El caso Pasok: ¿pueden unas zapatillas verdes y unos cuantos memes resucitar a un partido?

Condenado a desaparecer por su gestión de la crisis de 2008, el histórico Partido Socialista de Grecia ha renacido entre la juventud de la forma más contemporánea: gracias a memes que lo asocian con una época de bonanza y riqueza

Dos jóvenes celebran una victoria del Pasok en 1996.Fotos cedidas por Yannis Louloudi

Yannis Louloudis es un coleccionista de zapatillas griego. En su cuenta de Instagram, con más de 200.000 seguidores, exhibe ropa cara, viajes a Dubái y, sobre todo, ediciones limitadas de deportivas. En 2021, con apenas 17 años, Louloudis se hizo famoso cuando lanzó al mercado las Basok Low, unas zapatillas muy parecidas a las célebres Nike Dunk, pero con el reconocible verde corporativo y el logo, un sol verde, del Pasok, el Partido Socialista de Grecia. Se llamaban Basok porque en la jerga callejera la letra P se pronuncia como la B. El trapero Snik, icono de la moda urbana, publicó un vídeo del unboxing que disparó las ventas. Y no eran baratas: 300 euros, cuando el salario mínimo rondaba los 700. En la lengüeta había una frase bordada: “Dinero sí que hay”. Lo dijo en 2009 el entonces primer ministro Giorgos Papandreu, del Pasok, cuando comenzaba una crisis que se llevaría por delante el sistema de partidos que regía desde 1974. El pilar en el que se asentaba había sido el Pasok.

A los socialistas no les hizo gracia convertirse en una marca de moda. Amenazaron con poner una denuncia y Louloudis las retiró del mercado. Cuando en una entrevista le preguntaron si entendía la controversia, declaró que conocía el Pasok “por los memes”. Para él no era tanto un partido como un elemento de la cultura popular con el que se hacía chanza. El joven explicó que cada vez que ofertaba alguna zapatilla muy cara, sus redes se llenaban de comentarios del tipo: “Con el Pasok te las comprarían”. El partido socialista simbolizaba, en el imaginario de los jóvenes despolitizados, la nostalgia irónica por los tiempos de bonanza económica que sus padres les habían contado. Desde hacía años, en las redes griegas circulaban miles de memes con esa temática. “Con el Pasok, nosotros le hacíamos regalos a Papá Noel”; “con el Pasok encendíamos el aire acondicionado para compensar el calor de la calefacción”.

De hecho, en 2021 el Pasok ya no existía como marca electoral. Resulta complicado resumir los turbulentos años que siguieron al crack de 2008. Además de brutales recortes sociales, decenas de huelgas generales, disturbios de escala inconcebible, plazas repletas de indignación, pérdida del poder adquisitivo y hasta bajada de la esperanza de vida, en Grecia hubo muchas elecciones. Tantas, que se popularizó un dicho sarcástico: “Antes votábamos cada cuatro años y nos íbamos de vacaciones cada verano. Ahora nos vamos de vacaciones cada cuatro años y votamos cada pocos meses”.

En cada una de las citas electorales, el Pasok perdía apoyos y cada fracaso electoral era seguido de escisiones, que a su vez conducían a rebautizar con nuevos nombres las formaciones de los que se iban y de quienes se quedaban: Izquierda Democrática, El Olivo-Alianza Democrática, Movimiento de los Socialistas Democráticos, Movimiento por el Cambio… El declive de los socialistas helenos parecía tan inexorable que, en varios idiomas, se creó un verbo para definir el proceso de los partidos de centro izquierda destinados a desaparecer: pasokización.

Yannis Louloudis sostiene un par de zapatillas Basok Low.Fotos cedidas por Yannis Louloudi

Paradójicamente, cuanto menos peso tenía el partido, más se asentaba la imagen irónica del Pasok como sinónimo de estabilidad y abundancia. Las fotos de Papandreu, fundador del partido y primer ministro durante 10 años, pasaron a formar parte de la iconografía habitual en los programas de humor de televisión y, sobre todo, en Facebook.

El biólogo Yorgos Kankas recuerda su sorpresa la primera vez que fue invitado a una fiesta de temática Pasok. “En 2013 el partido estaba en caída libre y no conocía a nadie que quisiera votarlo. Entonces, en Salónica me invitaron a un ‘evento Pasok’. Una fiesta de disfraces en la que los participantes debían vestir atuendos que recordaran la época de esplendor socialista”. No solo había fiestas. Grupos de Facebook organizaban encuentros donde los asistentes vestían con prendas verdes y recreaban mítines de forma satírica. Los jóvenes utilizaban sus símbolos, los eslóganes y las referencias al partido en un tono burlesco y nostálgico. Como la marca electoral había desaparecido, nadie producía nuevo merchandising. Así, las banderas, llaveros, gorras o cualquier objeto con el símbolo del sol verde se revalorizó en el mercado de segunda mano.

Aunque inicialmente se trataba de una burla, el constante mencionar al Pasok lo convirtió en un partido popular entre los jóvenes. La visibilidad de los chistes se tradujo paulatinamente en visibilidad a secas entre una generación que parecía destinada a ignorarlo. Algunos líderes del partido empezaron a participar en la broma y aprovecharon para reconstruir la imagen del Pasok.

Y, al final, pasó: el consumo irónico revitalizó el partido hasta tal punto que en 2022, los socialistas recuperaron su nombre y logo históricos. En las recientes elecciones europeas rozaron el 13%, triplicaron el número de escaños y se consolidaron como tercera fuerza.

Este mayo, Yannis Louloudis lanzó unas zapatillas con el logo y el color corporativo de Nueva Democracia, el partido hoy en el poder. Pero, a diferencia de los socialistas, la derecha sí supo ver el potencial desde el inicio y el propio primer ministro Kyriakos Mitsotakis posó junto a Louloudis con un par en la mano, y otro en los pies. Por si acaso.

Adiós, Pasok: Anatomía de una caída

Casos de corrupción precipitaron la decadencia de un partido histórico. Además de su gestión de la crisis económica, el Pasok fundado por Andréas Papandreu (en la foto) y los conservadores de Nueva Democracia se vieron salpicados por la corrupción. Uno de los casos más conocidos implicó a ministros de ambos partidos con sobornos millonarios a la empresa Siemens por contratos en las obras de los Juegos Olímpicos de 2004. Algunos de los sumarios del caso todavía no se han resuelto pero, sea como fuere, la imagen de los partidos quedó manchada prácticamente hasta hoy. 

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