‘Striptease’, la película con la que Demi Moore tocó techo y fondo a la vez, cumple 25 años en el olvido
Un sueldo récord por aquel entonces para una mujer (más de 12 millones de dólares) y una enorme campaña publicitaria no lograron que la película superase su mayor problema: se llamaba ‘Showgirls’ y se había estrenado menos de un año antes
De todas las veces en las que Demi Moore (Nuevo México, 58 años) ha hablado de Striptease —no han sido demasiadas—, la más interesante tuvo lugar durante una charla con Variety el pasado año. “Una de mis decisiones más arriesgadas fue hacer Striptease [1996]. Siento como si con ella hubiese traicionado a las mujeres y así me lo hicieron saber”. Tras una carrera ascen...
De todas las veces en las que Demi Moore (Nuevo México, 58 años) ha hablado de Striptease —no han sido demasiadas—, la más interesante tuvo lugar durante una charla con Variety el pasado año. “Una de mis decisiones más arriesgadas fue hacer Striptease [1996]. Siento como si con ella hubiese traicionado a las mujeres y así me lo hicieron saber”. Tras una carrera ascendente en la pantalla (en Ghost, de 1990, o en Una proposición indecente, de 1993), Moore había tocado techo interpretando a mujeres fuertes que mandaban (en Algunos hombres buenos, de 1993, o en Acoso, de 1994). Por eso resulta curioso que cuando rompió barreras para las mujeres en Hollywood y acercó su sueldo al de los hombres fuese por una película en la que el mayor reclamo era su cuerpo desnudo.
Los problemas de Striptease son más complejos y el mayor de todos ellos empezó mucho antes de que ni siquiera se estrenase. Se llamaba Showgirls. Cuando esta película de Paul Verhoeven, que también se centraba en los avatares de una mujer en el mundo de los clubes de striptease, fracasó estrepitosamente en taquilla menos de un año antes de la llegada de Striptease y se convirtió en un chiste, los creadores de la película de Moore se alarmaron: eran los siguientes en salir al campo.
Las dos llegaron en un momento en el que Hollywood pareció obsesionarse por la subcultura del striptease y los clubes de mujeres desnudas. Había pasado ya la era del thriller erótico (Instinto Básico, en 1992, fue su cumbre y su tumba) que vendía escenas de sexo. En Showgirls solo hay un par de escenas de sexo que por su carácter artificioso funcionan como recurso cómico más que como excitante y en Striptease no hay ninguna. Ahora parecía interesar solo el cuerpo femenino expuesto, algo que sucedía en paralelo a una era en la que las estrellas de Hollywood enseñaban su cuerpo desnudo en portadas que se vendían por cientos de miles de ejemplares y lo hacían en el nombre del arte: la propia Demi Moore posó desnuda y embarazada ante el objetivo de Annie Leibovitz, Sylvester Stallone imitando la pose de El pensador de Rodin (también para Leibovitz) o Jim Carrey, ante el objetivo de Herb Ritts, homenajeando un anuncio clásico del protector solar Coppertone.
Así las cosas, las películas sobre clubes de striptease eran la excusa perfecta para contar una historia de superación y, además, hacerlo con poca ropa. La protagonista de Showgirls era una mujer del arrabal decidida a sobrevivir y triunfar a golpe de cadera en Las Vegas. En la novela Strip Tease —de Carl Hiaasen— la protagonista era una exsecretaria del FBI respondona y ácida que exigía bailar con música de Van Morrison o Jackson Browne (en la película, incomprensiblemente, lo hace con canciones de Annie Lennox), todo ello para reunir el dinero necesario para recuperar la custodia de su hija. Ambas películas cometieron un error de bulto contratando a sus estrellas protagonistas: Elizabeth Berkley, con su registro interpretativo histriónico, no daba el perfil de rebelde sin causa del personaje (que inicialmente iba a interpretar Drew Barrymore), sino de barbie. Y cuando Demi Moore aceptó hacer Striptease convirtió la historia tragicómica de una madre desesperada y sin medios en una película sin género definido en la que la mujer más deseada del mundo y más poderosa de Hollywood enseñaba los pechos.
Pero probablemente, sin Moore nunca hubiera habido película. Ella se había convertido en la reina de un tipo de película que Alberto Mira, escritor y profesor de cine en la Oxford Brookes University, incluye dentro del subgénero drinking fountain. “Se caracterizaban por dar tema de conversación a oficinistas que se congregaban en torno a un surtidor de agua mineral para beber. Ibas al surtidor y la película era un tema para debatir. La reina de esta serie fue Una proposición indecente”. “En los años noventa”, continúa, “se mezclan la visión negativa del sexo que creció en los años de Reagan, el machismo exacerbado de la época representado por las películas de Michael Douglas y las nuevas tendencias satíricas que iban surgiendo. Es posible que ese sea el único momento en que películas como Showgirls o Striptease podían haberse rodado”.
El cheque gafe
Existe la creencia generalizada de que Moore recibió 12,5 millones de dólares por desnudarse (durante apenas minuto y medio, por cierto). Pero fue por algo más trivial, como explicó en sus memorias Inside Out. Mi historia (2018). “Ya me había comprometido para hacer La teniente O’Neil, así que los productores de Striptease tuvieron que ofrecer más dinero para poder rodar antes. Así que lo hicieron. Y de repente, me convertí en la actriz mejor pagada de Hollywood”.
A buena parte del público le resultó difícil abstraerse de aquello: la fama de Moore, añadida a su sueldo astronómico, fue uno de los factores que mataron Striptease antes de que naciera. Una mujer desesperada y sin dinero no baila así ni tiene esa anatomía fruto de horas de gimnasio y costosas intervenciones estéticas. La crítica de The New York Times, Janet Maslin, lo explicó mejor: “Estas escenas no sugieren una sexualidad desenfrenada, sino un trabajo duro y agotador: esfuerzos prodigiosos de vestuario, coreografía, maquillaje, entrenamiento y hasta del Cuerpo de Ingenieros del Ejército”. Todas las críticas de medios influyentes —la de Los Angeles Times, la de Chicago Sun Times o la de Chicago Tribune— estaban de acuerdo en lo mismo: era Demi Moore, su interpretación y su cuerpo los que afectaban la película. Una sentencia de muerte, pues precisamente Moore y su cuerpo desnudo eran —desde el póster de la película, censurado en algunos países— el mayor reclamo, de hecho el único.
Andrew Bergman, el director de Striptease —que tenía cogido el pulso a la comedia gracias al éxito de Luna de miel para tres (1993)— admitió el error de reparto en 2015 durante una entrevista en Entertainment Weekly, pero a la vez defendió que sin Moore no había película. “¿Es Demi la persona más divertida del mundo? No. ¿Se hubiese hecho esta película sin ella? Probablemente no. Ninguna otra gran estrella estaba dispuesta a quitarse la ropa, y no iba a hacer una versión de Striptease para el público infantil con la gente saliendo al escenario en bañador”. “A mí me encantó el libro”, continúa, “y lo curioso es que a Carl Hiaasen [el autor de la novela original] le encantó la película. Pensó que era realmente fiel al libro, que es lo que yo quería. Así que no me arrepiento. Se me trató peor que a un pederasta por hacer esa película, pero qué le vamos a hacer”.
La película lo une a la lista de grandes novelistas que ven como sus triunfos literarios se convierten en desastres históricos y moralejas sobre cómo no hacer las cosas. Le ocurrió a Gore Vidal con Myra Breckinridge o a Tom Wolfe con La hoguera de las vanidades. Demi Moore corría el peligro de ser declarada persona non grata en las librerías, pues acababa de participar en otra película que arruinaba un clásico: La letra escarlata (1995), basada en la obra cumbre de Nathaniel Hawthorne. Todas eran, más o menos, fieles al material literario, ¿pero alguna vez eso jugó a favor de la película? “Como guionista probablemente te tendría que decir que no, pero como escritor te voy a contestar que sí”, explica Paul Pen, novelista de misterio con tres obras trasladadas a la pantalla. La última, La casa de los cactus, se estrenará en 2022. “Y lo justifico yéndonos a la génesis de la mayoría de las adaptaciones: un productor que compra los derechos de una novela. ¿Si han sido los personajes, atmósfera y trama de esa novela los que han enganchado al productor, por qué traicionar luego ese material? ¿Qué tipo de relación tóxica es esa? Si en la vida en general es más honesto ser fiel que infiel, hagamos lo mismo con las adaptaciones”.
“Un hedor terrible”
Tras el fracaso abismal de Showgirls, los productores de Striptease entraron en pánico y se enfrentaron al dilema diferente sobre la fidelidad a su propia obra. “Esa película [Showgirls] es ahora mismo para nosotros un grano en el culo”, declaró el productor Mike Lobell a Entertainment Weekly en abril de 1996, solo dos meses antes del estreno. “La gente la odia tanto que tenemos por delante una ardua batalla de marketing”. Por aquel entonces, Moore no había hecho ningún favor a la causa: en dos programas de entrevistas (el de Barbara Walters y el de David Letterman) la actriz se quitó la ropa para enseñar su cuerpo escultural justo tras explicar que su película iba sobre una madre abnegada dispuesta a cualquier cosa por su hija. El tráiler de la película, para alejarse todo lo posible de Showgirls, se acercaba más a una comedia de enredo que a un melodrama erótico. Y durante esas mismas declaraciones, Lobell dijo algo sorprendente para una película en cuyo póster aparece la estrella desnuda y que, tal vez, solo empeoró las cosas: “En nuestra película no hay sexo”.
También en primavera de 1996 y en Los Angeles Times, el director Andrew Bergman confesó estar “nervioso por la confusión que hay sobre qué es” Striptease. “Asumimos que todo el mundo sabría que esto es una comedia. Pero tenemos un problema de percepción y no lo hemos sabido reconocer a tiempo”. El periódico, con cierta sorna, tituló el artículo: “Escuchad todos: Striptease es una comedia”.
Ahora viene lo mejor: en el mismo artículo, Lobell explica que cuando Showgirls se estrenó, Striptease aún se estaba rodando en Florida. Y unas 50 personas del equipo (entre ellas Demi Moore) fueron al cine a ver la película, con cierta curiosidad y alerta por la coincidencia de las temáticas entre las dos. “Salimos del cine con la cabeza muy alta. Nos dijimos: ‘¿Esto es una broma? Lo nuestro está hecho’. Nos preocupaba que estuvieran haciendo la misma película que nosotros y salimos pensando: ‘Esta película no tiene nada que ver con la nuestra’. Así que lo celebramos. Pensamos que Showgirls simplemente desaparecería, y así fue. Pero dejó un hedor terrible”.
El hedor no se fue. Striptease también fue un fracaso en Estados Unidos (recaudó 32 millones de dólares frente a un presupuesto de 40 y a 24 invertidos solo en promoción, según contabilizó Los Angeles Times) que se salvó gracias a la recaudación en otros mercados, por aquel entonces todavía más permeables a la mística de las superestrellas que películas como Striptease acabaron matando. Al final, la película recaudó en el mundo unos 113 millones de dólares. “En el extranjero la película se vendió como algo sexy, no algo cómico”, se lamentó Lobell. “Ojalá pudiésemos volver a hacerlo bien. No conseguimos atraer al público adecuado”.
Esa otra película de la que todo el equipo de Striptease se rio, Showgirls, sí que acabó encontrando el público adecuado. Y ese público es, en la práctica, todo el mundo. Hoy existe poca gente que no haya visto Showgirls y la haya celebrado como sátira, como parodia, como musical desfasado, como comedia involuntaria o, para una parte no desdeñable de sus fans, como una película valorable desde el principio, sin ironía. Showgirls ha sido revisitada, reanalizada y revalorizada por directores y estudiosos del cine. De Striptease casi nadie se acuerda, ni con ironía.
“La tendencia de disfrutar de Showgirls cuando se estrenó fue minoritaria, pero no fue olvidada”, analiza Alberto Mira. “Y esa tendencia minoritaria crece cuando se convierte en algo subcultural en vez de cinematográfico y tiene éxito en ciertos espacios. Confieso que cuando fui a ver Striptease en su momento lo hice solo para poder burlarme de Demi Moore. Pero quienes la vimos con ironía en 1996 fuimos muy pocos”.
Demi Moore se retiró unos años de la interpretación tras La Teniente O’Neil (1997). Su único papel reseñable tuvo lugar en Los Ángeles de Charlie: al límite (2003), en cuya escena más recordada aparecía en bikini. En 1997 se estrenó otra película sobre el striptease. También iba sobre personajes que, desesperados, se prestan a mostrar su cuerpo para salvar sus vidas (y, en uno de los casos, también para recuperar a su hijo). Se llamaba Full Monty, eran hombres en vez de mujeres, eran ingleses en vez de estadounidenses, feos en vez de guapos, con un guion bueno en vez de malo. Pero esa es otra historia y no es tan divertida: el éxito fue inmediato y nuestra mirada, entonces y hoy, fue amable.
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