Napoleón en Madrid
Giannina Facio, que tiene algo de Josefina, deslumbró a los periodistas al punto de dejar al director Ridley Scott en la retaguardia
Después de la proyección en el Museo del Prado de Napoleón, la última hazaña fílmica de sir Ridley Scott (como fue presentado allí), el embajador de Francia compartió un comentario improvisado con algunos asistentes, entre los que me encontraba: “Me sorprende que no se haga mención alguna a la invasión de España y Portugal”. Un asombro compartido también por los historiadores franceses, que coinciden en...
Después de la proyección en el Museo del Prado de Napoleón, la última hazaña fílmica de sir Ridley Scott (como fue presentado allí), el embajador de Francia compartió un comentario improvisado con algunos asistentes, entre los que me encontraba: “Me sorprende que no se haga mención alguna a la invasión de España y Portugal”. Un asombro compartido también por los historiadores franceses, que coinciden en calificar la película de demasiado inglesa. Y que ofrece un retrato lúgubre y cercano a la caricatura de un hombre siempre debatible, pero que se ofrece como el impulsor de la Francia moderna.
El preestreno fue una puesta en escena apoteósica y una batalla victoriosa del dúo de metiers de grandes ocasiones sociales llamados David Sánchez y Piti Alonso. Acudí en mi doble rol de invitado y reportero, que parece funcionar bien en mi nueva etapa televisiva en La Sexta. Desde ese privilegiado punto de vista oteé la orquestada coreografía del entrar y posar de una caballería de invitados rimbombantes, del propio sir Ridley Scott y del protagonista Joaquin Phoenix, que al verse rodeados de la magnificencia del Prado decidieron entrar en batalla. Dado que la película está justificada por las cartas que intercambiaron la power couple que eran Napoleón y Josefina, Scott apareció acompañado de su señora, nada más y nada menos que Giannina Facio.
No todos los presentes sabían quiénes eran Josefina y Giannina. Yo mismo se lo expliqué al músico urbano Omar Montes, uno de los convocados más jóvenes y, quizás, más en el lado de la Bastille de los presentes. Faccio, que tiene algo de Josefina, deslumbró a los periodistas al punto de dejar al director en la retaguardia. “Claro que hablo español. Soy costarricense”, empezó diciendo mientras mantenía sus ojos en los míos con buena puntería. “He vivido años en España y tengo maravillosos amigos acá”. Asediada, los periodistas le recordaron cuando era novia de Julio Iglesias y Miguel Bosé y ella se enamoraron mientras pernoctaban en la mansión miamera de Julio. “Amo a Miguel. Vivimos una relación maravillosa, unos años mágicos y siempre seremos amigos”, disparó, con su marido cada vez más asombrado del interés que despertaba su esposa y coproductora. Con otra escaramuza, Giannina acumuló más espacio en la historia sentimental de una generación al hacerse novia de Philippe Junot y dinamitar su matrimonio con Carolina de Mónaco. Batallas que vinculan el amor con la historia.
Napoleón tiene algo en común con Irene Montero: su terquedad. Bonaparte, capaz de asedios e invasiones, no daba nunca su brazo a torcer. Montero igual. Impulsaron leyes que los sobrevivirán. Ella traspasó su cartera ministerial con un discurso desafiante y casi napoleónico. “Ministra, te deseo que nunca te dejen sola y que tengas valentía para incomodar a los hombres amigos de 40 y 50 años del presidente del Gobierno”. Sus palabras fueron aplaudidas allí, pero de inmediato se creó el comentario de que existen, afortunadamente, muchos hombres disponibles de 60 años, y también de 30, a los que tratar.
Shakira es un ídolo musical que ahora sabe de hombres, de redes y de impuestos. Aunque las cifras de lo que tendrá que pagar al fisco son mareantes, el foco se puso en su elección de vestuario y el color, un rosa chicle inocente que, al parecer, reflejaba su necesidad de complacer el deseo de sus hijos de que vuelva a ser feliz. “Les he prometido que voy a ser esa mujer alegre que quieren”, declaró en los Grammy Latinos en Sevilla.
Rosa es el color de los flamencos en las costas de Miami, la ciudad donde Shakira vive ahora con sus hijos. Puedo pensar que, tras su pacto con la Hacienda española, la cantante se plantee no regresar jamás a nuestro litoral. En términos napoleónicos, Miami sería, al mismo tiempo, un Egipto para Shakira y un Waterloo para Piqué.