Los millonarios ya no buscan piscinas infinitas, ahora piden templos para purificarse
La locura por los retiros de lujo no solo se da en las series de Nicole Kidman: templos de meditación en Ibiza o exclusivos muebles de piedras energéticas son el último capricho en la transformación personal de los superricos. El dinero es el mejor atajo al nirvana.
“Los retiros de bienestar son otro invento más para sacarle dinero a los ricos y hacer que, encima, todos se sientan bien”, dice el escéptico Lars Lee (Luke Evans) en una escena de Nine perfect strangers, la serie de la factoría David E. Kelley (Big Little Lies) que estrenó Amazon Prime en España el pa...
“Los retiros de bienestar son otro invento más para sacarle dinero a los ricos y hacer que, encima, todos se sientan bien”, dice el escéptico Lars Lee (Luke Evans) en una escena de Nine perfect strangers, la serie de la factoría David E. Kelley (Big Little Lies) que estrenó Amazon Prime en España el pasado 20 de agosto. El show, que adapta la novela homónima de Liane Moriarty, es otro caramelo veraniego –con permiso de The White Lotus (HBO)– para regodearse en los privilegiados problemas del primer mundo de aquellos urbanitas ricos que buscan “purificarse” en su tiempo libre y, ya de paso, parodiar terroríficamente la lucrativa cultura del wellness. Millonarios que conducen Lamborghinis descapotables desesperados por disfrutar de “baños de bosque” para “bajar sus niveles de cortisol”, superricos ensimismados que toman zumos adaptados a su metabolismo y que pagarán lo que sea para vislumbrar el nirvana y desintoxicarse por un rato del capitalismo voraz en el que están empantanados en su rutina.
En el show Kidman es Sasha, una enigmática gurú propietaria de Tranquillum, un exclusivo y misterioso resort de wellness californiano aislado de la civilización. El misterioso programa de detox espiritual de su complejo ni se vende en redes sociales ni permite el uso de teléfonos móviles y prohíbe las bebidas alcohólicas o comidas ultraprocesadas de gratificación instantánea, pero es tan codiciado y pornográficamente exquisito en su interiorismo que acumula premios internacionales. Vestida de blanco virginal como “un maravilloso unicornio ruso”, Sasha, ex CEO y tiburona empresarial que asegura haber sobrevivido a la muerte tras un tiroteo que cambió radicalmente su estilo de vida, promete –bajo pago previo en cheques de varios ceros– “transformar” a los grupos reducidos de visitantes que se atrevan a pasar diez días conviviendo en sus instalaciones.
La parodia en clave de horror sobre los peligros del negocio bienestar en el último proyecto de la australiana no es una fantasía cualquiera. Uno de los fenómenos más exclusivos del verano en Ibiza está siendo The Temple, el “anfiteatro espiritual” que ha desarrollado el empresario Anton Bilton en el Clubhouse del complejo residencial de La Sabina. Allí, además de espectáculos, se han celebrado ceremonias holotrópicas de respiración bajo las estrellas y se puede meditar dentro de su templo escondido, una cúpula hundida entre canales de agua que sigue la tradición espiritual de los fenicios y que está diseñada por Rolf Blakstad.
Para quienes lo tienen todo, el zen es el último lujo. Los Ángeles Times informaba del último capricho veraniego de los millonarios para vivir inmerso en buenas vibras: comprar voluminosas sillas esculpidas sobre amatistas, una piedra asociada a la calma, la transmisión de energía positiva y que supuestamente ayuda en la meditación. El modelo pesa casi una tonelada, cuesta 40.000 euros y su versión en cuarzo, de unos 400 kg, por lo visto ya la ha colocado un millonario de la zona en su yate para ahuyentar la energía negativa mientras navega. Los cristales energéticos ya no son solo colgantes o lámparas de mesita de noche en tiendas de souvenirs, el negocio ahora está en esculpirse a lo grande en sofás de dos plazas y mesas de café siempre que la cuenta corriente pueda permitir los 125.000 dólares que cuestan.
De la comuna a Goop y a los inversores unicornio
En las antípodas de aquel new age que movilizaba a las comunas hippies de los 60 y que surgió, precisamente, como estrategia reactiva al yugo capitalista, medio siglo después, un informe de la consultora Mckinsey estimaba que en 2021 el negocio del wellness alcanzará un volumen de un trillón y medio de dólares (unos 1.255 miles de millones de euros).
Mucho se ha parodiado el mundo Goop y el universo de estilo de vida de Gwyneth Paltrow, pero la intérprete fue la maestra de ceremonias que abrió la veda para explotar económicamente cualquier terror femenino (ansiedad, insomnio, engordar, envejecer) ofertando productos milagro de dudosa base científica para conseguir el bienestar físico y mental. Casi 15 años después, y con una empresa valorada en 250 millones de dólares, este tipo de negocio se ha convertido en la nueva meca empresarial sin importar el género o el estrato social al que se oferte.
Con el auge y explosión (para el pueblo llano) de apps de meditación como Calm, Headspace, Fabulous, Rootd and Liberate en el último año, The New York Times informaba que solo en 2020 las empresas estadounidenses habían aumentado un 40% el presupuesto que destinaban a los programas de mindfullness y bienestar físico y emocional de sus empleados. Porque, ya sea mediante gurú en un entorno privilegiado o con una app de meditación por 58 euros al año, el problema que todos buscan solucionar, la raíz del entuerto, es el mismo: la asfixia frente a un siglo XXI que nos ha alienado y quemado sin importar el volumen de nuestra cartera.