Gucci ‘hackea’ a Balenciaga
El director creativo Alessandro Michele celebra los 100 años de la firma italiana “robando” prendas del diseñador Demna Gvasalia. Una jugada que abre nuevos modelos de negocio
Alessandro Michele lo ha vuelto a hacer. Al profanar las reglas de la industria de la moda acapara la atención mediática e inaugura un camino paralelo, que no pocos terminan siguiendo. Sucedió hace un año cuando anunció que su trabajo para Gucci no seguiría la tradicional división por temporadas, y ocurría de nuevo este miércoles al incorporar a su colección varias piezas de...
Alessandro Michele lo ha vuelto a hacer. Al profanar las reglas de la industria de la moda acapara la atención mediática e inaugura un camino paralelo, que no pocos terminan siguiendo. Sucedió hace un año cuando anunció que su trabajo para Gucci no seguiría la tradicional división por temporadas, y ocurría de nuevo este miércoles al incorporar a su colección varias piezas de Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga y otro de los grandes transgresores de la industria del lujo contemporáneo. Así, dos de las marcas más deseadas del momento confluían en un mismo producto. Algo inédito en el sector y que abre la veda de nuevos e inesperados modelos de negocio. Porque, al menos en teoría, esta parece la jugada comercial perfecta, teniendo en cuenta que ambas firmas pertenecen al conglomerado de empresas Kering y, por lo tanto, todo queda en casa.
“Telefoneé a Demna”, recuerda Michele en una rueda de prensa digital “y le conté que quería jugar con los códigos de otra marca y a él le pareció muy divertido que cogiese sus patrones e ideas para transformarlos en otra cosa”. El encuentro con los periodistas tuvo lugar tras la presentación de Aria, la colección con la que celebra el centenario de la casa italiana y con la que pretendía huir del “sentimentalismo biográfico vacío”. Lo consiguió. El nombre de Guccio Cucci, fundador de la enseña, solo se invocó para preguntarse qué habría pensado de este proyecto. No lo llame colaboración, ni colección cápsula, ni apropiación. Llámelo “hackeo, incursión, metamorfosis, contaminación”. Llámelo “robo”, porque Michele lo hace.
“Fui a robar a casa de un amigo. Desde que asistí a su primer desfile hubo conceptos que fluyeron a través de mí y quería manifestarlo de alguna forma. Ese fluir de ideas es el alma de una industria que vive de la creatividad y que ya nunca más estará confinada entre las paredes de una casa de moda”, argumentaba. Algunos de los préstamos resultaban literales, como las botas-media y el bolso Hourglass de Balenciaga estampados con el logo de las dos ces. Otros, más conceptuales: “Pensando en las siluetas y volúmenes, me vinieron a la cabeza los de Demna que tienen su origen en el estudio anatómico”. Y de ahí, las hombreras armadas de Balenciaga en tops y abrigos de Gucci. Por si no había quedado suficientemente claro este juego de espejos, los logos de ambas marcas estampan un traje de chaqueta plateado, uno de los colores estrella de la colección y que Michele traslada de los vestidos de noche a las prendas de día.
“Estos experimentos no son nuevos en Gucci. También Tom [Ford] era muy bueno robando a Halston”. Como en un dominó, Michele recupera a su vez “la tensión sexual de Ford”, director creativo de la firma desde 1994 hasta 2004, especialmente cuando rinde tributo al legado ecuestre de la marca reinterpretando cinchas, fustas y correas en clave fetichista y combinándolas con prendas de encaje y lencería. También al incorporar los míticos trajes de chaqueta con los que el estadounidense definió la estética de los noventa. Todo salpicado por impresionantes piezas de alta joyería. “Quería sabotear el discreto encanto de la burguesía y los códigos de la sastrería masculina”, argumenta. Si este acto de “contaminación” resulta relevante creativamente o si responde a los deseos del mercado son dos debates diferentes que solo el tiempo y las cifras de ventas esclarecerán.
Resulta también controvertida, pero muy reveladora, la forma escogida por Michele para presentar este proyecto. Después de experimentar en las últimas temporadas con nuevos formatos y narrativas de moda –incluido un festival por internet de siete días–, el italiano vuelve a un desfile tradicional: con sus modelos recorriendo la pasarela y sus flashes, que hacen referencia, en esta ocasión, “al Hollywood clásico y a sus paparazzi”. Solo al final del vídeo de 15 minutos, los protagonistas se introducen en un “cuarto oscuro” antes de emerger a una poética fiesta en la naturaleza que sublima el deseo de tocarse de la sociedad pandémica. “Trabajamos con la idea de que en este centenario el vídeo debía funcionar como una bala. Elegimos un formato más popular para que todo el mundo pudiese entenderlo rápido y participar de nuestra fiesta de cumpleaños”. Que el pastel deberían repartírselo con Gvasalia parece incuestionable.