Error en Matrix: este es el héroe equivocado
El hombre que le quitó el arma a uno de los asesinos de Sídney no encaja con las teorías de quienes quieren ver el mundo en categorías y prejuicios
Hubo algo raro en la escena de ese hombre que logra quitarle el rifle a uno de los dos asesinos de Sídney, fanáticos islamistas que mataron a 15 judíos. Estamos ya tan mal, al menos yo, que lo primero que pensé es que ...
Hubo algo raro en la escena de ese hombre que logra quitarle el rifle a uno de los dos asesinos de Sídney, fanáticos islamistas que mataron a 15 judíos. Estamos ya tan mal, al menos yo, que lo primero que pensé es que no estaba bien rodada. Lo hemos visto tanto en las películas que no se ajustaba a cómo deben suceder estas cosas. Pero no es lo único que se salía del guion y también fue sorprendente lo que pasó luego, una caza al héroe: ¿quién era este señor? Villanos hay muchos, se hacen listas a diario, pero el verdadero héroe es difícil de encontrar, aunque también nos lo venden cada dos minutos (la gente se hace fotos con la pila de libros que se dispone a leer). Como aquí todos son buenos y malos, ellos y nosotros, comenzó una carrera por apropiárselo.
Netanyahu dijo enseguida que era un héroe judío, no le cabía otra cosa en la cabeza. Después corrió la voz de que era cristiano maronita. Pero lo mejor fue la tercera versión, ya con datos: era un tal Edward Crabtree, informático australiano. Lo afirmaba Grok, la inteligencia artificial de X, de Elon Musk. Era mentira, lo sacó un diario digital de pega creado dos horas después del ataque solo para inventarse eso. Y fue justo esa información la que el aparatito de Musk dio por válida, como para pedirle consejo para comprar un coche.
Esto podía haber seguido hasta el infinito, que si era del Madrid, del Barcelona, de La revuelta o de El hormiguero. Menos mal que salió a la luz la verdad, que como estamos ya tan mal era desconcertante. Este hombre se había salido de la casilla de Excel donde debía estar metido, porque vemos el mundo por categorías, donde quedamos reducidos a retrato robot. Resulta que se llamaba Ahmed al Ahmed, un frutero sirio de 43 años que emigró a Australia en 2006. Encaje usted esto en el relato cotidiano de buenos y malos, es como si lo hubieran hecho adrede para fastidiar. No coincidía con la teoría, era pura práctica, vida real. Es lo que tienen las personas, salen por donde les da la gana. Ahmed es un error de Matrix.
A lo mejor ni tenía que estar ahí, como un fallo del sistema, porque sobre el papel tenía todos los puntos para ser un indeseable. Digo puntos porque ese es el método de control de la inmigración en Australia, uno de los países con reglas más estrictas. Funcionan precisamente por categorías, clasifican los seres humanos por puntos en función del país de origen, edad, sexo, profesión (aquí lo propone Feijóo). Yo no sé cómo demonios hizo Ahmed en 2006 para llegar a Australia siendo un frutero sirio, que en estas tablas supongo que está solo un escalón por encima de un quiosquero nepalí o un vendedor de paraguas chino. Su abogado confirmó a The Sydney Morning Herald que Ahmed ha tenido muchos problemas para obtener la ciudadanía australiana, no querían dársela. Me lo imagino en la ventanilla como en Eurovisión: “Ahmed, two points; Ahmed, deux points”. Planea una sociedad perfecta para que luego el héroe sea un pringado, con todos los que tenía que haber por ahí con pedigrí y pasaporte de toda la vida. Este puntito de luz en la tragedia es un triunfo de la realidad, porque en la retórica dominante el otro es amenaza o enemigo. Nos recuerda lo temerario que es juzgar a las personas por lo que nos imaginamos, la pinta que tienen o lo que nos cuentan de ellos.
Hay otro detalle: cuando Ahmed le quita el rifle al asesino, tampoco hace lo que haría en una película de Hollywood, freírlo a tiros aullando como un poseso para euforia catártica del público. No, no le disparó. En realidad, me parece que la mayoría de la gente es así. Feliz Navidad.