Litigios, bulimia y una experiencia cercana a la muerte: el eterno retorno de Kesha
La cantante publica disco titulado ‘Gag Order’, un término legal que hace referencia a la prohibición de un juez de hablar en público sobre un proceso penal pendiente. Su productor, Dr. Luke, a quien ella acusó de abusos sexuales y psicológicos, todavía se beneficia de su trabajo
En el año 2014, la cantante Kesha (Los Ángeles, 36 años) presentó una demanda en la que acusaba de violación y manipulación emocional a su productor, Dr. Luke, cuyo nombre real es Lukasz Sebastian Gottwald, al que también acusaba de haberla obligado a consumir drogas y de haberle provocado una bulimia nerviosa. Entonces Kesha tenía un contrato que la ...
En el año 2014, la cantante Kesha (Los Ángeles, 36 años) presentó una demanda en la que acusaba de violación y manipulación emocional a su productor, Dr. Luke, cuyo nombre real es Lukasz Sebastian Gottwald, al que también acusaba de haberla obligado a consumir drogas y de haberle provocado una bulimia nerviosa. Entonces Kesha tenía un contrato que la vinculaba musicalmente con el sello discográfico Kemosabe Records, perteneciente a la discográfica Sony y cuyo fundador es Dr. Luke, para grabar con ellos los seis próximos discos firmados en su acuerdo. La artista californiana perdió aquella la batalla legal, quedando vinculada profesionalmente a Dr. Luke en sus futuros proyectos. Casi 10 años más tarde, muchos frentes siguen abiertos: ahora es él quien la demanda a ella por difamación en un juicio que está previsto el próximo mes de julio.
Unas semanas antes de que el juicio comience, la cantante publicaba en mayo su nuevo álbum (del que se beneficia Dr. Luke), titulado Gag Order (orden de mordaza, en castellano), un término legal que hace referencia a la prohibición de un juez de hablar en público sobre un proceso penal pendiente: “He tenido esta orden de mordaza implícita y autoimpuesta desde que tengo memoria, porque todavía estoy en litigio”, ha confesado la cantante en una reciente entrevista con la revista estadounidense Self, donde habla de su nuevo retorno al mundo de la música y de las diversas complicaciones de salud que ha tenido en los últimos años.
El año 2014 no fue solamente el año en el que comenzó su batalla legal, también fue el año en el que ingresó en un centro para tratar sus trastornos alimentarios. “Llegué a un momento de mi trastorno en el que mi ansiedad era tan alta que dejé de ser funcional. Aquello ocupaba todo el espacio de mi cabeza, de la mañana a la noche. Estaba obsesionada por cómo me veía, por qué comer, por las tallas de ropa y por la aprobación de todos”, confiesa ahora la cantante. En su demanda de aquel año, la cantante afirmaba que el Dr. Luke “criticaba de manera cruel e incesante” su peso, y presentó una serie de correos electrónicos en los que su productor le recomendaba controlar su alimentación, alegando que había productores y letristas que se negaban a trabajar con ella debido a su peso.
“Tengo un grupo de terapeutas con los que puedo hablar semanal o mensualmente”, explica la artista en la entrevista, donde habla de su proceso de recuperación de la bulimia. Kesha también reconoce que ahora está disfrutando por primera vez de la comida: “Me encanta la comida, he empezado a cocinar y a ir al mercado”. Cuando está de gira, también mantiene una rutina alimentaria debido a su enfermedad: “Siempre paro a comer, porque al estar en tratamiento, necesito sentarme a comer”.
Kesha se hizo mundialmente conocida gracias a su sencillo de debut, titulado Tik Tok y que salió en 2009, perteneciente a su álbum Animal. La cantante era presentada al mundo como una mujer salvaje, alocada y fiestera: “Quizá necesite rehabilitación o quizá solo necesite dormir”, era la primera frase que se escuchaba al poner el disco. En el videoclip de su primer éxito, se despertaba en una bañera con la máscara de pestañas corrida y la melena alborotada, se lavaba los dientes con whisky, se calzaba y se marchaba de juerga. Durante muchos años, mantuvo esa imagen que otros habían moldeado para convertirla en un artefacto pop, sin embargo, su vida dista mucho de la de la chica que cantaba que se cepillaba los dientes con Jack Daniels: “Tengo 30 minutos antes de salir al escenario en los que me dedico a meditar, estirar y hacer ejercicios respiratorios. La gente probablemente piense que me estoy tomando chupitos, y en realidad estoy haciendo la mierda más zen posible”.
La cantante, que por haber estado tantos años en el foco mediático prefiere no hablar demasiado de su vida personal (en la entrevista no quiere decir el nombre de su novio ni hablar sobre su relación para protegerle), sí que ha decidido sincerarse sobre un problema de salud reciente: “Casi muero en enero”, ha confesado. En 2022, Kesha fue diagnosticada con inmunodeficiencia variable común (IDCV), una inmunodeficiencia primaria que puede provocar múltiples infecciones pulmonares, infecciones bacterianas sistémicas y complicaciones gastrointestinales. El año pasado, también se sometió a un tratamiento de congelación de óvulos. En fin de año, después de actuar en las Bahamas, descubrió que ni siquiera tenía fuerzas para caminar. Acudió al hospital, donde los médicos descubrieron que había desarrollado una complicación poco común, aunque bastante grave, debido al tratamiento de fertilidad, y que atribuyeron a su sistema inmunológico debilitado. Estuvo en un hospital durante nueve días: “Ahora me siento recuperada, pero me llevó un par de meses. Fue horrible”, declara la cantante.
Desde que comenzase su litigio contra Dr. Luke, Kesha ha sacado tres álbumes: Rainbow, en 2017; High Road, en 2020; y, ahora, Gag Order. La cantante nunca quiso dejar la música, pero buscaba hacerla en sus propios términos: “Creo que he dado a luz a la cosa más íntima que jamás he creado”, ha dicho también sobre su nuevo disco en una entrevista con Rolling Stone. “He buceado en mis emociones más feas y en las partes de mí que son menos divertidas. Ser vulnerable asusta mucho. El hecho de haber reunido un registro completo de todas estas emociones (de ira, de inseguridad, de ansiedad, de pena, de dolor, de arrepentimiento), es estresante... pero también es sanador”.