Xandra Falcó: “El lujo no es solo un reloj caro”
Empresaria vitivinícola y presidenta del Círculo Fortuny, la hija del fallecido marqués de Griñón busca poner en valor el trabajo de los maestros artesanos
Xandra Falcó (Madrid, 54 años) defiende a capa y espada que para ella la definición de lujo es estar con su familia. La afirmación cobra un sentido especial porque esta bodeguera de prestigio internacional, heredera del patrimonio vitivinícola del marqués de Griñón, su padre, es, además, la presidenta del Círculo Fortuny, una asociación que agrupa a los grandes representantes del lujo español en la que ella se ha empeñado en meter a los maestros artesanos, para qu...
Xandra Falcó (Madrid, 54 años) defiende a capa y espada que para ella la definición de lujo es estar con su familia. La afirmación cobra un sentido especial porque esta bodeguera de prestigio internacional, heredera del patrimonio vitivinícola del marqués de Griñón, su padre, es, además, la presidenta del Círculo Fortuny, una asociación que agrupa a los grandes representantes del lujo español en la que ella se ha empeñado en meter a los maestros artesanos, para quienes ha creado un premio, que entregó la semana pasada, que aspira a ser el Oscar de la excelencia en artes y oficios. “Lujo no es solo un reloj caro”, repite risueña pero firme sentada en un reservado de un hotel del centro de Madrid. De cinco estrellas, por supuesto.
Pregunta. ¿Recuerda el último lujo que se ha dado?
Respuesta. Hacer un viaje a Perú con mis tres hijas. Hemos estado en Lima, en el Valle Sagrado, en Machu Picchu, y desde Cuzco cogimos el Andean Explorer hasta Arequipa, a la que llaman la Ciudad Blanca, que era riquísima en otros tiempos. Allí hay un convento, el de Santa Catalina, donde mandaban a las segundas hijas de familias importantes españolas que iban con una persona de servicio con todo su ajuar. Y ahí están las vajillas, los trajes, las camas, los almohadones… Es una maravilla. Nos reímos mucho porque le decíamos a la mediana que íbamos a dejarla allí y ella decía: “Pues ni tan mal”.
P. ¿Cuál es la diferencia entre alta artesanía y artesanía normal?
R. Hay artesanos que por los años que llevan trabajando, su saber hacer y su cultura se convierten en auténticos maestros. Luego hay veces que esos maestros artesanos necesitan apoyo de diseñadores que son los que, al final, les permiten adecuarse a los tiempos, tener una estrategia y convertirse en una marca.
P. ¿Eso no es adueñarse de algo que es patrimonio, digamos, popular? Hay marcas internacionales a las que se las ha criticado mucho por la apropiación cultural.
P. ¿Pero eso es bueno o es malo? Al final que alguien como el diseñador Jonathan Anderson (Loewe) dé visibilidad mundial a, por ejemplo, las artesanas gallegas, creo que es una oportunidad extraordinaria. Llevando el ejemplo al mundo del vino, cuando Álvaro Palacios fue hace veinte años al Priorat esta era una zona desconocida. Ha cuidado uvas, ha innovado y ha puesto en valor una región. Habrá quien diga: “Pero bueno, es que ha venido y se ha apropiado de lo nuestro”, cuando lo que ha hecho es lo contrario.
P. No hay muchas mujeres bodegueras, ¿cómo ha conseguido integrarse tan bien en un mundo tan masculino?
P. El mundo del vino tiene una parte familiar importante, seas de la familia que seas, ¿eh? Hay un componente de legado y tradición que es muy importante y ahí da igual si eres un hombre o una mujer.
P. ¿Y cómo detecta a un farsante del vino?
R. En las ferias ves muy fácil quién es de verdad y quién no: cuando no te hablan del viñedo. Los vinos de calidad nacen en la viña. Es como cuando un artesano te está hablando del cuero antes de empezar a hacer el bolso.
P. ¿Recuerda el día que supo que quería seguir los pasos de su padre?
R. Yo siempre estuve más o menos involucrada en la bodega, pero cuando me casé, mi marido [el financiero Jaime Carvajal Torres, fallecido en septiembre de 2020 a los 56 años] trabajaba en Washington y yo lo dejé todo aquí. Tres años más tarde, volvimos a Barcelona, ya con dos hijas, y decidí que quería involucrarme en el proyecto del aceite de mi padre. No era feliz sin un proyecto propio.
P. Su padre le enseñó el amor por el vino, ¿qué le enseñó su madre?
R. Mi madre [Jeannine Girod] viene de una familia suiza de joyeros y relojeros importantes. Me enseñó primero la fortaleza y luego también una parte del sentido de negocio y comercial, que a mi padre le importaba menos. Es muy valiente y siempre ha vivido conforme a sus principios. Fue de las primeras mujeres de Suiza en separarse.
P. ¿Diría que hay una forma especial de sentir la brecha de género cuando una forma parte de la aristocracia española y que usted ha roto un techo de cristal?
R. No sé si he roto nada. A mí me decían: ya que has estudiado, ya que hablas idiomas, ya que te has formado en universidades internacionales, eso tienes que ponerlo en práctica y no dejarte llevar por la inercia de lo que te imponga la sociedad. Si las mujeres trabajamos y demostramos de verdad lo que podemos construir, pues se acabará esta idea de machismo.