Iker Jiménez desatado, un festival en entredicho y el melón de los Juegos Olímpicos: la resaca eurovisiva continúa
Cuatro días después el festival de Eurovisión sigue dando que hablar: la victoria de una persona no binaria y la participación de Israel siguen dando munición para que un evento que se declara apolítico atraiga más ideologías extremas que nunca
¿Larga vida a Eurovisión? Durante minutos no lo pareció: Israel coronó durante un par de minutos la lista de las votaciones a eso de las doce y media del pasado sábado y la imagen fue lo más polémico de la historia de un festival que, hasta ahora y con el COVID como única excepción durante 68 años, se ha celebrado a pesar de conflictos bélicos y crisis de reputación. Prueba de que este festival ha sido diferente ...
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¿Larga vida a Eurovisión? Durante minutos no lo pareció: Israel coronó durante un par de minutos la lista de las votaciones a eso de las doce y media del pasado sábado y la imagen fue lo más polémico de la historia de un festival que, hasta ahora y con el COVID como única excepción durante 68 años, se ha celebrado a pesar de conflictos bélicos y crisis de reputación. Prueba de que este festival ha sido diferente a otros es que cuatro días después sigue en la conversación, sigue siendo trending topic en X, antes Twitter, y sus consecuencias pueden colear durante meses. Pero no solo se habla de Israel. Repasamos algunos de los hitos de un gran resaca europea.
Israel, 12 ‘points’
Las sospechas se confirmaron: Israel arrasaría en el televoto gracias al voto de simpatía hacia su causa. Lo mismo que llevó a la victoria a Ucrania en 2022 con una canción tan mediocre como Stefania, de Kalush Orchestra. Tuits como este, en el que una mujer muestra que se gastó 21,80 euros en un total de 20 mensajes para votar a Israel, demuestran que hubo una ola de voto masivo hacia el país que nada tenía que ver con la música. Israel fue el país ganador en el televoto de 15 países: Ucrania, Luxemburgo, Azerbaiyán, San Marino, Malta, Albania, Dinamarca, Noruega, Georgia, Grecia, Estonia, Países Bajos, Austria, Italia, Finlandia, Portugal, Letonia, Irlanda, Polonia, Lituania, Suecia... y España. Solo Ucrania y Croacia la dejaron sin ningún punto. Era previsible y normal: la ideología mueve más que la pasión por Eurovisión. A Israel solo lo superó la popularísima propuesta croata, por solo 14 puntos.
El precedente que establece es significativo y tal vez peligroso: el voto mediante SMS, o sea, que conlleva un coste, limita el número de participantes potenciales y da alas a que un voto organizado en masa hacia un país en concreto, que por un motivo o por otro despierte las fantasías de una base lo suficientemente grande de ciudadanos, desequilibre la balanza y consiga que el festival se convierta en una competición por muchas cosas, sin ser las canciones ninguna de ellas. Especialmente, consideraciones éticas e ideológicas aparte, porque muchos de esos votantes que quieren alzar a un país en concreto en Eurovisión será gente a la que no le interesa Eurovisión.
Iker Jiménez contra todes
Un mantra se repite en las redes sociales como respuesta a todos aquellos que muestran con orgullo haberse dejado más de 20 euros para votar por Israel: al final, ganó una persona no binaria que canta un tema a favor de romper las barreras de género (The Code, de Nemo), que si bien fue la quinta opción del televoto popular arrasó con mucha diferencia entre el jurado por la virtuosa ejecución vocal y la arriesgada puesta en escena. Sin embargo al presentador Iker Jiménez no le gustó la canción (”cero más grande que la catedral de Burgos”) y le molestó sobremanera que Tony Aguilar afirmase que Nemo, que se define como una persona no binaria, estaba “emocionade”. Su muro se llenó de comentarios de seguidores, muchos de ellos en forma de réplica respetuosa. “Siempre te he apreciado por ser una persona que no se cierra a ningún punto de vista y crear buen debate, pero comentarios así dejan mucho que desear. Lo siento si estoy mal interpretando, pero me da la impresión de que te estás burlando”, escribió alguien. Jiménez le respondió:
Durante sus tuits insistió en que todo le parecía “divertido” y remarcó que Eurovisión “es para echarnos unas risas” (160 millones de telespectadores no están del todo de acuerdo). Tras las críticas recibidas, el presentador con dos programas actualmente en antena, un premio Ondas, tres Antenas de Oro, una decena de libros publicados y casi 800.000 seguidores en Twitter, publicó un vídeo pidiendo que se respete su libertad de expresión.
Juegos Olímpicos, ¿y vosotros qué?
Eurovisión ha sido el primer evento internacional que cuenta con la participación de Israel desde el comienzo de su ofensiva militar sobre Gaza, pero el mundo mira ahora al siguiente, infinitamente más grande: los Juegos Olímpicos que se celebrarán en París en 2024. Algunas voces en redes sociales se preguntan si las críticas a Eurovisión no obedecen, también, al sistemático maltrato del festival por parte de ciertas élites culturales que lo consideran una horterada que no merece consideración o, en el mejor de los casos, un chiste con el que divertirse (como parece considerarlo Iker Jiménez).
Eurovisión sería, según esa teoría, una víctima propiciatoria para una injusticia que va mucho más allá de su escenario (aunque sea indudable que dejar participar a Israel ha sido un error que pagaron caro). ¿Ocurrirá lo mismo con los Juegos Olímpicos? Partidos políticos como Podemos, que ya pidieron que España se retirase de Eurovisión como protesta por la inclusión de Israel, han pedido también que no participe en los Juegos Olímpicos si no se retira a Israel.
España, a ciegas
En 2022 triunfamos en Eurovisión con una propuesta internacional y espectacular que no es de recibo intentar repetir, porque el momento Chanel se ha convertido en un lugar demasiado común en Eurovisión como para volver a apostar por ello (aunque es de justicia reconocer que Chanel perfeccionó lo que ya había hecho con gran éxito Eleni Foureira en 2018). En 2023 intentamos jugar la carta de la españolidad con una propuesta entre flamenca, lorquiana y electrónica de ejecución impecable y puesta en escena espectacular de manos de Blanca Paloma, y aunque gustó al jurado profesional, nos hundimos en el televoto: parece que la gente se aburrió. En 2024 nos dijimos: vamos a divertirnos. Zorra no es vocalmente virtuosa y la puesta en escena era simplemente apañada, pero sonaba auténtica, como canción de pop de tres minutos era clásica y redonda y, sobre todo, su mensaje y su declaración de intenciones al ser interpretada por una mujer de 56 años podía resonar en todo el mundo. Pues tampoco. La carta de Rosalía, nuestra exporación musical más exitosa desde Enrique Iglesias, tampoco podemos jugarla: año tras año hemos perdido la oportunidad de llevar algo que se le parezca (ha habido propuestas en el Benidorm Fest, como las de Fusa Nocta el año pasado o Almacor este, a las que les faltó brillo) y ya países como Italia o Grecia nos adelantaron por la derecha este año. El Benidorm Fest 2025 tiene mucho trabajo por delante. Y Eurovisión también.
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