C. Tangana: “En el mundillo de los artistas, que somos todos gilipollas, necesitas conocer a la persona”
El cantante deja atrás al personaje y firma con su nombre real, Antón Álvarez, su primer largometraje como director: ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’, un documental sobre este joven prodigio de la guitarra flamenca. Ambos artistas cuentan cómo fue
Hoy Antón Pucho Álvarez, alias C. Tangana, va con prisas. “Tío, de verdad que lo siento, pero esta tarde tengo psicólogo y como vuelva a faltar otra semana, me mata”, explica en una pausa de la sesión de fotos para justificar el por qué de la muy exacta hora límite para terminar la entrevista que ha impuesto su equipo. En realidad es un tiempo razonable, pero da la impresión de que, por algún motivo intangible, hoy tiene todo el mundo tantas ganas de agradar que cualquier cosa parece poco. Álvarez (Madrid, 34 años) posa con Yerai Cortés (Alicante, 29 años), el guitarrista que protagoniza el primer largometraje que ha dirigido, La guitarra flamenca de Yerai Cortés. Ambos comparten Premio ICON este año, y hoy desprenden luz y complicidad: son dos amigos que bailan en los descansos, bromean entre ellos...
La actitud del cantante metido a cineasta contrasta con la que se le percibía en el largo período de lanzamiento de El madrileño, el invierno de 2020 a 2021. Entonces, a pesar de que las cosas parecían irle viento en popa, Álvarez parecía más tenso y más preocupado, como bajo un nubarrón que, de hecho, fue creciendo mientras preparaba una gira que terminó siendo faraónica y que, aunque al final salió bien, casi acaba con su salud, con su equipo y con su economía. Una historia que contó con bastante detalle en el documental Esta ambición desmedida (2023).
Pero lo de ahora es distinto. La guitarra flamenca de Yerai Cortés, que el músico firma como Antón Álvarez, su nombre de pila, es como un descanso del personaje de Tangana y la culminación de un objetivo que llevaba años anunciando: dirigir cine. Por fin lo ha hecho, aunque Cortés, el protagonista, asegura que el formato, un documental de 95 minutos, no fue algo premeditado. “Cuando empezamos no sabíamos si iba a ser un documental o unos vídeos familiares”, explica del largometraje que se presentó en San Sebastián con excelentes críticas y llega a salas el 20 de diciembre.
Yerai Cortés es menos conocido que el director de su película, pero está más que asentado en la escena flamenca. Empezó su vida profesional tocando la guitarra en los tablaos de Madrid, pero muchos aficionados le conocieron de verdad cuando, en 2020, la bailaora Rocío Molina lo incorporó a Al fondo riela, la segunda parte de su trilogía dedicada a la guitarra. Tenía solo 25 años y sorprendió a la parroquia flamenca por su frescura, espontaneidad, desparpajo y dominio del compás. Un año y medio después, volvería en la última parte de la trilogía, Vuelta a uno. Allí confirmó lo personal de su toque.
Ahora se le puede ver con su propio espectáculo, Guitarra coral, que estrenó en el Festival de la Guitarra de Cádiz, pero que, y aquí está su auténtico mérito, va a presentar también en lugares tan alejados del flamenco como el Monkey Week de Sevilla, un certamen que se dedica a los artistas con proyección centrado habitualmente en el rock y la música urbana, y en 2025 en el Sónar, el gran festival español de electrónica y vanguardia. “Su espectáculo trae un formato inédito en la guitarra flamenca de concierto. Va con seis palmeras y cantaoras que lo escoltan, pero en nada entorpecen su discurso, que mantiene a pulso”, dice Fermín Lobatón, uno de los grandes especialistas en el género. “Hay inteligencia, pensamiento y novedad en la presentación, pero el toque sigue siendo tan flamenco como personalísimo y usa todos los recursos de la guitarra flamenca. Hay flamencura, hay herencia, hay novedad y hay sorpresa en el toque flamenco de Yerai”, concluye el crítico.
Solo le faltaba una cosa para terminar de labrarse un nombre: un disco en solitario. Pero no tenía prisa y sí las ideas muy claras. Y en esto estaba cuando, hace tres años, en su vida se cruzó C. Tangana por casualidad. Ese es el punto de partida del documental, que empieza con el cantante narrando ese encuentro, en una fiesta organizada por Javier Limón.
“Esa noche estaba hasta Cayetana Álvarez de Toledo. Yo terminé discutiendo de política con ella”C. Tangana
—Conocemos la versión de Pucho, pero ¿cuál es la tuya, Yerai?
—Yo no iba a ninguna fiesta. Yo iba a escuchar el disco del hijo de Javier Limón y me planté en su casa en chanclas, para estar cómodo en el estudio. Fui hasta cenado, me hice un cacho de pizza y me la comí. Y cuando llego había una pila de gente, alguna que conocía y otra que no, y un montón de bebida y comida.
—Javier es de lo que no hay —irrumpe Tangana—. Es el maestro en juntar a gente de todo tipo. Esa noche estaba hasta Cayetana Álvarez de Toledo. Yo terminé discutiendo de política con ella.
Siguen unos minutos de conversación entre colegas. De esas en las que es imposible intervenir y muy complicado interrumpir. Esa noche se conocieron y se cayeron bien. “No hablamos de proyectos. Ahí estuvimos charlando y con la guitarra. Al final se empezó a ir la gente y nos quedamos solos”, recuerda Yerai. ”Estábamos como muy guay. Nos dimos los teléfonos y al día siguiente nos llamamos. ‘Oye, ¿Cómo vas con la resaca?”, remata Álvarez. A partir de aquello, se fue creando su amistad entre fiestas flamencas, personajes peculiares, noches que se prolongan hasta la mañana y el descubrimiento de que ambos tienen algo que el otro quiere. “He de reconocer que hay una parte egoísta en mí”, dice Álvarez. “Yo encontré en él a alguien que está dentro del flamenco y que realmente me podía explicar las cosas, ¿sabes? Para entrar necesitas una conexión personal. Y lo agradecí. En el mundillo de los artistas, que somos todos gilipollas, necesitas conocer a la persona”.
Poco a poco, cuentan, la idea de que Tangana le ayudara con su disco de debut fue tomando forma. “Un día él ya me habla de las composiciones que está haciendo, de su mundo y de su proyecto”, explica el cantante. “Y dentro del proyecto él tenía muchas ideas que tenían que ver con grabar a su familia, lo de la ASMR, que él decía que era utilizar sonidos que no son sólo la música, o grabar vídeos. Y me explica también la narrativa que inspira las canciones. Todas las canciones tienen una narrativa muy clara, de una cosa muy precisa que a él le pasa, y que es el detonante para que las escriba”.
El resultado es La guitarra flamenca de Yerai Cortés. Algo así como la historia familiar de Yerai Cortés. Una historia que no es sencilla, llena de risas y de momentos realmente duros. Y con un drama que sobrevuela todo el filme y que solo se aclara al final. Algo que es mejor no contar aquí, porque la película se disfruta mucho más cuando se va virgen. Y en pantalla grande. Es cine. Por supuesto, hay mucha música: “El disco ya está hecho, es la música de la película, solo hay que publicarlo”, confirma Cortés.
Técnicamente, la película sigue sus propias reglas. El sonido es increíble, minucioso, perfecto en su pretensión de capturar el detalle, lo que contrasta con que visualmente las imágenes a veces aparecen llenas de grano, incluso desenfocadas. Algunos movimientos de cámara son muy peculiares, con giros casi imposibles. Por momentos es hasta incómoda de ver. Obviamente, es algo buscado. “Lo que prima es seguir la emoción de lo que ocurre. Y eso conlleva que, de repente, estás enfocando una cara y te vas a otro lado corriendo porque pasa algo en otro sitio. Que es lo que pasa en una fiesta cuando la vives desde dentro. En cuanto al sonido, Yerai tiene un concepto muy claro de cómo quiere que suenen las cosas, que contesta un poco a lo que ahora sucede en el flamenco”, apunta Álvarez. “El flamenco grabado y el flamenco en el escenario suenan muy distintos. Yerai siempre quiere acercarse al sonido real. Él decía: ‘Vamos a grabar lo que pasa realmente’. Quería que, cuando escuchas a alguien tocar en el campo, oigas los pajaritos. Que si es en una habitación, oigas si alguien entra por la puerta. Si es en una fiesta, si alguien pide una cerveza, o el ‘¡olé!’ de uno que está fuera, uno que está desafinado u otro que está borracho y dice no sé qué. Eso forma parte de la música... Él quería incluir todo eso”. Si combinas todo, el resultado funciona. Es vivo y es real.
“No hablamos de proyectos. Ahí estuvimos charlando y con la guitarra. Al final se empezó a ir la gente y nos quedamos solos”Yeray Cortés
Es curioso que la referencia del cineasta era muy distinta a lo que ha terminado haciendo. Reconoce haber devorado una forma tan concreta de rodar el flamenco que es casi un género en sí mismo: los documentales de Carlos Saura. “Para mí, Saura es un maestro. Mi papá, así te lo digo. A nivel de dirección y sobre todo en esta película, es mi padre. Estoy desde hace años en busca de la identidad visual española. Y estoy obsesionado con Saura. Pero cuando se lo digo a Yerai, le noto reticente. Y cuando indago un poco, me confiesa lo que le pasa: ‘Es que, hermano, es un playback”.
Así que optan por todo lo contrario: una película sin apenas preproducción. “La película es una improvisación. Teníamos marcados cuatro puntos a los que queríamos llegar, sí o sí, pero todo lo que sucedía en el trayecto era pura improvisación. Lo que sí tenía claro era que fuera como un concepto Disney, en el que yo te toco una canción, te la canto, pero te voy a contar antes de que va la canción y cuál es la historia y por qué”, explica Álvarez. Por ese trayecto pasarán todos aquellos que son importantes para Yerai. Sus padres, su novia, sus amigos... y una ausencia que ha marcado su vida. “Es una película de amor. Nosotros lo decíamos. Si te preguntan de qué va la peli, es una película romántica”, dice Álvarez. Y puede tener razón. El romanticismo no tiene por qué girar solo en torno a una relación de pareja. El amor es muy grande y muy amplio. Y si algo expresa Cortés en la película es que quiere a quienes que le rodean, que es una persona que se da. Y Antón Álvarez también parece un poco así, alguien que va a corazón abierto. “Somos unos románticos y nos encanta partirnos el pecho”, confirma. “Hay un cambio claramente generacional. A mí esta película me ayuda a nivel personal”
En una escena, Yerai, reunido con sus amigos de infancia, habla de la diferente forma de afrontar las cosas entre los payos y la comunidad gitana. Porque también podría verse la película como la construcción de una persona que se mueve entre dos mundos, el gitano y el payo que cohabitan pero no conviven. “Cuando me preguntan: ‘¿Habéis intentado hacer un retrato de la comunidad gitana?’, digo: no”, contesta rotundo Álvarez. “Da la casualidad de que Yerai es gitano y de que los guardianes del flamenco, los que realmente hacen del flamenco su estilo de vida, son la mayoría gitanos. Pero la película, si trata de hacer un retrato de algo, es del cambio generacional. Porque hay un cambio en la forma de enfrentar los problemas entre las parejas según seas de la generación de mis padres, de la mía o de gente más joven que yo, ahí hay un cambio. Aunque entiendo que para mucha gente la comunidad gitana sigue siendo algo exótico”.
—Pero, hay un momento en el que Yerai dice que, a veces, cuando vuelve donde creció, se siente como en un país distinto.
—Hombre, cuando yo voy a pasar la Nochebuena a casa de mis tíos con todo mi estilo, a veces también me siento en un país distinto —dice Álvarez—. Sí que es verdad que la comunidad gitana tiene unos principios y unos valores que quiere mantener y preservar. Y es una comunidad que, para que la tradición permanezca, necesita gente que vele por ello. Nosotros vivimos en una sociedad más diluida, en la que hoy tengo estos valores, y la semana que viene tengo estos otros. Hay una cuestión real en que la gente que mantiene tradiciones tiene valores más fuertes, más férreos y que duran más tiempo.
—Este es un proyecto en el que yo soy, digamos, el protagonista de la música —afirma Yerai—, pero todo es un mensaje por y para mi familia: para mis padres, mi hermana, mi chica... Es sobre los problemas que tenemos, que benditos problemas algunos... Es simplemente una presentación hacia ellos para ver qué podíamos solucionar de todo esto, porque la música siempre ha sido un trabajo terapéutico para mí y esta película lo es.
—¿Y les ha gustado?
—La verdad es que están muy contentos
—¿Misión cumplida entonces?
— Misión cumplida.