Tori Spelling sufre su enésima caída en desgracia: de la mansión más grande de Hollywood a vivir en una caravana

La actriz e hija del poderoso productor Aaron Spelling, que solo le dejó 800.000 dólares en herencia, pasa sus días junto a sus cinco hijos en un vehículo aparcado junto a un acantilado en California, mientras que su madre posee una fortuna de 600 millones

Tori Spelling el 31 de mayo de 2023 en Los Ángeles, California.David Livingston (Getty Images)

Este 2023, en el que ha cumplido los 50, no está siendo un buen año para Tori Spelling. Aunque la pregunta más bien sería ¿cuál ha sido un buen año para Tori Spelling? Probablemente, hasta ella misma lleve cuestionándose lo mismo desde que cumplió los 17 y se convirtió, por obra y gracia de su todopoderoso padre, el productor Aaron Spelling, ...

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Este 2023, en el que ha cumplido los 50, no está siendo un buen año para Tori Spelling. Aunque la pregunta más bien sería ¿cuál ha sido un buen año para Tori Spelling? Probablemente, hasta ella misma lleve cuestionándose lo mismo desde que cumplió los 17 y se convirtió, por obra y gracia de su todopoderoso padre, el productor Aaron Spelling, en una de las protagonistas de Sensación de vivir (en EE UU, Beverly Hills, 90210). Ahí empezó su fama y su desgracia, esas que la persiguen, de la mano, desde principios de los noventa. Y que este año, llevando poco más de la mitad, parecen seguirla cada vez más cerca. Ahora, la hija de Hollywood, la adolescente que creció en una casa de 123 habitaciones, la estrella juvenil de los noventa, vive en la calle, en una caravana, junto a sus cinco hijos menores de edad.

Spelling sabe bien lo que son los altibajos emocionales; vive en ellos y de ellos, con la última etapa de su carrera (una etapa larga, además) centrada en vender su vida en sus propios realities, de los que no puede ni quiere salir. Su confesa adicción a la fama se lo impide. Pero estos días, el foco no está precisamente en sus salidas de compras o sus excentricidades estilísticas. En los últimos meses, todo se ha complicado para Spelling. Y lo peor ha sido que le ha tocado en la salud, especialmente en la de sus hijos, los cinco nacidos de su matrimonio con el también actor Dean McDermott. En diciembre, todo empezó con la propia intérprete llevando un parche en el ojo por culpa de una úlcera causada por unas lentillas. En enero, su hija Stella, de entonces 14 y ahora ya 15 años, tuvo que ser hospitalizada por sufrir lo que le diagnosticaron como migrañas hemiplégicas, que le afectaban al sistema motor y al habla.

En mayo, todo se complicó. Sus hijos, de entre 6 y 16 años, empezaron a caer enfermos, uno tras otro, sin remedio. Ella colgaba en sus redes fotos de los chicos sobre las camas de clínicas médicas, exhaustos, con mascarillas y compresas frías sobre la frente. “Solía pensar: ‘Bueno, es lo que pasa cuando tienes niños en el colegio, traen todo el rato enfermedades a casa”, escribía en su perfil de Instagram, con dos millones de seguidores. “Pero llegados a este punto, cuando están más enfermos en casa que en la escuela, teníamos que replantear qué estaba pasando”. Y lo que pasaba tenía un nombre: moho.

La casa donde vivía la familia en Los Ángeles estaba infestada de moho hasta niveles que la hacían, como se había hecho evidente, del todo insalubre. “Esta casa nos ha estado matado lentamente durante tres años”, afirmaba en un escrito en el que, además, pedía ayuda legal, encontrar a un abogado que la ayudara con el problema. En California, con mucha humedad en la zona de la costa, el moho es un problema más habitual de lo que podría parecer en las residencias. De hecho, desde el 1 de enero de 2022 los caseros están obligados a dar a sus inquilinos un folleto (y dichos inquilinos han de firmar su correcta recepción) en el que avisan de los peligros del mismo. En él se explica que deben controlar el moho, los olores, las manchas y las fugas de agua, que limpiarlo o pintar sobre él no es suficiente y que puede causar asma, problemas respiratorios o sarpullidos, como tuvieron los hijos de Spelling. La ley de salud de California contempla que el moho en grandes cantidades puede hacer, incluso, que una casa salga del mercado inmobiliario y no sea apta para vivir.

Todos esos problemas hicieron que Spelling y los chicos salieran de casa. Primero, con su marido. Después, sin el que ya era su exmarido. Después de 17 años de matrimonio, Spelling se separó de McDermott a mediados de julio. Lo anunciaron en sendos comunicados de Instagram que después borraron. “Es con gran tristeza y con mucho pesar en nuestros corazones que, tras 18 años juntos y cinco niños fantásticos, Tori Spelling y yo hemos decidido emprender caminos separados y empezar un nuevo camino por nuestra cuenta”, escribía el actor y productor, que tiene un hijo de 24 años de un anterior matrimonio. La pareja ya tuvo una grave crisis tras una infidelidad en 2014, pero lo superaron, y aunque ahora los motivos de la separación se desconocen, parece que es en firme.

Desde entonces, se ha visto a una Spelling más errática, según filtraban sus amigos a los tabloides, dejando de acudir a compromisos, sin responder, sin rumbo. Primero, se fue a vivir a un motel por 100 dólares la noche (unos 90 euros, un precio muy barato en la ciudad californiana) con los cinco niños, todavía no completamente recuperados, según afirmaba. Ahora, pocas semanas después, vive en una caravana. Como mostró el diario británico Daily Mail en un reportaje fotográfico en exclusiva, los seis viven en una autocaravana, una clásica Sunseeker E450, y hacen vida bajo el toldo del porche entre sillas de playa, mesas plegables, alfombras de plástico, barbacoas y ropa colgada en perchas fuera del vehículo. No están en un cámping, sino junto a un acantilado en el Pacífico, en Ventura, al noroeste de Los Ángeles.

La situación es más que una decisión vacacional y veraniega. Según el medio ET, que ha hablado con fuentes cercanas a la actriz, Spelling está teniendo verdaderas dificultades financieras, que se han complicado desde el divorcio, y está “haciéndolo lo mejor que puede para que todo funcione y para cuidar de los niños”. Un panorama que podría ser complicado para cualquiera, pero que resulta todavía más chocante cuando se trata de una de las actrices más ricas y famosas de Hollywood. En realidad, el dinero estaba en su familia, no en ella. Cuando su padre, Aaron Spelling, productor de la serie que la lanzó a la fama pero también de Vacaciones en el mar, Dinastía, Los ángeles de Charlie, Embrujadas... falleció en 2006, les dejó a sus dos hijos, Tori y Randy —cinco años menor que ella y eterno aspirante a actor— unos 800.000 dólares. Apenas migajas de una fortuna calculada en más de 600 millones de dólares. Según contó su madre en una entrevista en The New York Times, la joven era algo manirrota y Aaron prefirió atarla en corto. La propia Tori confesó en su reciente autobiografía que “no era un misterio” por qué tenía problemas financieros: “Crecí siendo rica más allá de la imaginación de cualquiera. Incluso cuando intento adaptarme a un estilo de vida más sencillo, no puedo evitar mis gustos caros”.

Un patrimonio que impulsó a Aaron a construir en 1991 la que estuvo considerada durante décadas como una de las casas más grandes de California y de todo EE UU, Candyland, nombrada en honor a Candy Spelling, su amada esposa, y hecha a su pleno gusto. Una mansión de nada menos que 5.250 metros cuadrados construidos sobre un terreno de más de 19.000, más grande que la Casa Blanca, con 123 habitaciones, entre ellas 14 dormitorios (el principal, de 700 metros cuadrados) y 27 cuartos de baño, además de un comedor donde cenaban sin rozarse los codos 22 comensales y otras amenidades como cine, bolera, teatro, pista de tenis, gimnasio, solarium, garaje para 100 coches, una sala para la plata y otra para las 1.000 muñecas de Candy, una floristería refrigerada e incluso una habitación exclusiva para envolver regalos. Cuando en 2011 Candy se deshizo de la villa y la compró la heredera de la Fórmula 1, Petra Ecclestone —que la revendió en 2019—, transformó dicho cuarto en una peluquería y spa con varios lavabos para lavar cabezas. Excentricidad no ha faltado en esas (más de) cuatro paredes, de principio a fin.

Tori Spelling, Aaron Spelling y Candy Spelling en el Beverly Hilton Hotel de Beverly Hills, en California, en 2002.Gregg DeGuire (WireImage)

Spelling ha contado en más de una ocasión que vivió allí a partir de los 17 años, de forma continuada durante un par de años, y que era cálido, “o todo lo cálido que una mansión de 5.000 metros cuadrados puede ser”, reconocía hace año y medio en una charla en el podcast de su excompañera Jennie Garth, que interpretaba a Kelly en la serie que las lanzó al estrellato. “Nunca llegué a ver todas las habitaciones, y viví allí dos años. Había un ala en el que vivía todo el personal de mi madre”, unas 20 personas, explicaba. En otra charla en una radio unos meses antes, contaba que estaba “decorada de forma muy bonita”. “Mi madre tiene un gusto impecable, pero las habitaciones eran muy grandes y siempre hacía frío. Porque en cuanto a tamaño, honestamente, eran demasiado grandes”. La primera de las fiestas de Candy, que no dio demasiadas para la magnificiencia de tal casoplón, fue en honor al hoy rey y entonces príncipe Carlos de Inglaterra durante su visita a la ciudad en 1994, cuando pasó cinco días en la ciudad, alojado en el hotel Bel Air.

En Candyland se casó Tori Spelling con su primer marido, Charlie Shahnaian, en un gran evento que tuvo lugar en julio de 2004 y que se consideró una de las bodas más caras de la historia: solo el vestido de la novia fueron 50.000 dólares y la fiesta unos 800.000. Un par de años después de la muerte del patriarca —Aaron Spelling falleció en 2006—, Candy decidió venderla; guardaba demasiados recuerdos y alegrías. Logró 120 millones de dólares, un récord para el Estado, y se mudó a un lugar más pequeño. Pero no tanto como para no poder acoger a su hija y a sus cinco nietos, argumentan muchos, que la critican por Instagram mientras ella se maravilla porque las rosas de su balcón florezcan. Cuando hace menos de un mes Tori pidió el divorcio, su madre, de 77 años, aseguró en TMZ que la ayudaría financieramente si lo necesitaba. “Quiero a mi hija, la apoyaré en todo lo que haga. Siempre estaré aquí para ella”, aseguró. Algunas fuentes señalaban que ha querido ayudarla con una nueva vivienda, pero que Tori se ha negado, aunque se desconoce el fondo del problema.

El conflicto entre Candy y Tori viene de atrás. A Candy nunca le gustó la relación de Tori con Dean McDermott, que empezó cuando ella aun estaba casada con Shahnaian, y tardó mucho tiempo en aceptarla. En una entrevista en 2009, la madre fue muy dura con la actriz. “Mi hija un día decidió que no se hablaba con mi marido, conmigo ni con mi hijo, y así siguió, madre mía, durante cuatro o cinco años”, contaba en la radio. “Es muy triste. Eso fue lo que mató a mi marido, de hecho. Después de aquello, no quería vivir”. El intercambio de lindezas fue mutuo y llegó a tal nivel que, durante años, Candy no pudo ver a sus nietos. Sin embargo, hace poco un amigo en común decidió intentar reunirlas para una cena porque no se veían “desde antes de la pandemia”, como contó Tori. “Y pasamos una noche estupenda”, aseguraba la actriz. La relación parecía haber mejorado, pese a los problemas financieros de la intérprete. Tanto, que algunas fuentes aseguran en la prensa que Candy está intentando llamar a Tori para hablar con ella y ofrecerle esa casa que le ha buscado, pero que la estrella de Sensación de Vivir no quiere porque busca un sitio muy específico, pero también porque no le coge el teléfono a nadie. Tori ha confesado que necesita atención pública, que no sabría vivir sin ella, pero parece que la de la gente que la quiere no le basta. Como siempre, fortuna y desgracia siguen acompañándola, de la mano.

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