Otro clásico en peligro: el futuro incierto del Standard, uno de los hoteles míticos de Los Ángeles
La historia del hotel se remonta a 1962, ha aparecido en series como ‘Sexo en Nueva York’ y ‘Annie Hall’, y tras un año cerrado se enfrenta a su posible demolición
En enero de 2021, muchas cabeceras internacionales lamentaban su cierre a la vez que alababan su legado. “Un híbrido poco probable de arquitectura moderna y el rock and roll descarnado”, se pudo leer en The New York Times. Los que estuvieron allí, coinciden en que el nombre no le hacía justicia: el Standard Hotel Hollywood era cualquier cosa menos estándar. Su letrero colgado boca abajo presagiaba que aquel sitio no era nada convencional. A medio camino entre motel de carretera barato, restaurante abierto 24 horas, galería de arte y club de música electrónica, ...
En enero de 2021, muchas cabeceras internacionales lamentaban su cierre a la vez que alababan su legado. “Un híbrido poco probable de arquitectura moderna y el rock and roll descarnado”, se pudo leer en The New York Times. Los que estuvieron allí, coinciden en que el nombre no le hacía justicia: el Standard Hotel Hollywood era cualquier cosa menos estándar. Su letrero colgado boca abajo presagiaba que aquel sitio no era nada convencional. A medio camino entre motel de carretera barato, restaurante abierto 24 horas, galería de arte y club de música electrónica, las fiestas (y resacas) alrededor de la piscina instalada sobre un césped artificial de color azul eléctrico fueron memorables.
Hoy, tras un año cerrado, se enfrenta a un futuro incierto. El grupo de defensa y conservación del patrimonio arquitectónico Save Iconic Architecture (SIA) busca incorporar el Standard Hotel a la categoría de hito histórico en la ciudad de West Hollywood, un estatus que le otorgaría cierto grado de protección. Sin embargo, este es un proceso largo y complicado, en el que intervienen muchos factores e intereses. “Si esta propuesta es denegada, no podremos solicitar la protección de diez años y este edificio estará condenado a la demolición”, explican desde su cuenta de Instagram.
La historia de este icono amenazado comenzó en 1962, el mismo año en el que Los Ángeles lloraba la misteriosa muerte de Marilyn Monroe en su casa en el barrio de Brentwood. No muy lejos de allí, en West Hollywood, concretamente en el número 8300 de Sunset Boulevard, se inauguraba el Thunderbird Hotel, un pequeño hotelito proyectado por el arquitecto Herbert Kameon, representante tardío de lo que se ha acertado en llamar California Modernism: una reinterpretación de la arquitectura racionalista del Movimiento Moderno europeo adaptada a las particularidades del clima, geografía y cultura del Estado Dorado.
La propuesta de Kameon abordaba una construcción sencilla y funcional, de tres pisos de altura, que confiaba toda su expresividad a un mismo elemento que se repetía a lo largo de toda la fachada: los balcones de las habitaciones. Tratados con un respeto reverencial, casi como si fueran esculturas, aquella secuencia horizontal de formas curvas describía un alzado con un ritmo vibrante que miraba hacia Sunset cómplice de la alta velocidad. En los dibujos originales de presentación del proyecto se ve una autopista de seis carriles frente al hotel (actualmente solo hay cinco), mientras que la gran marquesina de acceso, cuya forma ondulante dialoga con la de los balcones, permitiría la llegada motorizada de los huéspedes. Además del culto al automóvil, que en el Los Ángeles de los años sesenta se percibía como un símbolo de progreso y libertad, el disfrute del buen tiempo y la vida al aire libre siempre han constituido otro de los pilares básicos de la cultura urbana del sur de California. Por eso la trasera del edificio incluía dos alas perpendiculares a la pastilla principal, que permitían organizar las habitaciones alrededor de una zona ajardinada con piscina.
A los pocos años de abrir, el Thunderbird Hotel se rebautizó como Hollywood Sunset Hotel. Después, a mediados de la década de 1970, se transformó en una residencia de ancianos llamada Golden Crest Hotel que se mantuvo hasta 1999, cuando el empresario hotelero André Balazs, con el apoyo de un grupo de inversores que incluía a celebrities como Leonardo DiCaprio, Cameron Diaz o Benicio del Toro, reabrió sus puertas como el Standard Hotel Hollywood.
Balazs, cuya pericia para modernizar y devolver la vida a viejos hoteles angelinos manteniendo intactos su esencia y carácter entre lo decadente y lo cool ya había quedado demostrada con el Chateau Marmont, que había adquirido en 1990 y del que todavía hoy es dueño, se limitó a darle un lavado de cara a su nueva propiedad con el fin de preservar al máximo la envolvente exterior original. Para el interior, sin embargo, acudió a Shawn Hausman, un diseñador cuya filosofía se basa en la creación de “espacios no convencionales animados por la narrativa, el ingenio y un toque idiosincrásico” para “evocar un estado de ánimo”.
El resultado del trabajo de Hausman en el Standard fue sobresaliente. Diseñó unas habitaciones sencillas, sin apenas mobiliario, que entonó con telas estampadas de flores de Andy Warhol como cortinas y una moqueta con motivos geométricos de color azul, a juego con el césped artificial de la terraza. Frente a ese ejercicio de contención en las zonas privadas, el diseñador desató para la zona pública una variada paleta de materiales, formas y texturas que incluía moquetas de pelo largo en suelos, paredes y techos, pufs de tela de lamé plateado brillante, cactus y otras plantas desérticas en macetas troncocónicas blancas que parecían levitar sobre un jardín de grava, lámparas Arco de acero inoxidable y mármol de Carrara (diseñada por Achille y Pier Giacomo Castiglioni en 1962) o sillones burbuja (Bubble Chair, diseñado por Eero Aarnio en 1968) de plástico transparente colgados del techo. Especialmente llamativo era la Vitrine, una caja de vidrio ubicaba detrás de la recepción que funcionaba a modo de escaparate para que los artistas invitados expusieran sus obras o pasaran la noche. Hausman supo captar la esencia sixties del edificio y planteó un sensual ambiente retrofuturista que parecía sacado del universo de La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick.
Su potencial como decorado no pasó desapercibido en la meca del espectáculo. Cuando las cuatro amigas de Sexo en Nueva York decidieron escapar de la Gran Mazana hacia el oeste, se alojaron en el Standard. ¿Se acuerdan de Carrie (Sarah Jessica Parker) mojando los pies en la piscina o fumando un cigarrillo en un balcón con forma de medialuna entre palmeras? Antes, el Standard (entonces el Golden Crest Hotel) hizo un pequeño cameo en Annie Hall, y podemos verlo al otro lado de la calle del restaurante en el que Woody Allen pide “brotes de alfalfa y un plato de puré de levadura”. También ha aparecido en Ocean’s Twelve o en Entourage.
Sin embargo, el Standard Hotel dejó de interpretar su papel el 22 de enero del pasado 2021. “A pesar de 22 años de amor incondicional por nuestro hotel, nuestros huéspedes, nuestro equipo y nuestra comunidad”, puede leerse en un comunicado colgado en su página web, “el hotel no ha podido evitar un aumento significativo en su arrendamiento, lo que ha hecho imposible seguir operando la propiedad”. Aquella maniobra (según Los Angeles Times, el contrato de arrendamiento del Standard estaba en manos de Ferrado Group, una firma de inversión inmobiliaria con sede en España y vinculada a Sandra Ortega) era el golpe de gracia que obligaba a echar el cierre a un negocio ya asfixiado por las restricciones que venía sufriendo por la pandemia.
Su excelente ubicación es su mayor atractivo para que otra empresa hotelera decida reinventarlo fiel a su estela, como ya hizo Balazs en 1999. Pero también es su mayor amenaza. El Standard se encuentra en pleno West Hollywood, uno de los barrios gays más importantes de Estados Unidos, y también de los más caros. Asediado por el turismo y por maquiavélicos procesos de gentrificación que están cerrando negocios y expulsando a sus vecinos originales, en West Hollywood no hay lugar para edificios poco rentables.
El voraz apetito inmobiliario de Los Ángeles hace que, en demasiadas ocasiones, se comporte de forma cruel con su valioso legado arquitectónico. Hace un par de años cayó el Los Angeles County Museum of Art (LACMA), construido en 1965 por William Pereira, para hacer hueco a un nuevo proyecto del Premio Pritzker Peter Zumthor, cuyo polémico diseño está considerado por algunos como demasiado invasivo con el espacio urbano. A escasos 500 metros en línea recta del Standard Hotel se encuentra la casa Stahl, una de las joyas más populares de la arquitectura del siglo XX. Apenas apoyada sobre una colina, los planes de construcción en un terreno situado inmediatamente debajo de la casa ponen en riesgo su estabilidad, según denuncia la familia propietaria.
La historia se repite. Y más allá de la pérdida de un icono de la vida hedonista de Hollywood, la amenaza del derribo del Standard Hotel deja al descubierto la lacerante falta de consideración y respeto hacia el patrimonio arquitectónico contemporáneo cuando confronta contra las poderosas leyes del mercado. Hollywood está escribiendo una película que ya hemos visto demasiadas veces. Ojalá esta vez se produzca un giro de guion y le cambien el final.