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Viva la Pantera Rosa

El robo del museo del Louvre me ha reconciliado con la especie humana: algo así no se le habría ocurrido a ninguna inteligencia artificial

Me avergüenzo un poco de decirlo, pero el robo del Louvre me reconcilió con la especie humana. Comprendo la aprensión en Francia, la conmoción para la dirección del museo y hasta la desolación de los descendientes de Napoleón, pero me alegró el día, no pude evitarlo. Era una noticia simpática, como de otra época. No solo porque hoy sean todas antipáticas, es que ...

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Me avergüenzo un poco de decirlo, pero el robo del Louvre me reconcilió con la especie humana. Comprendo la aprensión en Francia, la conmoción para la dirección del museo y hasta la desolación de los descendientes de Napoleón, pero me alegró el día, no pude evitarlo. Era una noticia simpática, como de otra época. No solo porque hoy sean todas antipáticas, es que estos golfos apandadores han hecho algo que nadie creía ya que se pudiera hacer. Piensas que es imposible, estamos supervigilados y con todas las cámaras que hay te pillan enseguida. Vivimos derrotados de antemano. Sobre todo, remitía a una épica en la que ya no cree nadie, la de David contra Goliat, la liebre y la tortuga, el sastrecillo valiente, la maña y la fuerza. Era una noticia totalmente fuera de lugar entre bombardeos de guarderías y presidentes que descargan toneladas de estiércol sobre la gente. Pero reflexionando sobre por qué me reconfortaba tanto me parece que es porque a la inteligencia artificial no se le habría ocurrido. Me imaginé a la banda del atraco en el primer día de la reunión, que seguro que fue muy divertida. Aquello se presentaba muy difícil y apostaría que alguien dijo: vamos a preguntarle a ChatGPT, porque es lo que ya hace todo el mundo para cualquier cosa, hasta para la lista de la compra, aunque casi nadie lo confiese. Entonces escribirían: “Hazme un plan para robar algo en el Louvre, lo más fácil”. Y probablemente les respondería que no se puede y que el museo tiene unas medidas de seguridad sofisticadísimas de última generación. Ahora ya no, porque verá la noticia y sugerirá usar un montacargas, pero jamás se le habría ocurrido antes. Que se les cayera una corona en la huida es un detalle encantador. Con la inteligencia artificial desde luego no hubiera pasado. Viva la Pantera Rosa.

Ha sido una luz esperanzadora porque vivimos rodeados de personas robóticas, obedientes a los protocolos, que riñen mucho y con una sorprendente ansia de perfección (la receta definitiva del cachopo, etcétera). Por ejemplo, no tengo problemas para creer que fue la IA la que sugirió la jornada de 13 horas en Grecia, recién aprobada el Parlamento, como una idea de una lógica aplastante, adjetivo en el que estamos todos de acuerdo. En un país con un sueldo mínimo de 880 euros y donde se trabaja una media de 40 horas a la semana, según Eurostat, la maquinita podría haber usado perfectamente un argumento de este tipo para defenderlo: “Hay trabajadores que piden trabajar más horas. Algunos hoy cambian de un primer trabajo a otro en una misma jornada, sin ganar ni medio euro más”. Solo un cíborg puede pensar así, ¿no es cierto? Bueno, un cíborg o la ministra de Trabajo, Niki Kerameos, que es la que ha dicho realmente esta frase. No sé si será suya o se la pidió a ChatGPT, pero da lo mismo, muchos ya han interiorizado la lógica del algoritmo y van con el piloto automático.

Esto me recuerda una especie marciana de Star Trek. Por favor, no huyan, no soy el típico pesado de la serie y no he visto un capítulo entero en mi vida, pero me ha tocado tragarme alguna chapa y alguna cosa se me ha quedado. Como los Borg. Humanoides con componentes tecnológicos que se perfeccionan constantemente con la utopía de convertirse en la especie perfecta. Para ello van vampirizando individuos de otros planetas y culturas, a los que convierten en autómatas disciplinados como ellos. En ese momento es cuando dicen esta célebre frase: “Ustedes serán asimilados. La resistencia es inútil”. Pero ahora podríamos responderle: “Pues mira lo del Louvre, Borg, listillo de las narices, y luego vienes y me lo cuentas”.

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