La batalla matrimonial de Carlos y Diana marcó la adolescencia de alcohol y drogas de Guillermo y Enrique de Inglaterra
El hijo mayor de los príncipes de Gales se derrumbó después de que se revelaran sus relaciones extramaritales, mientras que el pequeño se excedió con el cannabis a los 16 años
El próximo libro sobre los dos hijos del príncipe Carlos y la princesa Diana, Batalla de hermanos, se está convirtiendo en el nuevo culebrón de los británicos, deseosos de noticias sobre los miembros de su casa real. En un nuevo extracto de la obra publicado por el diario Daily Mail se...
El próximo libro sobre los dos hijos del príncipe Carlos y la princesa Diana, Batalla de hermanos, se está convirtiendo en el nuevo culebrón de los británicos, deseosos de noticias sobre los miembros de su casa real. En un nuevo extracto de la obra publicado por el diario Daily Mail se descubren los efectos que tuvo sobre ellos la batalla que iniciaron sus padres cuando se hizo evidente el naufragio de un matrimonio que ahora se sabe desdichado desde el principio.
Los propios Guillermo y Enrique de Inglaterra han confesado los daños psicológicos que supuso la pérdida de su madre. Casi todo el mundo podía sospechar que tampoco debieron ser fáciles para ellos los años previos, cuando se fueron descubriendo —en ocasiones contados por los mismos protagonistas— los secretos más íntimos de la relación marital de sus progenitores. Batalla de hermanos disecciona algunos de aquellos momentos, que terminaron por hacer tambalear la monarquía británica pero que, sobre todo, causaron estragos en los dos hijos de la pareja.
En 1992, cuando el príncipe Guillermo y el príncipe Enrique tenían 10 y ocho años, respectivamente, las portadas de los periódicos y la televisión se llenaron de las revelaciones del explosivo libro de Andrew Morton Diana, su verdadera historia, basado en gran parte en el testimonio grabado de la princesa. Ella pensó durante meses en los efectos que tendrían sus declaraciones en sus hijos pero aun así siguió adelante y terminó por confesar, también a su hijo Guillermo, que trató de suicidarse tirándose por las escaleras cuando estaba embarazada de tres meses de él. Poco después unas grabaciones dejaron oír la voz de la princesa afirmando que la vida con su marido era una “verdadera tortura”, y no mucho más tarde llegó la filtración de las conversaciones íntimas del príncipe Carlos con su entonces amante, Camilla Parker-Bowls.
En 1994 el heredero de la corona admitió su relación con Camilla en una entrevista televisada, y después se publicó el relato de Anna Pasternak sobre la historia de amor de Diana con James Hewitt. Guillermo y Enrique habían pasado muchas horas con el hombre al que llamaban “tío James” y la publicación les desveló que su madre había hecho el amor con él en un baño de Highgrove mientras ellos estaban al otro lado de la puerta. En 1995 la princesa afirmó en la BBC que eran “tres en su matrimonio” y también que ella se había enamorado de James Hewitt. Unas revelaciones que llevaron al límite al príncipe Guillermo, a quien uno de sus tutores encontró en su estudio desplomado en el sofá y con los ojos rojos por las lágrimas vertidas. Una hora después, su madre le llamó por teléfono y él se negó a hablar con ella. Cuando se vieron en persona, Guillermo tuvo uno de los ataques de ira que el libro dice que marcaron su adolescencia y también su vida adulta: gritó a su madre diciéndole que había hablado mal de su padre, que había mencionado a Hewitt y, cuando ella trató de abrazarlo, la apartó de un empujón.
Tras la muerte de la princesa Diana fue Enrique el que comenzó a dar más problemas. Un año después del fallecimiento de su madre, en 1998, Enrique llegó al estricto Eton, donde ya estudiaba su hermano Guillermo. Allí ambos pasaron dos años muy unidos, formando parte del mismo grupo de amigos, algunos un par de años mayores que Enrique que entonces tenía 14 años. Convirtierton el sótano de Highgrove, donde el príncipe Carlos había hecho construir un refugio a prueba de bombas, en lo que llamaron Club H, una improvisada discoteca donde los príncipes se entretenían con sus amigos en vacaciones y donde circulaban el alcohol y el cannabis cuando su padre se encontraba ausente. Dichas costumbres se trasladaron a un pub cercano, The Rattlebone Inn, cuando era necesario.
Cuando Guillermo dejó Eton a los 18 años, Enrique se quedó solo, sin la supervisión del hermano mayor, y continuó fumando marihuana en exceso. Pero el libro deja claro que fue Guillermo el impulsor de las juergas. Él pasó indemne y sin críticas públicas a su nuevo rol de heredero del heredero, mientras que su hermano menor fue designado por los medios de comunicación como el pícaro y el complicado de la familia.
Guillermo, según se cuenta en Batalla de hermanos, también estaba al lado de Enrique cuando eligió para una fiesta de disfraces una camisa con la esvástica en la manga y fue el que más le rio la gracia. Las críticas le llovieron a Enrique, y Guillermo volvió a salir como el mirlo blanco de la familia. En 2002, según relatan personas del entorno de los entonces jóvenes príncipes, vivieron una crisis entre ellos y apenas se hablaban. El príncipe Enrique empezó a acusar ya los efectos de haber sido elegido como el cómico chivo expiatorio mientras su hermano era erigido como el héroe siempre correcto. Las consecuencias actuales de todas esas diferencias de juventud ya llevan meses ocupando las crónicas reales.