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¿Te alegras de que Taylor Swift se case? Por qué “parasocial” es la palabra del año para el Diccionario de Cambridge

El término define la conexión de los fans con los famosos y sirve para plantear dónde está el límite entre la admiración y la obsesión

A las siete de la tarde —hora peninsular— del 26 de agosto, Taylor Swift y Travis Kelce anunciaron que se casaban. La estrella del pop y el deportista compartieron la noticia en Instagram, pero con la publicación cerrada a comentarios —como todas las de la cantante, y por algo será—. Los minutos, horas y días que siguieron al compromiso se llenaron de noticias sobre la pareja, incluidas reacciones de amigos, como Selena Gomez o Patrick Mahomes, y de no tan amigos, como Donald Trump. Las redes sociales también se llenaron de miles de comentarios y vídeos de las reacciones de los fans que celebraban la noticia como si contrajera matrimonio su propia hermana. “¡Estoy tan feliz por mi querida amiga, Taylor Swift!”, escribía un usuario de X —que se define como “Swiftie a tiempo completo”— minutos después del anuncio. “¿¡Acabo de gritar en mi oficina?! ¡Tuvieron que venir a ver qué me pasaba!”, compartió otro. Hubo quien no entendía tanto entusiasmo: “Quizás deberías replantearte tu vida y ver si puedes cambiarla por una nueva”, le respondió un usuario a otro que aseguraba estar “chillando, llorando” y hasta “vomitando” de la emoción.

La sincera congratulación de las swifties por el enlace, como si la artista las hubiera nombrado damas de honor, es la definición de lo parasocial. El Diccionario de Cambridge acaba de elegir este término, que describe la “conexión que alguien siente entre sí mismo y una persona famosa que no conoce”, como la palabra del año. Según el editor jefe del diccionario, Colin McIntosh, “refleja el espíritu de esta época”. “El número de búsquedas de la palabra en el Diccionario de Cambridge y en Google se disparó en varias ocasiones este año [una de ellas tras el compromiso de Swift y Kelce]”, destacaba tras dar a conocer la elección. “Y es interesante desde el punto de vista lingüístico cómo ha pasado de ser un término académico a uno usado por gente corriente en sus redes sociales”, explicó.

El término académico lo acuñaron los sociólogos Donald Horton y Richard Wohl en 1956 cuando, en los albores de la televisión, necesitaron explicar las conexiones profundas que los espectadores empezaron a sentir con esos actores que aparecían en los salones de sus casas. Casi 70 años después, la omnipresencia de los famosos va mucho más allá. Ellos mismos comparten su vida privada en redes sociales. Ahora, las 24 horas del día, cualquiera puede ver casi en directo la fiesta de cumpleaños, la pedida de mano o hasta el nacimiento del hijo de su artista favorito, difuminando cada vez más la fina línea que separa la admiración sana del fanatismo obsesivo. “La gente siente que conoce de verdad a las celebridades y no es descabellado que se sienta así, pero tiene consecuencias cuando no se distinguen los límites”, resume en conversación telefónica Mel Stanfill, profesora en la Universidad de Florida Central y autora de Fandom Is Ugly: Networked Harassment in Participatory Culture (El fandom es feo: acoso en red en la cultura participativa), de 2025.

Stanfill cita a las estrellas del K-pop como un ejemplo particularmente claro de ídolos que fomentan este tipo de relaciones parasociales. Su éxito reside en que el fenómeno fan no se limita a su música, sino a todo un universo creado a su alrededor. “Intentan conectar con sus fans dando mucha información, contando hasta la habitación de hotel en la que están. La gente no solo es fan de BTS [boy band surcoreana], lo es de cada cantante en particular. Que sepan cosas sobre ellos y los vean en su vida real forma parte de la estructura de ese producto”, explica la experta. “Creo que ese es un cambio importante: antes, uno era fan de algo que le gustaba, ya fuera la banda, la música, la serie o el personaje. Pero ahora no hay una diferencia marcada entre que te gusten los medios de comunicación [un disco, una película] y que te gusten las personas que los crean, lo que se presta a que el fanatismo se apegue a una celebridad con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva”, advierte.

Comencemos por lo bueno. Estas relaciones asimétricas pueden emular características positivas que se dan en las relaciones que sí son recíprocas, como la admiración, el cariño o la felicidad. “En una era en la que el aislamiento crece al mismo ritmo que la hiperconexión, estas interacciones pueden funcionar como un refugio frente a la soledad”, considera el psicólogo clínico y psicoanalista José Ramón Ubieto, profesor en la Universidad de Barcelona y autor de libros como ¿Adictos o amantes? Claves para una salud mental digital (2023). Al famoso le da seguidores fieles que se traducen en patrocinios, contratos y mucho dinero; y el fan, a cambio, recibe —o, al menos, percibe— cierta compañía. “Puede ser una fuente de mucha alegría y dar sentido a la vida de las personas”, apunta Stanfill.

Lo malo es cuando esas emociones se intensifican y surgen otras como la obsesión o la tristeza. “Pueden llegar a generar aislamiento y dependencia emocional, sobre todo en personas vulnerables, aisladas o con baja autoestima, que muchas veces llegan a tener una sensación real de pareja o amistad”, señala Ubieto sobre las interacciones parasociales, que también designan a las generadas entre una persona y una inteligencia artificial, como los chatbots. La vulnerabilidad de esas personas puede incluso dar lugar a engaños deliberados, como demostraron los mediáticos casos de los falsos Brad Pitt que estafaron miles de euros a varias mujeres, haciéndoles creer que el actor mantenía una relación sentimental con ellas.

Para las celebridades también hay consecuencias negativas. Un ejemplo reciente es el incidente de Ariana Grande con Johnson Wen, un supuesto fan que el 13 de noviembre se abalanzó sobre ella en el estreno de Wicked: Parte II en Singapur. Wen, que ha sido condenado a nueve días de cárcel por alteración del orden público, había declarado en sus redes sociales que se disponía a conocer a su “mejor amiga Ariana Grande”. “Pueden llevar a una percepción errónea de la realidad y darse casos de acoso”, avisa Stanfill. “Pero esto no es inherente a las relaciones parasociales, es la combinación de ellas con alguien que quizás tenga problemas de salud mental o experimenta una soledad extrema”, matiza.

El 62,4% de los adolescentes españoles de entre 11 y 17 años sigue al menos a un influencer al que percibe como fuente de inspiración, y un 26% lo llega a sentir como a un amigo, según un informe de Fundación Mapfre y UNIR de 2023. “Es muy importante diferenciar entre la conexión y el vínculo. Lo parasocial es una conexión que además es unilateral: tú crees que Ibai Llanos es tu amigo, pero Ibai Llanos no tiene ni idea de quién eres tú. El vínculo es otro tipo de lazo distinto que exige la presencia del cuerpo y pasar tiempo juntos. Si solo te conectas, ahí no hay vínculo, es otra cosa”, explica Ubieto.

El Diccionario de Cambridge puso como ejemplo para explicar la palabra “parasocial” la genuina empatía que despertó el nuevo álbum de Lily Allen, en el que se desahoga sobre sus fracasos amorosos —tras su ruptura con el actor David Harbour—. De repente, hubo un aluvión de personas interesadas en cada detalle de la vida sentimental de la cantante británica, empujadas por la necesidad de mostrarle su complicidad. El otro gran ejemplo que citó el editor del diccionario fue el de Taylor Swift. “Tradicionalmente, se ha pensado en los fans como en la época de The Beatles, ya sabes, chicas adolescentes gritando, ¿no? Pero los fans son simplemente personas a las que les importa el contenido audiovisual, y les importa mucho, y a menudo forman comunidades con otras personas a las que también les importa”, aclara Stanfill.

Desde luego, las relaciones parasociales no son exclusivas de las adolescentes que chillan a los componentes de la boy band de turno, solo hace falta ver el desgarrador llanto de muchos hinchas cuando sufre su futbolista favorito. Una vez se conoce la palabra, su presencia se reconoce en todas partes. Es difícil escapar de ello cuando la estrategia de fidelización de seguidores de los famosos se basa en hacerles partícipes de su vida, y cuando cada día surge una nueva inteligencia artificial aparentemente capaz de comprendernos mejor que nadie. “El problema viene cuando se confía en que esa relación ayudará a llenar un hueco en vez de llenarlo con relaciones reales”, recuerda Ubieto. La interacción parasocial no es perjudicial, es incluso comprensible; lo que es dañino es no ver más allá, olvidarse del resto, y creer no necesitar un buen amigo —uno de verdad— que te advierta de ello.

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