Jane Goodall: “No podemos cerrar todas las macrogranjas pero podemos mejorarlas”
La reputada primatóloga y antropóloga británica, pionera en el estudio de los chimpancés, dice que no se puede cerrar de golpe toda la ganadería intensiva pero invita a dar pasos para mejorar las condiciones en que viven los animales
Jane Goodall (Londres, 1934) responde a las preguntas por videoconferencia desde la casa en la que se crio, en Bournemouth, al sur de Inglaterra. Tras ella se ven varias fotografías, de las que ella misma destaca dos: un retrato de su madre, la novelista Vanne Morris-Goodall, y la instantánea de un chimpancé, David Greybeard, el primero que en 1960, en la reserva de Gombe (Tanzania), le mostró cómo se las apañaba para coger termitas con ayuda de un palo convenientemente deshojado y doblado, ayudando a Good...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Jane Goodall (Londres, 1934) responde a las preguntas por videoconferencia desde la casa en la que se crio, en Bournemouth, al sur de Inglaterra. Tras ella se ven varias fotografías, de las que ella misma destaca dos: un retrato de su madre, la novelista Vanne Morris-Goodall, y la instantánea de un chimpancé, David Greybeard, el primero que en 1960, en la reserva de Gombe (Tanzania), le mostró cómo se las apañaba para coger termitas con ayuda de un palo convenientemente deshojado y doblado, ayudando a Goodall a demostrar al Homo sapiens que no es el único ser capaz de usar herramientas.
Goodall, de 87 años, publica hoy mismo El libro de la esperanza. Una guía de supervivencia para tiempos difíciles (Paidós). Suena algo frágil, pero a la vez determinada. No se cansa de repetir su mensaje: todavía estamos a tiempo de salvar el planeta. No perdamos la esperanza. La semana pasada, al hilo de las palabras del ministro de Consumo español, Alberto Garzón, intervino en el debate sobre la ganadería intensiva. Goodall —premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003, Dama del Imperio Británico y fundadora del Instituto Jane Goodall en España— se alinea como no puede ser de otra forma con Garzón. Afirma que debemos ir tomando medidas que mejoren las vidas “terroríficas, de dolor y miedo” de millones de animales.
PREGUNTA. ¿Cuál diría que es el tema de fondo en el debate sobre la agricultura intensiva?
RESPUESTA. El problema es que cuando hablamos de derechos de los animales la gente se lo toma como o blanco o negro. En realidad, lo que tenemos que hacer es lograr acuerdos para, con calma, ir alcanzando un objetivo. No podemos cerrar de un día para otro todas las macrogranjas, pero sí podemos trabajar para que las condiciones de vida de los animales atrapados en ellas mejoren.
P. ¿Cuál debería ser el primer compromiso, el primer paso?
R. Lo más urgente es que los animales no sean encerrados en espacios diminutos. Todos los cerdos deberían poder moverse. Las crías no deberían ser arrebatadas de sus madres al nacer. A todos los animales se les debería permitir pasar tiempo fuera sobre la hierba. Y en los mataderos trabajan tan rápido que muchos animales no llegan convenientemente aturdidos al momento de arrancarles la piel. Tampoco se les debería hacer viajar largas distancias para obtener su carne. Tendríamos que transportarlos una vez ya muertos y congelados. Todo esto no ocurrirá de golpe, pero si los ciudadanos creen que esto es lo que se debería hacer, tenemos que dar pasos para lograrlo, desarrollar leyes…
P. ¿Cuál es su postura sobre los derechos de los animales?
R. Algunas personas no entienden bien y piensan que cuando se habla de derecho animal, se quiere dar los mismos derechos a los animales que a los humanos, lo cual es ridículo. Pero es importante no olvidar la responsabilidad humana e intentar dar con una forma adecuada de tratar a los animales. No se merecen ser atrapados y que se trafique con ellos por todo el planeta. Eso nos ha traído de vuelta esta dañina pandemia. Todas las religiones del planeta tienen una norma de oro: “Trata a los demás como querrías que te trataran a ti”. No deberíamos tratar a los animales como no querríamos que nos trataran.
P. ¿Y cómo deberíamos hacerlo?
R. Mi opinión es que los animales deberían estar libres en la naturaleza.
P. ¿Qué le parece que la Comisión Europea haya propuesto que la energía nuclear cuente como energía verde?
R. Bueno, lo que creo es que antes de aprobar algo así deberíamos estar seguros al 100% de que podemos guardar de forma adecuada los desechos radiactivos, que sepamos sin lugar a dudas que esto no se volverá en contra de las futuras generaciones. En el océano sigue habiendo contenedores de desechos radiactivos que se lanzaron y se pueden romper en cualquier momento.
P. ¿Puedo preguntarle el sentido de su voto en cuanto al Brexit?
R. En contra, por supuesto.
P. ¿Cómo están yendo las cosas?
R. Creo que veremos datos económicos muy duros pronto en el Reino Unido, falta muchísima gente con conocimiento en distintos sectores sencillamente porque los hemos echado. Nunca pensé que saldría adelante.
P. Los niños saben instintivamente que los animales son parecidos a nosotros. Me cuesta creer que hasta que usted lo hizo no se había intentado comprobar que los animales son inteligentes. ¿No lo queríamos ver?
R. Solo ciertos sectores de la población seguían ciegos a esta realidad. Charles Darwin habló de los sentimientos de los animales y todos se mofaron de él. La Iglesia jugó un papel importante en este retroceso, querían a toda costa que fuésemos seres completamente diferenciados. Si nos fijamos en el budismo y otras religiones asiáticas, siempre creyeron que compartimos la inteligencia y las emociones con los animales… Al igual que los indígenas. Así que solo una parte del mundo carga con la responsabilidad.
P. ¿Qué rasgos compartimos con los chimpancés?
R. Todo: el 98,6% de nuestro ADN es idéntico. Nuestros gestos, besos, abrazos, palmaditas, la habilidad de hacer y usar herramientas, la relación entre miembros de una misma familia, la relación con los hermanos, la evolución de las crías, también tienen nuestro lado oscuro, la brutalidad, la capacidad de entrar en lucha, también el amor y la compasión. Todo el espectro.
P. ¿Qué es para usted la vida? ¿Cómo define qué significa estar vivo?
R. Estar vivo es ser consciente de todo lo que nos rodea. Tomarnos nuestro tiempo para poder vivir. Ahora mismo estoy mirando por la ventana y estoy viendo el árbol al que me gustaba trepar cuando era una niña. Para estar realmente vivos tenemos que estar vivos en cada segundo. Y estar abiertos al amor y a la alegría, al respeto y a la compasión. Estas son las cosas que construyen a un ser vivo.
P. Usted habla de esperanza. Pero la esperanza es algo que al fin y al cabo tenemos todos. ¿Qué valor tiene entonces su mensaje?
R. Las condiciones que hemos creado nosotros mismos están haciendo que la gente esté perdiendo la esperanza. Y cuando perdemos la esperanza nos enfadamos mucho y nos volvemos agresivos o nos deprimimos profundamente, incluso con tendencias suicidas, o nos da igual ya todo. Querría darle a la gente un motivo para la esperanza, porque sin esperanza, ¿para qué preocuparnos? Tenemos que tomar las riendas de alguna forma. Si te preocupa el medio ambiente, como le pasa a mucha gente, no pienses globalmente, piensa localmente, protesta por ese cambio en tu barrio que crees que será malo para el medio ambiente, escribe cartas con tu protesta, pide que no se construya un centro comercial en ese bosque que hay cerca de tu casa. Y si convences a tus vecinos, te sentirás bien. Y así, poco a poco, recuperaremos la esperanza. Y más tarde empezaremos a ver el problema de manera global, cuando nos demos cuenta de que hay más personas que están haciendo lo mismo.
Suscríbete aquí a la newsletter semanal de Ideas.