Venganza, enredos y trapos sucios en Saint-Germain-des-Près
En Francia las batallas del famoseo se disputan en libros, no en los platós. La última: Raphaël Enthoven se venga de su exesposa, la escritora Justine Lévy, a quien abandonó por Carla Bruni
Parece una vieja comedia de enredos, de aquellas en las que se abren y se cierran las puertas, y en las que el espectador pierde la cuenta sobre quién es la pareja de quién y quién el infiel y quién el cornudo. Los protagonistas son famosos en distinto grado: desde celebridades globales como Carla Bruni —exmodelo, cantante y esposa del expresidente Nicolas Sarkozy— hasta intelectuales de renombre como Bernard-Henri Lévy, conocido como BHL, o figuras d...
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Parece una vieja comedia de enredos, de aquellas en las que se abren y se cierran las puertas, y en las que el espectador pierde la cuenta sobre quién es la pareja de quién y quién el infiel y quién el cornudo. Los protagonistas son famosos en distinto grado: desde celebridades globales como Carla Bruni —exmodelo, cantante y esposa del expresidente Nicolas Sarkozy— hasta intelectuales de renombre como Bernard-Henri Lévy, conocido como BHL, o figuras del mundillo literario y editorial de la capital francesa. Todos desfilan como personajes levemente disimulados en la novela que es la comidilla de los cenáculos parisinos, motivo ya de una demanda judicial y de una ruptura familiar: Le temps gagné (El tiempo ganado), de Raphaël Enthoven, exyerno de BHL y después expareja de Bruni, además de autor de libros de divulgación filosófica y comentarista habitual en radio y televisión.
Francia tiene estas cosas: las batallas del famoseo no se libran a grito pelado en los platós de televisión, sino por novelas interpuestas. Porque en este país existe un famoseo intelectual, y sus peripecias y trifulcas son tan rastreras —y pueden resultar tan adictivas— como las de celebridades de otros ámbitos. Los lectores se lanzan a leer Le temps gagné no por su cuestionable interés literario, sino ávidos por descifrar quién es quién en la novela (los personajes tienen nombres ficticios) y así asomarse a la vida íntima y las miserias de sus protagonistas. “Esta historia es enteramente imaginada, puesto que la he vivido de principio a final”, se lee en la primera página.
Enthoven cuenta en primera persona su vida, desde su infancia solitaria y confortable hasta su romance con Carla Bruni, que en su canción Raphaël, cantaba: “Raphaël tiene aspecto de ángel / pero es un diablo del amor”. La peor parte se la lleva el padrastro del autor, el psicoanalista Isi Beller, que en la novela se llama Isidore y maltrata físicamente al niño y le humilla ante la indiferencia de su madre. “Un cabrón. Un hombre malvado”, le define el narrador. Beller ha demandado a la editorial, Éditions de l’Observatoire, por difamación, injurias e intromisión en la vida privada.
Tampoco es nada piadoso Enthoven con su primera esposa, Justine Lévy, hija de BHL y autora de Y la vida sigue (Ámbar, 2008), novela autobiográfica donde hacía un balance doloroso del matrimonio con Enthoven y explicaba cómo este la abandonó por Carla Bruni, a quien llamaba Terminator. Una escena clave de Y la vida sigue de Lévy es el aborto estando embarazada de cinco meses. La narradora explica que fue su marido —Adrien en la novela; Enthoven en la vida real— quien tomó la decisión. “Adrien no quería tener un hijo. Todavía no”, escribe. En Le temps gagné, Enthoven da su versión, y asegura que ocurrió lo contrario: él sugirió que quizá podrían tener el hijo, Justine (Faustine en la novela) se negó. Y, a continuación, impúdicamente y sin ahorrar detalles, describe la escena de la operación. En otro momento, se deleita describiendo cómo su esposa defeca. En una crítica publicada en Le Monde, la escritora Camille Laurens califica el libro de “lamentable porno vengativo”, en alusión a los hombres que difunden imágenes íntimas de sus exparejas.
Enthoven dispara también contra su exsuegro, BHL, que a la vez es el mejor amigo de su padre, el editor Jean-Paul Enthoven. A Entoven padre lo retrata como a un ingenuo que se cuidó poco de la educación del hijo y, al mismo tiempo, lo consideraba su “obra maestra”: un repelente sabelotodo, un niño prodigio de Saint-Germain-des-Près, el barrio del poder intelectual parisino.
Aquí entra en escena Carla Bruni, que en la novela es Beatrice, una tenista reconvertida en cantante. Además, es la nueva novia de Enthoven padre. Orgulloso, se la presenta a Enthoven hijo. Este, que todavía está casado con Faustine/Justine, se enamora de ella en una fiesta en la casa de BHL en Marruecos. Y aquí se precipita el desenlace. Cuando el hijo se lo explica todo al padre, este le pregunta: “¿Cómo has podido volverte tan malvado?”. “Malvado, quizá”, apostilla el narrador. “Pero feliz”. La novela termina en pleno romance entre el narrador y Beatrice/Carla Bruni y antes de que ambos tengan un hijo, Aurélien, y de que Carla Bruni conozca a Nicolas Sarkozy.
Enthoven padre perdonó hace 20 años a Enthoven hijo que se marchase con su novia, pero no le será tan fácil perdonarle esta novela. “¿Por qué infligirme, a mí y a mis allegados, este tratamiento a base de indiscreciones y denigraciones? ¿Hay derecho a arrancar, sin su consentimiento y según lo que a él le parezca, las máscaras que cada uno de nosotros, en el curso de la vida, hemos podido necesitar?”, declaró en el diario Le Figaro. “Un hombre, como decía el mismo Albert Camus al que mi hijo tanto le gusta citar, no hace esas cosas”.