“Recuento” aplasta a “escrutinio”
Cuando oímos que un candidato gana en el recuento ya no sabemos si se trata del primer cómputo o de la comprobación
Escuchaba, veía y leía distintos medios en la noche electoral de Estados Unidos y me dio penita la milenaria palabra “escrutinio”, aplastada por el invasivo “recuento”. En un informativo de televisión emitido el miércoles a mediodía, este último vocablo se usó en 25 ocasiones durante los 20 primeros minutos, frente a sólo 6 de “escrutinio” y 2 de “cómputo”.
Quizás algunos periodistas estén acabando en estos últimos años con la precisión que antes se aplicaba: “escrutinio”, “cómputo” y “conteo” (más usada ésta en el español de América) se referían a la primera acción de contar; y habíamo...
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Escuchaba, veía y leía distintos medios en la noche electoral de Estados Unidos y me dio penita la milenaria palabra “escrutinio”, aplastada por el invasivo “recuento”. En un informativo de televisión emitido el miércoles a mediodía, este último vocablo se usó en 25 ocasiones durante los 20 primeros minutos, frente a sólo 6 de “escrutinio” y 2 de “cómputo”.
Quizás algunos periodistas estén acabando en estos últimos años con la precisión que antes se aplicaba: “escrutinio”, “cómputo” y “conteo” (más usada ésta en el español de América) se referían a la primera acción de contar; y habíamos especializado “recuento” con el sentido de verificar, comprobar o asegurarse; es decir, la acción de “volver a contar”, generalmente tras una impugnación.
“Escrutinio” se usaba en latín (scrutinium) para señalar el registro de las ropas de alguien (Manuel Alvar Ezquerra, Lo que callan las palabras, 2014). Se relaciona obviamente con “escrutar”, que para los romanos (scrutari) significaba “buscar con mucho cuidado y diligencia”, lo que se extiende en el español actual al “reconocimiento y cómputo de los votos en las elecciones o en otro acto análogo”. Y no desde hace poco: el diccionario de Sebastián de Covarrubias recogía en 1611 “escrutinio” como equivalente del cómputo de sufragios.
Sin embargo, “recuento” tiene otro significado, según se deduce con facilidad de su morfología: (a partir de re-contar): el recuento es la acción de contar otra vez. El diccionario académico de 1803 definía así este término: “La segunda enumeración que se hace de alguna cosa”. Y con ese sentido se mantiene en el léxico actual de las Academias, en su primera acepción: “Acción y efecto de volver a contar”. Se le añaden el significado de “comprobación del número de personas, cosas, etc., que forman un conjunto” (es decir, nuevamente el propósito de verificar, de volver a contar para cotejar algo) y su valor como equivalente de “inventario” (que no hace al caso, si bien aquí hallamos de nuevo la idea de corroborar y verificar lo que alguien tiene).
Por su parte, el diccionario de María Moliner (el publicado en 1967, única edición supervisada por ella) remite desde “recuento” a “recontar”, con estas definiciones en el verbo: “Contar cosas de nuevo”. “Contar o calcular una cosa para estar seguro de su cantidad o importancia” (es decir, una vez más “comprobarla”: “para estar seguro”, dice).
Con estos matices nos veníamos manejando bien en los medios informativos cuando buscábamos la mejor comprensión por los lectores, sobre todo los que más escrutan nuestros textos. Podíamos diferenciar entre el cómputo de la noche electoral y su posterior verificación (o recuento) tras las eventuales impugnaciones. Pero nosotros solos nos hemos pegado un tiro en el pie al liarlo todo.
El problema, pues, radica en que “recuento” invade el terreno de “escrutinio” y de “cómputo” sin renunciar al suyo (también parece que sucedió eso antes con “recontar”, en este caso con sorprendente aval académico). Y así, cuando oíamos que Joe Biden iba ganando en el recuento no sabíamos ya si se trataba de la primera vez que se contaban los votos o de la comprobación destinada a verificar si aquel cómputo era correcto.
Tan útil y antigua división viene desvaneciéndose desde hace años, pero ahora el problema se nos ha prolongado por el retraso en el proceso y por la irresponsabilidad, las trampas y la desvergüenza de Donald Trump. Que no se iba a ir de aquí de rositas.