The Go-Go’s, el grupo que dio una bofetada al machismo de la industria: “Asumen que un tío montó nuestra banda, pero todo lo hicimos nosotras solas”
En los ochenta, The Go-Go’s acabaron con la falacia de que las chicas que tocan y componen su propia música no venden. Son la banda femenina más exitosa de la historia del rock. Hablamos con la directora del documental sobre estas cinco mujeres que lo cambiaron todo
“Mucha gente asume automáticamente que algún tío montó nuestra banda, pero todo lo hicimos nosotras solas”. La voz de Belinda Carlisle resuena contundente al inicio de The Go-Go’s, el documental que narra la atribulada existencia del primer grupo totalmente femenino que, tocando sus propios instrumentos y escribiendo sus propias canciones, consiguió llegar al número uno en la lista de los discos más vendidos de EE UU en 1982. La cinta, dirigida por la australiana Alison Ellwood, es la cr...
“Mucha gente asume automáticamente que algún tío montó nuestra banda, pero todo lo hicimos nosotras solas”. La voz de Belinda Carlisle resuena contundente al inicio de The Go-Go’s, el documental que narra la atribulada existencia del primer grupo totalmente femenino que, tocando sus propios instrumentos y escribiendo sus propias canciones, consiguió llegar al número uno en la lista de los discos más vendidos de EE UU en 1982. La cinta, dirigida por la australiana Alison Ellwood, es la crónica de un puñado de chicas que dieron forma a la escena punk de Los Ángeles mientras intentaban esquivar el rampante machismo de la industria musical. Casi cuatro décadas después de aquel hito, ningún otro conjunto formado por mujeres que hayan compuesto sus propios temas ha vuelto a alcanzar ese puesto.
El detonante del filme, presentado en el pasado Festival de Cine de Sundance y estrenado en la plataforma estadounidense Showtime, fue un antiguo episodio de la serie Behind The Music de la cadena VH1 que, teñido de amarillismo, cargaba las tintas sobre sus adicciones y sus peleas internas. “Fueron ellas las que contactaron conmigo”, explica a ICON la directora Alison Ellwood, autora también de los documentales American Jihad, History Of The Eagles y Laurel Canyon. “Llegó un punto en el que estaban preparadas para ponerse delante de las cámaras. Habían visto algunas de mis obras, me lo propusieron y, como yo era fan, no lo dudé. Para mí se trata de un grupo de mujeres que se unieron y dijeron: ‘Oye, nosotras también podemos hacer esto’. Y creo que ese es un mensaje increíblemente poderoso, sobre todo para las niñas”.
El resultado, bien abastecido de imágenes exclusivas, vídeos inéditos y memorabilia nuevaolera multicolor, supone colgarse al cuello un pase VIP para descubrir los secretos de una de las bandas más exitosas de los ochenta –con siete millones de copias despachadas, mientras las ocho protagonistas (las cinco actuales integrantes y otras tres excomponentes) ejercen de guías junto a personajes como Kathleen Hanna (Bikini Kill), Lee Thompson (Madness), Lynval Golding (The Specials) o Stewart Copeland (The Police).
La historia de The Go-Go’s arranca, como todo buen relato rock, en un camerino. Estamos en marzo de 1977 en el club The Masque, en pleno Hollywood. En el backstage de The Dickies, unos de los grupos fundadores del punk angelino que acaban de tocar allí, Jane Wiedlin y Belinda Carlisle tienen su primer contacto. Wiedlin suele vender sus propios diseños bajo el nombre de Jane Drano en Granny Takes A Trip, la tienda de ropa vintage situada en Sunset Boulevard y punto de encuentro de la escena. Para ella, que ha tenido varios intentos de suicidio en su adolescencia, aquel sonido y aquella estética son su salvación. “La gente se cruzaba de acera cuando me veía. Por primera vez en mi vida me sentía poderosa”, reconoce en el documental.
Por su parte Carlisle, que por entonces se hace llamar Dottie Danger, ha comenzado a tocar la batería en Germs, otros pioneros del “hazlo tú mismo”. La cosa le dura muy poco, porque una mononucleosis se cruza en su camino y el resto del grupo decide sustituirla antes de su debut en directo. “En aquel ambiente, si tocabas mal era casi mejor”, recuerda ella en el filme. “Todo el mundo podía hacer lo que le diera la gana. Había una libertad total”.
El 14 de enero de 1978 se produce el fogonazo que lo cambia todo. Los Sex Pistols actúan en el Winterland Ballroom de San Francisco, adonde acude buena parte del punkarreo angelino. Al final, Johnny Rotten se despide de la audiencia con una frase-bofetada. “¿Alguna vez has sentido que has sido engañado?”, proclama el vocalista. Aquel show, el último de la formación clásica del cuarteto londinense, se convierte también en el pistoletazo de salida para muchos otros conjuntos que surgen alrededor de esa mítica noche, The Go-Go’s entre ellos.
Algo insólito
A los pocos días de ese concierto, Carlisle, Wiedlin y Margot Olavarria, una amiga en común, se encuentran en una fiesta en Venice Beach. Allí sellan su pacto para formar una banda solo con chicas, algo insólito por entonces. Carlisle se encargará de cantar, Wiedlin de la guitarra y Olavarria del bajo. Poco después se suman Elissa Bello (batería) y Charlotte Caffey (guitarra). Comienzan a practicar en el apartamento de la bajista, aunque casi no saben ni enchufar sus instrumentos. Semanas más tarde alquilan un local de ensayo, que comparten con X y The Motels, y consiguen algunas actuaciones en The Masque. En breve se hacen con una buena legión de fans y, por el mismo precio, con otra pequeña turba de odiadores profesionales que las acusan de vendidas a la nueva ola. Quieren ser una versión modernizada de The Shirelles o The Shangri-Las. “Pero tocando nuestros instrumentos. El problema es que ninguna sabíamos tocar nada”, bromea Wiedlin en la cinta.
Gina Schock sustituye en la batería a Elissa Bello en el verano de 1979, al tiempo que llegan sus primeros conciertos en el Whisky a Go Go como teloneras de Madness o The Specials. Los dos conjuntos británicos quedan tan impactados que deciden llevárselas de gira por Gran Bretaña en 1980, aunque ellas ni siquiera han publicado un single. La gira, rodeada de penurias económicas, culmina con una actuación donde skinheads de ultraderecha y miembros del National Front infiltrados las insultan, mientras reclaman a berridos que enseñen las tetas. Al menos, de aquella caótica experiencia sacan un acuerdo con Stiff Records, el sello punk inglés de referencia, que edita su primer single, We Got The Beat, en mayo de 1980. Se trata de un tema compuesto por Charlotte Caffey en un arrebato de inspiración durante el visionado de un maratón nocturno de la serie The Twilight Zone.
Por entonces ya cuentan con unas cuantas decenas de conciertos a ambos lados del Atlántico, pero siguen sin un contrato para publicar su elepé. Su mánager, Ginger Canzoneri, colecciona cartas de rechazo de todos los sellos del país: “Los grupos de chicas no venden” es la respuesta más habitual. En realidad, ellas son la primera banda de rock femenino sin ningún hombre ejerciendo de mentor en la sombra, como eran The Runaways y Kim Fowley. Unas bichas raras a ojos de cualquier ejecutivo discográfico. Para colmo, Olavarria se muestra bastante molesta con el rumbo melódico que están empezando a tomar. Aprovechando que a finales de año la bajista enferma de hepatitis A, las otras cuatro integrantes resuelven sustituirla por Kathy Valentine, sin ni siquiera explicar la situación cara a cara a la defenestrada. La nueva integrante se aprende el repertorio en un par de días ultrapropulsada por unos cuantos gramos de cocaína, una sustancia que ya ha entrado de lleno en la formación.
Varias versiones de la misma historia
“Margot Olavarria fue la más complicada de convencer para que apareciera delante de la cámara, porque sus sentimientos aún estaban a flor de piel”, asegura Ellwood. “Al final prefirió contar su versión de la historia. Además, todas estaban molestas por la imagen que se daba de ellas en el documental de VH1, que se centraba demasiado en sus problemas con las drogas y en las peleas internas. Son temas que yo también he retratado, aunque he preferido enfocarme en las dificultades que tuvieron que pasar al ser tan jóvenes y convertirse en famosas de la noche a la mañana”.
Otro de los asuntos candentes del filme es el machismo que destila la industria musical de los ochenta, no demasiado diferente del que rodea la escena de Laurel Canyon en los sesenta y setenta y que la propia realizadora describe en otra de sus recientes obras. “El sexismo era parte de ambos ambientes –advierte–. Recuerdo que Linda Ronstadt me comentó que aquello del amor libre de los sesenta no era tan libre para algunas. La norma era que los hombres podían hacer lo que les diera la gana, pero las mujeres tenían que actuar de una determinada manera. Y en los ochenta las cosas no habían cambiado demasiado: ese fue el motivo por el que a ellas les costó tanto firmar un contrato”.
Finalmente, en julio de 1981, el sello I.R.S. se anima a publicar su elepé de debut, Beauty And The Beat, que incluye éxitos como Our Lips Are Sealed. Un mes después, MTV inicia sus emisiones y los artistas nuevaoleros son una de sus máximas prioridades. Catapultadas por la televisión musical, no tardan en hacerse omnipresentes. Ejercen como teloneras de The Rolling Stones en Rockford (Illinois) por petición expresa del quinteto inglés y The Police, una de las bandas más exitosas del momento, las escogen como invitadas para todo su tour mundial. En marzo de 1982 se produce el sorpasso: The Go-Go’s llegan al número uno de ventas en EE UU, adelantando a The Police, que encallan en el sexto puesto. Es el propio Sting el que se encarga de llevar el champagne al camerino como felicitación. Pero Charlotte Caffey anda cada vez más metida en sí misma debido a su adicción a la heroína: “La probé tras graduarme en el instituto. Me hacía sentir muy bien. Lo que entonces no sabía era qué tipo de mierda mortal era aquello, así que pronto acabé enganchada”, confiesa en el filme, mientras explica cómo se camuflaba permanentemente detrás de unas Ray-Ban para ocultar sus pupilas.
No ha pasado ni un mes desde que su debut haya alcanzado el número uno y, presionadas por su discográfica, ya se encuentran grabando su continuación, Vacation, que ve la luz en julio de 1982 sin que hayan dejado de encadenar gira tras gira. Un ritmo de trabajo entre robótico y criminal que Wiedlin define como robo-go-going. Aunque los directos parecen no resentirse. “Cuando las vi encima de un escenario en 1982 se abrió un mundo de posibilidades ante mí”, declara durante el metraje Kathleen Hanna que, una década después, será una de las impulsoras del movimiento feminista riot grrrl al frente de Bikini Kill. El álbum no funciona comercialmente tan bien como el primero, pero ese es el menor de sus problemas. La portada del número de agosto de la revista Rolling Stone, obra de la fotógrafa Annie Leibovitz, las muestra en ropa interior, algo que aprueban, aunque no les haga demasiada gracia. Es en esa época cuando despiden a Ginger Canzoneri, su mánager de toda la vida, para firmar con una agencia más potente. Para colmo, las disputas entre ellas por los créditos de las canciones ya son algo habitual.
El punto de no retorno
Talk Show, su tercer elepé, aparece en marzo de 1984 y, en octubre, Jane Wiedlin, una de sus principales compositoras, abandona el grupo debido a sus discrepancias por el reparto de regalías y es sustituida por Paula Jean Brown. “Para mí el punto de no retorno tuvo lugar cuando Jane dejó la banda”, afirma la directora. “Ahí se acabó todo. Pero hubo muchos detalles que llevaron a esa situación: nunca debieron haber despedido a su mánager; debieron tener más tiempo para descansar entre disco y disco y tendrían que haber intentado recuperarse de sus adicciones. La combinación entre el abuso de drogas y la presión a la que se vieron sometidas para que publicaran constantemente nuevo material las quemó totalmente”.
Aun así, participan en la primera edición del elefantiásico festival Rock In Rio, en enero de 1985, al que asisten casi un millón y medio de personas. Ese es su canto del cisne y uno de sus últimos conciertos antes de separarse en mayo. Tan solo han pasado siete años desde aquella fiesta en Venice Beach donde decidieron unir fuerzas. Esa ruptura deja dos bandos incompatibles durante un buen tiempo, con Belinda Carlisle y Charlotte Caffey por un lado y Gina Schock y Kathy Valentine por otro. Después de aquel divorcio, cada una inicia su carrera en solitario y solo Carlisle consigue acercarse al impacto popular de su anterior proyecto gracias a éxitos como Heaven Is A Place On Earth (1987).
En las siguientes décadas tienen lugar varias reconciliaciones para giras puntuales con diferentes formaciones. También logran sumar un elepé de reunión como God Bless The Go-Go’s (2001), una estrella en el paseo de la fama concedida en 2011, un musical en su honor (llamado Head Over Heels, que se estrenó en 2018) y un buen surtido de demandas cruzadas.
Aunque la película pasa de puntillas por esas disputas legales, la realizadora confirma que ha tenido total libertad para contar sus vidas. “Querían ser muy honestas –aclara–, pero hubo un par de temas judiciales que prefirieron no tratar. Son cuestiones recientes y creo que no afectan al corazón de la historia”. Una trama que tampoco evita la relación sentimental semioculta entre Jane y Gina. “Sí que me sorprendió que Gina lo mencionara –apostilla–, porque siempre había sido bastante reservada. Lo que más me chocó es que Jane contara que había sido diagnosticada como bipolar. De hecho, hizo esa revelación delante de la cámara, porque antes nunca había querido que lo supieran sus compañeras”.
Con una nueva canción recién publicada, la primera en dos décadas, titulada Club Zero, y un tour estadounidense previsto para 2021, The Go-Go’s aún esperan su ingreso en el Rock and Roll Hall Of Fame. Otra discriminación histórica para la única banda femenina que ha conseguido colocar su álbum de debut en el número uno durante seis semanas consecutivas en EE UU. Solo existen otros 25 artistas que lo han logrado, entre ellos Elvis y The Beatles. Como concluye Kathleen Hanna, “puede que no estén en el Rock and Roll Hall Of Fame, pero sí que están en mi salón de la fama particular”.
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