America Ferrera, de cómo Betty la Fea se convirtió en la poderosa alma latina de ‘Barbie’
Casi 20 años después de su éxito en la serie que le dio la fama, la actriz estadounidense de ascendencia hondureña interpreta el discurso más comentado de la nueva película sobre la muñeca de Mattel, tornándose —con permiso de Margot Robbie— en la estrella de la cinta
America Ferrera nunca se imaginó haciendo una película sobre Barbie. Nunca. Como su coprotagonista, Margot Robbie, ella nunca jugó con la estrella de Mattel. Pero mientras Robbie nunca sintió un interés por ellas, Ferrera (Los Ángeles, 39 años) sentía más bien desinterés. Quizá, incluso, cierta animadversión. ¿Acaso a ella con sus 155 centímetros, morena de piel y de pelo, la representaba el larguirucho, ru...
America Ferrera nunca se imaginó haciendo una película sobre Barbie. Nunca. Como su coprotagonista, Margot Robbie, ella nunca jugó con la estrella de Mattel. Pero mientras Robbie nunca sintió un interés por ellas, Ferrera (Los Ángeles, 39 años) sentía más bien desinterés. Quizá, incluso, cierta animadversión. ¿Acaso a ella con sus 155 centímetros, morena de piel y de pelo, la representaba el larguirucho, rubísimo y blanquísimo maniquí? Nunca estuvo entre sus planes, ni entre sus ideales. Sin embargo ahora, cuatro décadas después de aquella infancia sin muñecas, la angelina de orígenes hondureños se ha convertido en una de las claves de la película Barbie, de Greta Gerwig, el éxito de taquilla que solo en su primer fin de semana en salas ha recaudado más de 300 millones de euros en todo el mundo.
Para Ferrera, Barbie nunco estuvo entre sus planes... hasta que llegó Greta Gerwig. Y le dio lo que más le gusta: libertad y capacidad para ser actriz, para jugar, para ser quien ella quisiera; un poco, al fin y al cabo, lo que pretende Barbie como muñeca. Esa cualidad, también, tan estadounidense de proyectarse y verse en lo que uno tanto desea. “Creo, como estadounidense, que no hay nada que no pueda lograr si trabajo duro, lo bastante y si lo deseo muchísimo”, contaba ella misma hace unos meses en el programa de la NSNBC Morning Joe. Esa persistencia le viene de cuna y la ha ayudado a labrar una sólida carrera en Hollywood que ya se dilata más de dos décadas y que se expande en la dirección, la producción y, más allá de las fronteras del cine, en el activismo y la lucha social, sobre todo en pos de la creciente y cada vez más poderosa comunidad latina.
Ferrera ha luchado por lograr ese hueco y ser una representante activa de la comunidad. Ella lo sabe y pelea por ello en cada papel y cada momento en que tiene ocasión. Ella misma ha dicho, en más de una entrevista, que se siente 100% estadounidense, pero también 100% latina y, pese a no haber nacido allí, 100% hondureña. Desde Tegucigalpa inmigraron sus padres a EE UU en los setenta para darles una vida mejor, y sobre todo una educación, como quería su madre, a sus hijos. Tuvieron seis, America la más pequeña y ya nacida en Los Ángeles. A principios de los noventa, cuando ella era aun una niña de siete años, el matrimonio se separó y ella y sus hermanos se quedaron a cargo de su madre; su padre se desentendió de ellos y regresó a Honduras, donde falleció en 2010. La familia se quedó en Woodland Hills, un barrio blanco al norte de Los Ángeles, y América Griselda, la madre de la actriz, responsable de limpieza de un hotel Hilton, al cargo económico, físico y mental de sus cinco hijas y su hijo. Sin estrecheces, pero sin tonterías. Nunca hubo fiesta de quinceañera, ni Barbies, claro. Había que estudiar.
La joven America siempre sacó buenas notas. El objetivo era la universidad. Pero el gusanillo de la danza y de las representaciones infantiles de Hamlet y Oliver se le fue metiendo en el cuerpo y en el instituto ya recibió lecciones de interpretación. Aun así, se matriculó en la prestigiosa y muy cara Universidad del Sur de California, la USC, gracias a una beca presidencial, de las más importantes de EE UU, que premia a los mejores estudiantes de secundaria de todo el país. Pero entonces empezaron los castings, las audiciones y Disney llamó a su puerta con una película comercial de baile, Ritmo latino, un proyecto que surgió a la par que Las mujeres de verdad tienen curvas, una película de corte mucho más independiente que le dio premios en Sundance y en los Spirit. Ambas la ayudaron a que se situara para el público y la crítica.
En las dos interpretaba a jóvenes latinas, vinculadas a una comunidad latina, con historias que contar. Es lo que siempre ha buscado. “Siempre quise, simplemente, ser actriz”, explicaba en una reciente entrevista con Los Angeles Times al ser preguntada acerca de si había roto estándares representativos, también en términos de belleza; hace unos meses se convirtió en el rostro de la línea de maquillaje estadounidense Covergirl, famosa desde hace generaciones entre adolescentes de todo el país. “Solo quería tener una carrera, que mi sueño se hiciera realidad. No me puse como objetivo retar a los estereotipos ni representar a nadie. Quería vivir mi sueño”. El sueño se fue cumpliendo, aunque a ella, como ha reconocido en alguna entrevista de los primeros tiempos de su carrera, le costó verlo, pensó que pasaría del patito feo al cisne, sin más. Hasta que se dio cuenta de que eso solo en la ficción... como la que la lanzó a la fama. Porque fue gracias a la adaptación, entre 2006 y 2010, de la telenovela Betty La Fea (Ugly Betty, en EE UU), cuando se convirtió en un personaje popular. Llegaron las gafas y los brackets, y llegaron la fama y los proyectos.
Ni ella misma se creía ese éxito que le dio el Emmy, el premio SAG, el de Mujer latina del año por Billboard, incluso el Globo de Oro. Ferrera, con 22 años, se sentía como una impostora. Solo mucho después ha sido capaz de contarlo. “Sobre cuando gané el Emmy, no me atrevo a volver a atrás y mirar. Porque lo único que recuerdo de estar en el escenario aceptándolo con el sentimiento de que nadie en esa sala pensaba que me lo mereciera. Y me avergüenzo”, relató en el podcast Armchair Expert. “En mi vida había gente que perpetuaba esas narrativas y me hacían sentir que no me había ganado ese momento. Cuando miro a ese momento, el corazón me duele por esa chica de 22 años que no pudo disfrutarlo de verdad”.
No fue fácil quitarse la piel de un personaje tan popular, pero los años todo lo suavizan, Betty se fue marchando y America fue recuperando su voz. Como explicaba en Los Angeles Times, ha pasado toda su vida retando a los estereotipos, pero también es, simplemente, alguien que busca su sitio y saber quién es. “Cuando empecé mi carrera era una niña de 17 años intentando saber cómo me sentía en este mundo, en esta cultura, con los estándares de belleza existentes y sabiendo qué decía eso sobre mí y qué valor me daba. Y eso fue hace 22 años”. En una charla Ted en la que profundizaba en 2019, se sinceraba: “Pensaba que usar protección solar y plancharme el pelo me ayudarían a conseguir cambiar una escala de valores más profunda. Pero me di cuenta de que no le estaba pidiendo un cambio al sistema. Le estaba pidiendo entrar, que no es lo mismo. No podía cambiar lo que el sistema piensa sobre mí mientras yo misma me creyera esas cosas”.
Desde que se despidió de Betty Suárez, Ferrera ya no se bajaría de esa condición de estrella que le ha permitido abogar por las causas que le importan. Además de seguir participando en series y películas, entre ellas las tres populares entregas de Cómo entrenar a tu dragón, ha creado, dirigido y producido sus propias series, como el centenar de capítulos de Superstore. Y siempre buscando que los latinos como ella, más de 62 millones en todo EE UU, siendo California el primer Estado en población (de hecho más del 50% del mismo son latinos), tengan una representación justa. En 2020, en plena campaña electoral, fundó, junto a Eva Longoria, Poderistas, una comunidad digital para unir, celebrar y ayudar a mujeres latinas de todo el país. Ella misma sabe que, como latina y como mujer, está escasamente representada en la industria, más en sus puestos de poder, y busca revertir la situación. “Creo que muchos de los que llevamos unas cuantas décadas en esta industria nos hemos dado cuenta de que, si algo va a cambiar, somos nosotros quienes debemos cambiarlo”, contaba en la NSNBC.
Ahora, Ferrera vuelve a colocarse en el punto de mira gracias a su papel en Barbie, donde —sin destripar nada— interpreta a Gloria, la mujer que funciona como engranaje en aquello que le va sucediendo a la muñeca. Su papel es central, pero lo es sobre todo un largo discurso, sobrecogedor y clarividente, que da en la película, que se convierte en un momento clave del filme. Según le dijo la propia Gerwig, que no le dio indicaciones sobre el tono y le dejó total libertad para intepretarlo, hasta a la mismísima Meryl Streep le hubiera gustado pronunciarlo. Ella aseguraba en la revista Vanity Fair que tardaron dos días en grabarlo, también porque formaba parte de una secuencia más grande, y que lo repitió “entre 30 y 50 veces”, tanto que Ariana Greenblatt, que estaba junto a ella en la escena dando vida a su hija, acabó repitiéndolo a la vez, ya aprendido de memoria. “No conozco a una sola mujer para la que esas palabras no sean ciertas. Ni a una sola. Ha sido un regalo”.
Un regalo por parte de la directora y también de los guionistas, el matrimonio formado por la propia Gerwig y Noah Baumbach, que hacen un guiño con su personaje convirtiendo al marido de Ferrera en la vida real en su marido en la película. Ryan Piers Williams, actor, escritor, productor y director, es su pareja desde 2005, cuando se conocieron en la universidad; él la reclutó para una pequeña película que preparaba. Juntos tienen proyectos artísticos y también benéficos, como la fundación Harness, que ambos fundaron junto al también artista Wilmer Valderrama tras las elecciones de 2016, cuando ganó Trump, para dar apoyo a artistas y activistas. Ella misma escribió una carta contra Trump en El HuffPost, junto a Shakira, donde ambas le afeaban algunos de los “comentarios ofensivos contra los inmigrantes latinos” que había realizado.
El tándem artístico formado por Ferrera y Williams se convirtió en matrimonio en 2011, tras seis años de noviazgo. Tienen dos hijos, Sebastian, nacido en mayo de 2018, y Marisol, en mayo de 2020, en plena pandemia. En una entrevista con Entertainment Tonight con motivo del estreno de Barbie, Ferrera contaba entre risas que tras la visita de sus hijos al set de la película, los pequeños se quedaron impactados: “Ahora creen que, cuando no estoy con ellos, vivo y trabajo en Barbieland”.
Probablemente, America Ferrera ya nunca sea médico, como su madre quiso siempre, una profesión estable, tranquila, normal y que le diera seguridad. Pero acabó la universidad y logró graduarse en 2013 en Relaciones Internacionales. Su fuerte sentido del deber y su competitividad, que ella misma reconoce y de los que se enorgullece, la han llevado hasta donde está, no sin dificultades. Como decía ella misma en esa charla Ted de 2019, “si pudiera volver atrás y decirle algo a esa niña de nueve años que bailaba en un estudio, soñando con sus sueños, le diría: ‘Mi identidad no es un obstáculo. Mi identidad es mi superpoder”.