Contra todo y contra todos: ‘South Park’ cumple 25 años, ¿convertido en referente de la derecha?
Los dibujos creados por Trey Parker y Matt Stone soplan velas en una época radicalmente distinta a aquella que comenzaron satirizando: tanto, que muchos de quienes comparten su cosmovisión punki se encuentran más entre las filas conservadoras que las liberales
En el episodio final de la segunda temporada de South Park, El troglodita congelado (1999), los protagonistas ponían en manos de un científico loco del pueblo su último hallazgo: un supuesto hombre prehistórico que finalmente resulta que es un hombre que quedó atrapado en 1996 en un bloque de hielo. Al reanimar al espécimen, para prevenirlo del shock de despertar en un mundo que “no comprenderá”, el doctor creaba un hábitat con merchandising de la película de Disney ...
En el episodio final de la segunda temporada de South Park, El troglodita congelado (1999), los protagonistas ponían en manos de un científico loco del pueblo su último hallazgo: un supuesto hombre prehistórico que finalmente resulta que es un hombre que quedó atrapado en 1996 en un bloque de hielo. Al reanimar al espécimen, para prevenirlo del shock de despertar en un mundo que “no comprenderá”, el doctor creaba un hábitat con merchandising de la película de Disney El jorobado de Notre Dame y un hilo musical de Ace of Base. El chiste es que el margen de cambios radicales respecto al año del que provenía el supuesto troglodita era ridículo. Todo lo contrario a la propia serie en el mundo real: el espacio de tiempo transcurrido entre el 13 de agosto de 1997, fecha de estreno en Estados Unidos, y el año 2022 suma ya 25 años en activo (para sorpresa de sus propios creadores, los humoristas Trey Parker y Matt Stone, que llegaron a aceptar la comedia Baseketball: Muchas pelotas en juego [1998] en fechas que coincidían con la producción de South Park porque asumían que estaría cancelada para entonces).
Ahora, esta comedia sobre las vivencias de cuatro niños en un pueblo ficticio de Colorado, marcada por su alegre uso de lenguaje malsonante, sus chistes escatológicos y la sátira política, sirve casi como una crónica de las transformaciones que ha sufrido el mundo este cuarto de siglo. Ha incorporado a las tramas la pandemia o las criptomonedas; tiene que convivir, como tantas otras sitcoms de larga duración, con capítulos que hoy pueden resultar desfasados; y ha tenido que recular con ciertos capítulos sensibles. El capítulo HombreOsoCerdo (2006), por ejemplo, dibujaba al político y ambientalista Al Gore como un loco que advertía al mundo de una amenaza inexistente mezcla de hombre, oso y cerdo, a modo de parodia negacionista del cambio climático. En la temporada 22, emitida en 2018, el HombreOsoCerdo resulta ser real. Con él, se disculpaban ante Gore.
Su retrato de las personas trans también tuvo un giro significativo. Primero La nueva vagina del señor Garrison (2005), donde el personaje de Kyle, judío blanco, hacía la ridícula transición a hombre negro y su padre, a delfín. Pero luego llegó The Cissy (2014, cuya traducción aproximada sería “El cisito”, en referencia a las personas cisgénero), una mucho menos superficial reflexión sobre el significado del género. Después, todo sea dicho, volvieron a tropezar con Board Girls (2019), una mofa sobre la participación de mujeres trans en deportes femeninos. Mientras, la aproximación de la serie al racismo ha sido incluso alabada por la plataforma afroamericana por los derechos civiles NAACP. Parker y Stone han hecho chanza de la Iglesia de la Cienciología, han sufrido amenazas de muerte por mostrar imágenes del profeta Mahoma ―prohibidas por las autoridades islámicas― en hasta cinco capítulos, y se han burlado de la sobreprotección respecto a lo que ven y escuchan los niños en el marco de una cultura celebrativa de la violencia y las armas. También han explorado desde un punto de vista infantil el suicidio asistido. La libertad de expresión y (los tintes autoritaristas que conlleva restringirla) son un tema muy presente en la serie y el punto central del argumento de su versión cinematográfica de 1999.
La serie ha adoptado, en los últimos años, continuidad narrativa, frente a las historias episódicas que solía tener antes. Las dinámicas de sus personajes tienen mayor elaboración que en su primera etapa, la cual los creadores han llegado a calificar de “terrible”. No es el único cambio que ha sufrido. Muchos analistas culturales se plantean si el legado de la serie, el recorrido de sus representaciones políticas nihilistas, han contribuido nada menos que al ascenso de Donald Trump. Si bien cualquier espectador de la serie sabe sobradamente que Trey Parker y Matt Stone no son simpatizantes del expresidente, los artículos elucubrando si South Park inventó o empoderó a la llamada alt-right (la extrema derecha estadounidense) han sido un género al alza desde 2016. El propio Parker reconoció en una entrevista a The Los Angeles Times que Trump usaba en sus mítines las “herramientas” de la serie y “se impulsaba a través de un uso intencionado de la comedia”.
En el artículo South Park crio a una generación de troles, publicado en 2017 en la web AV Club, el periodista Sean O’Neal opinaba que el espíritu de “la derecha es el nuevo punk”, el cual era, precisamente, el que siempre había latido en la serie. “Parker y Stone solían presumir de ser punkis por decirles a sus amigos de Hollywood lo mucho que amaban a George W. Bush. (...) La influencia de South Park resuena en cada muestra diaria de apatía en este mundo en el que quien se preocupa, pierde”, escribe. Una tesis similar sostuvo el analista cultural Ross McIndoe en su artículo para Vice South Park hizo que molase no preocuparse de nada. Luego, el mundo cambió, de 2019, donde se comparaba el contexto en el que nació la serie con el actual. De ahí los problemas que, en opinión del autor, habían tenido sus creadores para actualizar su discurso: “En 1999, la insistencia de South Park en burlarse de todo y de todos se percibía como una estimulante afirmación de la libertad personal en un panorama de entretenimiento censurado bajo líneas cada vez más duras y conservadoras. Pero en este mundo en el que los conservadores se han posicionado a sí mismos como precursores de la libertad de expresión y manipulado el derecho a decir lo que se piensa como justificación para violar las libertades personales de los demás, el verdadero legado de la actitud de nada me importa una mierda de South Park parece un poco más peligroso”.
Bebés políticamente correctos
“Creo que se han vuelto menos perspicaces con el paso del tiempo”, dice Ross McIndoe a Icon. “Para mí, South Park siempre ha tenido algo fundamentalmente alegre. Su sátira se basa en la idea de ‘ojalá el gobierno/la escuela/Barbra Streisand desaparezcan para que yo pueda volver a pasármelo bien’. El problema es cuando estás tan singularmente obsesionado con tu propia diversión que dejas de distinguir entre la censura y las críticas justificadas”. McIndoe pone como ejemplo unos personajes que la serie ha introducido en sus últimas temporadas, los “bebés políticamente correctos”, una parodia a la llamada snowflake generation, en España traducida por algunos como “generación de cristal”: jóvenes supuestamente ofendidos por todo y más débiles que sus predecesores. “Al igual que muchos artistas que en su día se definieron como rebeldes han envejecido sin crecer y han respondido a una cultura que les ha sobrepasado tirando pullas de segunda contra esas construcciones de paja o hacia las deportistas transgénero, lo que les hace aún más simpáticos para los seguidores de Trump”, opina.
El aclamado crítico Roger Ebert tuvo problemas similares con la cosmovisión política de los creadores a propósito de su largometraje Team America: La policía del mundo (2004), comedia en torno al belicismo de la Administración de Bush donde los personajes que se oponían activamente a la guerra eran... los malos. “Si me pidieran que extrajera una posición política de la película, no sabría qué decir. No está ni a favor ni en contra de la guerra, solo se dedica a ridiculizar a los que la libran y a los que se oponen a ella. No me agredió su contenido, pero su nihilismo sí. En un momento en el que el mundo está en crisis, la respuesta de Parker y Stone es mofarse de cualquiera que se tome la situación en serio”, observó. Sobre la auténtica ideología de los humoristas, ellos mismos han afirmado en alguna ocasión ser republicanos con supuesta intención de provocar, si bien en otras ocasiones han dicho sentirse más cercanos a los conocidos como capitalistas “libertarios”, contrarios a la regulación estatal. En cualquier caso, South Park también ha parodiado esa visión, tanto con el capitalismo salvaje a través del padre de uno de los chavales, el judío Kyle (cuya influencia, en un episodio, lleva a su hijo a escribir una redacción totalmente fascista sobre cómo debería organizarse el mundo).
“South Park se opone a cualquier forma de regulación. Es la misma mentalidad derechista de ‘la libertad significa hacer lo que quiera’, por lo que tiene sentido que muchas veces se encuentren alineados”, dice a Icon Ross McIndoe. Por contra, el ilustrador, editor y autor satirista Ximi, también entrevistado, cree que la serie sí “ha ido a mejor” y que su comentario político se ha vuelto “más preciso” que en los noventa, cuando “el vehículo para satirizar la realidad era la humillación de grupos minorizados en nombre de la libertad de expresión”. Añade: “Cualquiera con dos dedos de frente ha aprendido que premisas que dábamos por hechas no solo son perjudiciales, sino falsas, y esto sucede al verse expuesto a otras sensibilidades. Lanzar un discurso misógino, homófobo, tránsfobo o racista no es desafiar a ningún poder, es respaldar el statu quo”. El periodista cultural, novelista y editor Albert Kadmon, que se define como “fan acérrimo” de South Park, recuerda a Icon que la serie fue “pionera” alertando de la gentrificación o “el capitalismo de plataformas”.
Kadmon tampoco cree que los mecanismos humorísticos de la serie se hayan visto obsoletos en el contexto actual, donde igualmente ha podido atacar o ridiculizar a Trump, “aunque desde la suposición conservadora de que es peor el pueblo, que tiende a buscarse tiranos”. La temporada que South Park emitió en paralelo a la campaña electoral de Trump y Hillary Clinton en 2016 también contaba sus propios comicios: el personaje del señor Garrison hacía de doble del candidato republicano. Entonces, se aludía a la llamada corrección política como justificación de su ascenso. Que Parker y Stone no solo no apoyasen sino que decidiesen atacar nítidamente a Trump, sin embargo, alienó a parte de sus espectadores. El famoso subforo trumpista The_Donald, entonces alojado en Reddit, echó chispas contra aquellos capítulos.
“Los reaccionarios no odian a la derecha y a la izquierda (como sí hacen Trey Parker y Matt Stone), los reaccionarios odian a quienes están a su izquierda”, escribía el autor Peter Coffin en el artículo ¿Son los creadores de ‘South Park’ reaccionarios?, en su blog. Para él, la idea de que la serie ridiculiza todos los cambios sociales y a todos aquellos que intentan hacer un mundo mejor es falsa: “South Park no está contra el cambio, está contra las doctrinas. Es pura posmodernidad, deconstruye sin ninguna intención de reconstruir. Pero la destrucción es cambio”.
El autor rescataba unas palabras de Stone en Vulture en 2016: “Un reaccionario nunca diría: ‘Siento que el término corrección política se ha convertido en algo que simplemente engloba lo que no te gusta’. Nos interesa ese debate desde hace mucho tiempo, pero no todo es corrección política fuera de control. Escuchas a algún cómico decir ‘¡Estos chicos universitarios ya no se ríen con mis chistes!’ y, no sé, tal vez eres un puto viejo. Puede que la gente no se ría porque tenga miedo a un estricto código policial de corrección política. Pero también puede que, simplemente, no se ría”.
El año pasado, Parker y Stone firmaron un acuerdo de 900 millones de dólares con ViacomCBS para realizar seis nuevas temporadas y otras 14 películas o, al menos, capítulos especiales de South Park. La serie, raro caso de comedia longeva cuyos fans generalmente prefieren su etapa reciente a la inicial, no tiene final en el horizonte. En 2018, el equipo promocionó su nueva temporada con el hashtag #CancelSouthPark como respuesta a la supuesta cultura de la cancelación. “Cuatro muchachos blancos viéndose amenazados por absolutamente todo lo que les rodea y con carta blanca para cagarse en el resto es algo que siempre va a estar a salvo de la censura”, dice Ximi, quien vaticina que “al igual que pasa con las primeras temporadas de South Park, al cabo de los años nos va a dar vergüenza ajena volverlo a ver”.
“Siempre es peligroso asignar tanta influencia a la cultura pop. Como la propia South Park satirizó en el capítulo La historia de Escroto McBolas de Moco [sic], no deberíamos buscar mensajes sociopolíticos profundos en los chistes de pollas de los dibujos”, escribía Sean O’Neil en South Park crio a una generación de troles, para concluir: “La serie es, y siempre será, más divertida que cualquiera de los repugnantes inadaptados que se han pasado décadas interiorizando las falsas equivalencias y el racismo irónico del programa, para luego regurgitarlo vagamente en un intento de imitar su carácter rompedor, o peor aún, tratarlo como una especie de manual para la vida”.
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