La discreta vida de Jaime de Marichalar, el duque que predijo el éxito de la moda sin género, los patinetes y los auriculares inalámbricos

El exmarido de la infanta Elena cumple 60 años, 30 de ellos en la escena pública. En los noventa y los 2000 los sectores conservadores lo elevaron a referente de estilo, mientras que buena parte de España lo ha tratado de excéntrico

Jaime de Marichalar, en una exhibición ecuestre en La Maestranza de Sevilla, en mayo de 2019.María José López (Europa Press via Getty Images)

Un mes después del desfile de Louis Vuitton en el Museo de Orsay de París, los expertos en moda siguen hablando del incidente protagonizado por el estilista Law Roach. En un vídeo que se hizo viral se ve al asesor de imagen, considerado unos de los más poderosos de Hollywood, llegando ...

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Un mes después del desfile de Louis Vuitton en el Museo de Orsay de París, los expertos en moda siguen hablando del incidente protagonizado por el estilista Law Roach. En un vídeo que se hizo viral se ve al asesor de imagen, considerado unos de los más poderosos de Hollywood, llegando a la presentación de la última colección de Nicolas Ghesquière junto a la actriz Zendaya, una de sus clientas más famosas. La estrella de Euphoria se sienta en primera fila junto a Delphine Arnault, heredera del gigante del lujo LVMH, y las actrices Emma Stone y Ana de Armas, mientras que Roach se queda sin sitio, de pie y desconcertado. Después del percance, el estilista anunció que dejaba de trabajar para celebridades. Jaime de Marichalar Saénz de Tejada (Pamplona, 59 años), consejero del grupo LVMH e invitado habitual a los desfiles de Vuitton, Dior, Loewe y Fendi, estaba sentado justo detrás de Zendaya y vio cómo ocurría la escena. La imagen resume la vida del exmarido de Elena de Borbón: siempre en una discreta segunda fila, manteniendo la distancia de seguridad, pero sin perder su condición de testigo privilegiado (y a veces protagonista) de la noticia.

El próximo viernes 7 de abril, Marichalar va a cumplir 60 años y, aunque detesta los focos, también va a cumplir 30 como personaje público. El anuncio de su compromiso con la infanta Elena, primogénita de los reyes Juan Carlos y Sofía, en 1994, lo lanzó a una fama no deseada y que siempre le ha incomodado. Los duques de Lugo protagonizaron la primera boda real en España en casi un siglo. Durante un par de años, la infanta y el economista vivieron en París, gozando de cierta tranquilidad. Pero en 1998 regresaron a Madrid y el aristócrata se convirtió en uno de los hombres más fotografiados y perseguidos del país. Como si fuera el personaje de Henry Higgins en My Fair Lady, empezó a moldear los gustos estilísticos de su mujer, introduciéndola en el lujo francés de Lacroix, Chanel y Dior. Pero su estilo, que su entorno define como “tremendamente refinado y muy afrancesado”, también influyó en una parte de la sociedad.

De izquierda a derecha, Jaime de Marichalar en 2006, en febrero y octubre de 2012, y en 2019.cordon press / Europa Press via Getty Images / Francois Durand (Getty Images) / cordon press

“Conozco a Jaime desde que éramos niños. Luego coincidimos en París, cuando él trabajaba en banca y todavía no salía con la infanta. Entonces tenía un estilo clásico”, recuerda la aristócrata Pilar González de Gregorio en conversación con EL PAÍS. “Luego, tras su boda, empezó a innovar más”, añade la hija de la duquesa de Medina Sidonia. En pleno primer Gobierno de José María Aznar, un sector de la derecha española comenzó a imitar al duque de Lugo. Los hombres de cierta clase, o que querían aparentar cierta clase, se apropiaron de las piezas clave del “estilo Marichalar”: los pantalones en colores shocking (salmón, verde o rojo ladrillo), las pulseras en la muñeca, las pashminas y fulares con estampados paisley, los trajes de raya diplomática combinados con camisas de rayas horizontales, los chalecos acolchados, los mocasines de Tod’s y los cinturones de cuero de Hermès. Marichalar recuperó algunas piezas tradicionales olvidadas, como la capa española y el pañuelo de bolsillo, y se adelantó unas décadas a la moda sin género. Mucho antes del bum de la tendencia genderless, él empezó a lucir prendas y complementos que hasta ese momento estaban asociados a las mujeres: los abanicos, los abrigos con detalles de piel de Nelsy Chelala, las estolas y los bolsos de lujo unisex de firmas de lujo como Vuitton.

Jaime de Marichalar, en mayo de 2004 en París.Pascal LE FLOCH (Gamma-Rapho via Getty Images)

De repente, las elecciones estilísticas del yerno del rey Juan Carlos se convirtieron en tema de conversación y debate. En agosto de 1999, Marichalar posó en la isla de Capri con unos pantalones ceñidos con estampado de cachemir de Tommy Hilfiger. Pocos días después, el 20 de agosto, Alfonso Ussía publicó en Abc, el diario de cabecera de los monárquicos, una columna lapidaria titulada Los pantalones. “El verano abre puertas a las fantasías indumentarias, pero no concede amnistías. Me sorprende que una persona medida, tímida y en su sitio se abrace a la osadía con tan atroces resultados”, escribió el periodista. Y concluía: “De todos es sabido que pertenecer a la Familia Real no es cómodo. La ética y la estética no admiten caminos separados (…) La República de España se resume en García Trevijano, Pablo Sebastián, el juez Navarro, Joaquín Sabina y ahora, los pantalones de Jaime de Marichalar”. La columna causó revuelo en los barrios tradicionales de Madrid como Salamanca o Chamberí y no pasó inadvertida en palacio. El ataque a un miembro de la Familia Real provenía de “uno de los suyos”: Ussía es hijo de los condes de los Gaitanes y un referente entre muchos monárquicos.

Elena de Borbón y Jaime de Marichalar, en noviembre de 2004.Lalo Yasky (WireImage)

Darío Valcárcel, uno de los fundadores del diario EL PAÍS y entonces columnista de Abc, también publicó aquel verano una columna demoledora contra Marichalar. La tituló El agente queda al descubierto. “Surge dentro del Estado un extraño asteroide que es necesario tomar —¿cómo pensar de otro modo?— por un agente al servicio de la República. El torpedo se dispara —¿desde qué submarino?— en forma de obsceno, equívoco, provocador desafío a la gravedad de la primera institución pública: un pantalón ajustado a la holgada cadera, de mórbido tejido, como de starlette sexageneria, estampado en tentáculos blancos sobre fondo azul cobalto”, escribió el periodista, calificando el estilismo del marido de la infanta como “un ataque en toda la línea, dirigido contra una entidad milenaria”. La crítica de Valcárcel, marqués de O’Reilly, también fue leída con mucha atención en las zonas nobles de la capital y en La Zarzuela.

“Los españoles, que son tremendamente austeros, no supieron entender a Jaime”, se lamenta Beatriz de Orleans en conversación con este periódico. “Al final, lo que chocó en España es precisamente lo que gusta de él en el extranjero: la manera que tiene de mezclar colores y géneros, su creatividad y su actitud”, continúa la aristócrata, ex relaciones públicas de Christian Dior y amiga de Marichalar desde hace tres décadas. “La moda española masculina no tiene ninguna fantasía o creatividad y a Jaime le sobra ingenio. El español se viste igual que su padre, su abuelo y su bisabuelo. Yo vivo en pleno barrio de Salamanca y muchas veces me río sola. Los fines de semana, todos los caballeros van vestidos igual: chaqueta verde, pantalón beige, mocasines con pompón, camisa abierta pero sin fular… son todos iguales. Hasta llevan el mismo color de calcetín. Jaime no se parece a ninguno de ellos”, dice Orleans, que define el estilo de su amigo como “un tutti frutti, pero muy suyo”: no es inglés, no es francés, no es español, pero es todo eso al mismo tiempo. La princesa vive cerca del piso del exduque y muchas veces almuerza con él. “No te puedes imaginar la sofisticación de su casa. Para mí es la mejor de España. La mesa, la vajilla, los libros… cada detalle, cada centímetro delata su refinamiento y educación”, revela.

Jaime de Marichalar y Beatriz de Orleans acuden a una cena en homenaje a Ira von Furstenberg en Madrid, en febrero de 2016.iván del monte (Europa Press)

Marisa de Borbón coincide con Beatriz de Orleans. “Jaime tiene un gusto exquisito. Sabe cómo mezclar colores, géneros y estampados. No por nada lleva 25 años siendo consejero de Dior, el buque insignia de LVMH”, apunta la aristócrata, que, al igual que Marichalar, es consejera de Loewe. “Lo conozco desde hace más de 15 años y da gusto hablar con él sobre moda porque sabe de lo que habla”.

Pero el exduque de Lugo ha sido un visionario más allá de la moda. En 2003, un año después de sufrir una isquemia cerebral mientras practicaba deporte con una bicicleta estática, empezó a moverse por las calles de Madrid en un patinete eléctrico rojo. En ese momento, la prensa y los programas de televisión lo tildaron de excéntrico. Veinte años después, los patinetes eléctricos invaden todas las grandes capitales. También predijo el bum de los auriculares inalámbricos. En 2006, una década antes de que iPhone lanzara los AirPods, él ya se dejaba ver por la Milla de Oro madrileña hablando por teléfono con unos primitivos cascos sin cable.

Jaime de Marichalar, en la Avenue Montaigne de París, en enero de 2004.Pascal LE FLOCH (Gamma-Rapho via Getty Images)

Han pasado tres décadas desde el día en que los españoles conocieron a Marichalar, pero en realidad siguen sin conocerlo. Vive a su manera: discretamente, sentado en una segunda fila permanente, y sin ganas de que eso cambie. Tras su separación de la infanta Elena, en 2007, decisión que la Casa Real española calificó de “cese temporal de la convivencia”, dejó la banca para dedicarse al negocio de la moda a tiempo completo, pero siempre tras bastidores. Es consejero de varias firmas del gigante LVHM, el grupo de lujo propiedad de Bernard Arnault, el hombre más rico del mundo, y compagina esos cargos con la dirección de su propia marca de sastrería a medida, B Corner. La creó en 2016 tras la muerte de su sastre de confianza, Antonio Díaz.

Los trajes de B Corner están confeccionados con tejidos clásicos y reflejan el “estilo de Marichalar”. “El estilo de Jaime es único, pero con todas las palabras y comas de definición que aparece en el diccionario”, dice Federico Zanolla, uno de sus socios en B Corner. “Es muy personal, de él y de nadie más. Jaime aporta una visión diferente. No creo que haya otra persona que sepa y entienda más este sector. Conoce a la perfección todos los tipos de prendas que se fueron usando durante décadas y sus detalles. Así que su aportación es infinita”, prosigue el financiero. Zanolla le conoció en 2014 en Just One, la tienda multimarca de moda masculina de Goyo Fernández en la que se visten los hombres del barrio de Salamanca. Un año después de ese primer encuentro, los tres empezaron a reunirse para darle forma a B Corner.

Jaime de Marichalar y su hija, Victoria Federica de Marichalar y Borbón, en un desfile de alta costura de Christian Dior en París, el 5 de julio de 2021.Stephane Cardinale - Corbis (Corbis via Getty Images)

Ahora, Jaime de Marichalar viaja por todo el mundo atendiendo a sus clientes. Este invierno abrió una tienda efímera en Unützer, una de las boutiques más importantes de Múnich. También está trabajando en la elaboración de un “manifiesto” de su marca, que servirá como campaña institucional. Según Federico Zanolla, el objetivo es crear colecciones cápsula temáticas con “piezas únicas enfocadas a determinados momentos en la vida del hombre”. Y, ¿en qué momento se encuentra Marichalar? Según su entorno, está retirado de la vida pública, alejado de la Familia Real y los focos, y centrado en su trabajo en la moda y en sus hijos: Victoria Federica, que es influencer (su Instagram tiene 234.000 seguidores), y Felipe Juan Froilán, que está viviendo en Abu Dabi, cerca de su abuelo, el rey Juan Carlos. “El pobre ha desaparecido un poco del planeta”, concluye una de sus amigas.

“La elegancia no tiene nada que ver con la prenda que llevas, es una actitud. Seguir la moda es no tener personalidad”, dijo Marichalar a la revista Vanity Fair en 2018, en la única entrevista que ha dado en décadas. El exduque no habla con los medios de comunicación. Prefiere explicarse a través de sus trajes.


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