Elecciones en Cataluña: lo que importa es saber cuántos catalanes quieren mantener vivo el ‘procés’

El resultado electoral definirá no solo la verdadera fuerza del independentismo, sino también la estabilidad de la actual legislatura

Nicolás Aznárez

Si la información es la resolución de la incertidumbre, la que proporcionen los catalanes con su voto el próximo 12 de mayo va a resolver seguramente muchas incógnitas del escenario político, no solo catalán, sino español en su conjunto. La primera, y fundamental, saber si una parte minoritaria pero sustancial de los catalanes quiere seguir adelante con lo que significó el procés (el intento de lograr la independencia unilate...

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Si la información es la resolución de la incertidumbre, la que proporcionen los catalanes con su voto el próximo 12 de mayo va a resolver seguramente muchas incógnitas del escenario político, no solo catalán, sino español en su conjunto. La primera, y fundamental, saber si una parte minoritaria pero sustancial de los catalanes quiere seguir adelante con lo que significó el procés (el intento de lograr la independencia unilateralmente, rompiendo la legalidad) o si dan por cerrado ese capítulo. La segunda, saber hasta qué punto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, puede mantener la legislatura o se verá obligado a adelantar las elecciones generales.

De momento, el anuncio realizado por el president de la Generalitat, Pere Aragonès, llevó a Sánchez a renunciar a la aprobación de los Presupuestos Generales para 2024, hasta ahora uno de sus objetivos más importantes. Quedan prorrogados los de 2023, lo que nunca es bueno para la solvencia de un gobierno, aunque el récord se mantiene con los de 2016 del Gobierno del PP, que se prorrogaron durante tres años consecutivos (la prórroga de 2018, obra ya del Gobierno de Sánchez).

Sánchez hace frente a tres procesos electorales obligados: elecciones vascas, el 21 de abril; las catalanas, el 12 de mayo, y las europeas, el 9 de junio. Será muy difícil que pueda seguir adelante si en las catalanas el PSC no consigue la mayoría, no solo de votos (eso ya pasó en las autonómicas precedentes: 625.000 votos frente a 603.000 de ERC y 568.000 de Junts per Catalunya), sino de apoyos para alcanzar la presidencia de la Generalitat. Cuenta con un buen candidato, Salvador Illa, un socialista que conecta con el modelo más clásico de político socialista, licenciado en Filosofía y alcalde de su pueblo, que fue inesperadamente ministro de Sanidad durante la pandemia y que salió razonablemente bien del cometido (por mucho que ahora pueda sufrir algún desgaste por el caso Koldo). Sánchez le ha ofrecido todo su apoyo, aunque algunos de los responsables del PSC preferirían que el presidente se mantuviera alejado: un sector de los militantes está muy irritado con la ley de amnistía y lo estará aún más si Puigdemont consigue regresar a Cataluña en esas fechas.

Para el PSC es mucho mejor activo Josep Borrell, que mantuvo una brillante oposición a los independentistas en 2017 y que ahora, como responsable de la política exterior de la Unión Europea, critica duramente la masacre israelí en Gaza, algo que le aproxima a muchos jóvenes. Illa afronta un reto difícil: movilizar el electorado a la izquierda y a la derecha del voto clásico del PSC. En Comú ha provocado el adelanto electoral porque cree que puede mejorar sus expectativas, arañando a los socialistas, pero está por ver que sus votantes aprecien el movimiento. En cualquier caso, todo va a depender de Salvador Illa. Si alcanza la Generalitat, el resultado de las inmediatas elecciones europeas, presumiblemente discretas o malas para el PSOE, tendrá menos impacto y Sánchez tendrá mejores expectativas de cumplir la legislatura. A sus ojos, la ley de amnistía quedará, por fin, justificada. Si Illa no lo consigue, la ley estará todavía más tocada y las elecciones generales serán una opción creíble.

El Partido Popular no aspira a ser un actor importante en estas elecciones, aunque tiene en su mano un elemento que sí lo es. El calendario de puesta en marcha de la ley de amnistía y del posible regreso a España, en libertad, de Carles Puigdemont. El Congreso envió el texto ya al Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta y donde los populares han modificado el reglamento para poder retrasar el trámite dos meses. Si fuera así, impediría el regreso de Puigdemont antes de las elecciones o antes de la investidura. Pero algunos dirigentes del PP creen ahora que cuanto antes regrese Puigdemont a Cataluña y más espectacular sea el recibimiento, más se desmovilizará el sector del PSC que ha seguido todo el desarrollo de la ley de amnistía con profundo desagrado. No comparte esa teoría su candidato en Cataluña, Alberto Fernández, que no pertenece al círculo de Feijóo y que abomina de los contactos furtivos del PP con el dirigente de Junts. Fernández, que estaba en la cuerda floja como dirigente del PP, es, sin embargo, el mejor candidato posible para los populares en estos momentos y aspira a atraer voto procedente del casi desaparecido Ciudadanos y de Vox.

Los independentistas llegarán, como es habitual, enfrentados. Aragonés ya ha recordado que Junts quedó tercero en las pasadas autonómicas. En el fondo, lo único que de verdad importa es saber cuántos de ellos quieren mantener vivo el procés. Entonces sabremos también qué ha estado pasando.

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