La princesa Michael de Kent, la prima incómoda de la familia real británica
Esposa de un familiar cercano de Isabel II, la aristócrata es conferenciante y autora de novelas, pero también ha tenido gestos racistas y salidas de tono con Diana de Gales o Meghan Markle
El título de la princesa Michael de Kent se parece mucho a ella misma: es opaco, complejo y está vinculado a otra persona, no la define. Como la propia princesa, que suele esconderse bajo su radiante sonrisa y tras el brazo de su marido (el susodicho Michael de Kent) para dar pocas pistas de sí misma. Sin embargo, María Cristina Inés Eduvigis Ida de Reibnitz, como se llama realmente, es uno de los personajes más curiosos de la familia real británica, de los más desconocidos y de los que más discretamente suelen meter la pata.
Estas semanas la siempre infatigable princesa, mujer de mucho...
El título de la princesa Michael de Kent se parece mucho a ella misma: es opaco, complejo y está vinculado a otra persona, no la define. Como la propia princesa, que suele esconderse bajo su radiante sonrisa y tras el brazo de su marido (el susodicho Michael de Kent) para dar pocas pistas de sí misma. Sin embargo, María Cristina Inés Eduvigis Ida de Reibnitz, como se llama realmente, es uno de los personajes más curiosos de la familia real británica, de los más desconocidos y de los que más discretamente suelen meter la pata.
Estas semanas la siempre infatigable princesa, mujer de muchos quehaceres e intereses y en ocasiones representante de la reina Isabel II al ser esposa de su primo, está en los medios precisamente por su cansancio. Ha sufrido la covid, que a sus 75 años la ha dejado con “una fatiga extrema” durante algo más de un mes y ha tenido al matrimonio en aislamiento en sus 10 habitaciones del palacio de Kensington, donde residen. El marido de la princesa es primo hermano de Isabel II, hijo del príncipe Jorge (hermano del padre de la reina de Inglaterra), y llegó a ser en su nacimiento sexto en la línea de sucesión al trono, aunque ahora ocupa el 45º.
Esta vez ha sido por el coronavirus, pero los príncipes eran habituales de las páginas de sociedad del Reino Unido. Sin excederse, eso sí. Para contar sus cuitas, la princesa tiene su propia página web, además de sus artículos en la revista Orient Express, un blog en el HuffPost y, por supuesto, media docena de novelas románticas e históricas, entre ellas una trilogía escrita entre 2014 y 2016. Para su labor, la princesa se encierra en su despacho de Kensington, rodeada de gatos y recuerdos, hasta que da a luz sus mediáticos volúmenes.
Porque siempre es buena idea tener a una princesa en televisión o en prensa, ya sea con la excusa de hablar de su libro. Cada vez que los lanza, ella hace promoción y el palacio de Buckingham tiembla. Las salidas de tono se han convertido en habituales para la esposa de Michael de Kent. Nacida en la actual República Checa, entonces la Alemania nazi, en 1945, ya su pasado ha sido polémico. A mediados de los años ochenta, un libro afirmó que su padre, el barón Gunther von Reibnitz, se habría afiliado en 1930 al partido nazi, algo que ella dijo desconocer pero que finalmente confirmó. Aquello habría sido tres años antes de la subida de Hitler al poder, aunque en 1933 se alistó en las tropas del III Reich, las tristemente célebres SS. Con la llegada del fascismo al poder, su madre se separó de su padre y se fue a vivir con ella a Sídney, donde abrió un salón de belleza, crió a su hija y se volvió a casar con otro aristócrata, esta vez polaco.
Su boda en 1978 fue polémica por ser María Cristina extranjera, católica y divorciada, algo que tenía ecos del escándalo de Wallis Simpson con tío de su marido que casi da al traste con la corona. De hecho, Michael de Kent llegó a perder sus derechos dinásticos cuando se casó con ella en Viena en 1978 —tienen dos hijos, lord Federico y lady Gabriela—. No porque María Cristina estuviera divorciada solo meses atrás, pues logró una anulación dinástica, sino porque era católica. Sin embargo, los recuperó en el año 2013 gracias a una nueva ley. Formado en lo escolar en Eton y en lo militar en Sandhurst, Michael de Kent llegó a ser parte de las fuerzas de paz de la ONU y desarrolló una extensa carrera militar durante más de 20 años.
María Cristina, por su parte, estudió en Viena y en Londres, donde siguió cursos de artes decorativas en el Victoria & Albert Museum en los años setenta y después pasó tiempo como aprendiz en estudios de interiorismo hasta abrir el suyo propio. Ahora la princesa Michael de Kent —solo las hijas y nietas de reyes pueden ser princesas con su propio nombre, como la princesa Ana o Eugenia y Beatriz de York; por eso Meghan Markle o Kate Middleton, con títulos por matrimonio, no lo son— se define a sí misma como “escritora, historiadora, conferenciante, diseñadora de interiores y consultora de arte”. Pero también comanda los patronatos de algo más de 40 organizaciones, escuelas y hospitales.
Sin embargo, al final se la conoce más por sus meteduras de pata. La más sonada y reciente la protagonizó la Navidad de 2017, en la cena de Navidad que celebra anualmente Isabel II con toda su familia. Era la primera de Meghan Markle. Para ella, se puso un broche dorado con el busto de un hombre negro, una pieza que suele llamarse Blackamoor o Moretti, original de Venecia en el siglo XVI. Se consideró un símbolo racista contra Markle y la princesa, que lo negó, acabó teniendo que pedir disculpas y afirmó estar “consternada por haber provocado esta ofensa”.
No era su primera salida de tono racista: según un familiar, bautizó a dos ovejas negras que tenía en el palacio de Kensington con los nombres de Venus y Serena, como las célebres hermanas tenistas Williams. Además, en una cena en Nueva York le dijo a un grupo de comensales negros cercanos a ella que volvieran “a las colonias”. En 2013 afirmó que habían dejado de comer fuera de casa “para no derrochar”. En una entrevista en EE UU en 2014 para promocionar sus libros no dudó en decir que “los miembros más mayores de la realeza son unos aburridos”; en 2015, que “los animales no tienen derechos porque no votan ni pagan impuestos”. Pero para la historia quedará, sobre todo, su afirmación sobre la más mediática de las princesas: “Diana era una ignorante, no supo hacer frente a la fama porque no tuvo una madre estricta”. Sin embargo, de quien Isabel II llegó a decir que era “demasiado encopetada para nosotros” fue precisamente de ella.