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Los conservadores europeos se desmoronan ante la ultraderecha

Los partidos de la derecha moderada que se han empeñado en copiar el discurso de los populistas han acabado hundiéndose, con pocas excepciones

La crisis del conservadurismo en Europa ha sido enorme. Parece increíble que los tories, los conservadores británicos, que han sido primeros o segundos en las elecciones generales desde mil ochocientos y pico se preparen ahora para ser cuartos o quintos, por detrás del Partido Verde...

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La crisis del conservadurismo en Europa ha sido enorme. Parece increíble que los tories, los conservadores británicos, que han sido primeros o segundos en las elecciones generales desde mil ochocientos y pico se preparen ahora para ser cuartos o quintos, por detrás del Partido Verde, por ejemplo. Los conservadores han desaparecido también prácticamente en Francia, transformados en un conjunto de partidos con diferentes programas. La división interna, que era una de las características de la izquierda, es ahora la maldición en unos partidos conservadores que se han desmoronado y que se odian unos a otros. Pasó antes en Italia, donde se observó la increíble desaparición de la democracia cristiana. Resisten aún los conservadores alemanes, acosados por la extrema derecha de AfD. Resiste el Partido Popular español, líder en la oposición, pero igualmente acosado por los extremistas. El hundimiento de los grandes partidos conservadores no debería proporcionar ninguna alegría a la izquierda: desaparecen en la mayoría de los casos porque son devorados por la extrema derecha. Sobre todo, cuando creen que su futuro mejoraría imitando a sus acosadores.

La Europa nacionalpopulista que gobierna en Italia, Hungría, Polonia, Eslovaquia y Serbia, y que participa en los gobiernos de Finlandia, Suecia y Países Bajos, sumada al avance electoral de dichos partidos en Francia, Alemania, Portugal y España, debería obligar a todos, socialdemócratas y conservadores, a redefinir un marco de acción en Europa”, mantiene el profesor Peter Dorey, de la Universidad de Cardiff.

En el Reino Unido, en 2024, los conservadores sufrieron su peor derrota en unas elecciones generales; de 14 millones de votos que habían obtenido en 2019 pasaron a menos de 7 millones. Se suponía que, a la vista de esa catástrofe electoral, empezarían a redefinir su marco de acción, pero hace una semana, la nueva líder de los conservadores, Kemi Badenoch (nacida en Nigeria), hizo exactamente lo contrario. Pronunció un discurso inaugural de la conferencia de su partido en el que claramente imitaba las políticas del líder de la extrema derecha, Nigel Farage. “Lo peor es que Badenoch hizo que el faragismo sonara respetable”, escribió Polly Toymbee, columnista de The Guardian. En The Observer, el exministro de Defensa conservador Michael Heseltine protestó enfurecido contra Badenoch. Para Heseltine, los conservadores tienen el “deber moral” de combatir a Farage.

“La Europa nacionalpopulista obliga a la izquierda a redefinir su marco de acción en Europa”, propone Dorey. Pero no sólo a la izquierda. También debería obligar a los conservadores. Ningún partido de centro derecha que se empeñe en copiar a los populistas de extrema derecha ha tenido éxito, ninguno, advierte el profesor Robert Ford, de la Universidad de Mánchester. Terminan devorados por sus aliados.

El partido conservador de Kemi Badenoch parece hoy más thatcherista que nunca, especialmente en cuestiones económicas y europeas, pero también en temas socioculturales. El ataque a las instituciones intermedias cívicas, como la BBC, la Iglesia anglicana o los protagonistas del sistema educativo, ha pasado a ser habitual en el Partido Conservador para desagrado de parte de sus votantes, para quienes esas instituciones reforzaban la unidad de la sociedad. Y además Badenoch copió la política antiinmigración de Farage, el tema que más exige diferenciarse a los conservadores.

Para terminar de destruir su reputación, el Partido Conservador ha sido víctima de lo que siempre reprochó a la izquierda: los enfrentamientos internos y las luchas por la pureza ideológica. Para muchos analistas, esta ruptura interna destruyó la reputación de los tories como leales a sus líderes, cohesionados con su mensaje y siempre capaces de gobernar.

El análisis de los especialistas británicos sobre el Partido Conservador puede ser aplicable al Partido Popular español. Alberto Núñez Feijóo parece incapaz, por el momento, de diseñar una política que le diferencie de Vox, y es evidente que existen posiciones internas enfrentadas respecto a cómo afrontar ese problema. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, por ejemplo, está empeñada en dejar claras las afinidades del PP con Vox y por resucitar el aznarismo, en un momento político radicalmente distinto. Otro sector del partido es consciente del peligro que representa cualquier alianza con Vox, pero tampoco es capaz de diseñar una política de inmigración alternativa. El visado por puntos, la única oferta electoral del PP, es una propuesta farragosa e insuficiente. Queda poco tiempo para que Núñez Feijóo consiga definir su política. Nadie debería alegrarse si finalmente opta por mostrar su afinidad con la extrema derecha. Nadie.

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