la multitud a cambio de unos pesos, lleva cinco años vestida de beige. Esperando. “Pero me gusta mucho más este que el azul”, bromea.

Lorena fue acusada de participar en el secuestro y posterior asesinato de Fernando Martí, el hijo de 14 años del célebre empresario mexicano, fundador de un imperio de tiendas de deporte y de gimnasios.

La primera vez que Lorena oyó que era una secuestradora fue por la televisión. Asegura que al principio nadie le informó de por qué había sido detenida hasta que escuchó “esas cosas horribles”, cuenta ahora secándose las lágrimas. Fue acusada de participar en el secuestro y posterior asesinato de Fernando Martí, el hijo de 14 años del célebre empresario mexicano, fundador de un imperio de tiendas de deporte y de gimnasios.

El caso se convirtió uno de los más sonados y mediáticos del país. El padre, Alejandro Martí, se revolvió ante la muerte de su hijo y su rostro roto de dolor exigiendo justicia a las autoridades 20 días después de haber hallado el cadáver de su hijo conmovió a México. Miles de personas marcharon por las calles de la capital en una de las primeras grandes manifestaciones que se recuerdan en el país contra la violencia. “Si no pueden, renuncien”, les dijo Martí a las autoridades.

El Gobierno del Distrito Federal, cuyo fiscal era el hoy jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, no tardó en presentar los primeros resultados de las investigaciones con un puñado de detenidos. Como hasta hace poco era costumbre en México, la cara de Lorena, pese a no estar probada su culpabilidad, se coló en todos los salones mexicanos. “Secuestradora”.

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Con los labios pintados de granate, los ojos marcados por un delineador negro y el pelo tan arreglado que muestra el esmero de un cepillado con secador, Lorena recuerda ante un café y una mesa con mantel de cuadros los meses antes de la detención como “el momento más feliz” de su vida. De una familia humilde del Estado de México, la joven de 34 años había logrado ir escalando puestos hasta ser nombrada subinspectora en un área de la Procuraduría General de la República. Ganaba 40.000 pesos (unos 3.000 dólares) al mes, se había casado en 2006 y vivía con su hijo de 14 años, nacido en una relación anterior.

No quiero que me condenen a 200 años por secuestro y luego me den la libertad por anomalías del proceso.  Quiero que digan que soy inocente y que acepten su responsabilidad”.

La mañana de junio de 2008 en la que Fernando Martí fue secuestrado en su camino a la escuela, junto a su chófer y un escolta, Lorena asegura que la pasó con su marido en Acapulco, donde había ido de vacaciones. El único que sobrevivió al secuestro fue el escolta, que detalló que una mujer vestida de policía fue la que le dio el alto al vehículo en el que viajaban antes de caer en la trampa de un falso retén policial. El guardaespaldas, en una primera declaración incluida en el expediente, aseguró que, salvo por el pelo rubio, no podía recordar a la mujer. Tiempo después, en una rueda de reconocimiento, señaló a Lorena, morena de cabello, como responsable.

Los primeros seis meses en la cárcel, Lorena los pasó en una celda aislada, sin apenas contacto con el exterior. “Me dediqué a dormir todo el tiempo. Te bloqueas, no puedes pensar”. Dice que perdió la fe. Cuando la cambiaron a un dormitorio con otras presas su estado de ánimo mejoró. Empezó a estudiar Derecho (solo le faltan seis materias para acabar) y a luchar por su libertad acompañada de su abogado Rodrigo Higuera.

Un día de 2010 una “compañerita” de Santa Martha corrió a avisarle de que hablaban de su caso en la televisión. “La PGR comenzó a detener a gente relacionada con el caso y todos dijeron que no me conocían. [María Elena] Ontiveros [de melena rubia] confesó que ella era la mujer del retén y pidió disculpas hacia mi persona. Lloré de felicidad, pensé que ya estaba”.

Pero hasta hoy. Desde aquel día dos mujeres están encarceladas, sin condena, acusadas de ser la misma persona. Lorena por parte de la fiscalía del Distrito Federal y Ontiveros, alias La Güera [rubio en mexicano], de parte de la PGR. Un solo caso juzgado por dos magistrados en dos tribunales diferentes, cada uno con su puñado de culpables.

La última sorpresa de Lorena llegó de manos de quién menos lo esperaba. Al cumplirse cinco años de la muerte de su hijo, Alejandro Martí dijo públicamente, primero en Milenio Televisión y esta semana a este periódico, que tras estudiar el expediente de 40.000 páginas él no tenía “ninguna evidencia de que La Lore hubiera participado en el secuestro de su hijo”, aunque creía que había participado en otros actos delictivos.

Lorena agradece a Martí “que tenga el valor ético de decirlo”, pero se revuelve contra la acusación de los otros secuestros. Tras la detención, se le relacionó con una banda a la que le imputan 11 secuestros, que automáticamente pasaron a formar parte de su lista de acusaciones. El abogado Higuera sostiene que si sale libre del caso Martí, en el que existe el señalamiento del escolta, del resto no hay una sola prueba ni la certeza de que una mujer haya participado en ellos.

Abogado y defendida están seguros de que la puerta de salida está cada vez más cerca, pero para ellos no todos los finales son aceptables. “Es un caso político, tendrían que reconocer el error y no van a dan marcha atrás”, dice el abogado refiriéndose a la fiscalía del DF. Explica que lo más fácil sería que el juez que lleva el caso la condenara y luego pedir el amparo por errores en el proceso. “Eso sería sacar a Lorena por la puerta de atrás. Aquí no solo se busca su libertad, se busca que digan que es inocente”, dice.

“Yo así no lo acepto”, interrumpe ella, “no quiero que me condenen a 200 años por secuestro y luego me den la libertad por anomalías del proceso. Eso no lo quiero en mi caso. Ellos [la fiscalía del DF] fabricaron culpables. Quiero que digan que soy inocente y que acepten su responsabilidad”.

Van a dar las cinco, es la hora límite. Lorena acompaña a su visita a la puerta de la cárcel. En el jardín las familias recogen las tarteras. Desde la calle se ven varios brazos a través de unos barrotes que agitan pañuelos blancos.

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