Ken Appledorn, marido de Jorge Cadaval y chico de Woody Allen
Famoso por su matrimonio, el intérprete norteamericano afronta su mejor momento: estrenará película en los festivales de San Sebastián y Sitges
Después de 15 años de vida en nuestro país, con residencia en Triana, el epicentro de la Sevilla inmortalizada en las postales, podría decirse que Ken Appledorn (Troy, Michigan, EE UU, 40 años) se considera un español más, andaluz y sevillano por tres de sus cuatro costados —su leve acento guiri y su apariencia nórdica le delatan—, y miembro ya insustituible del clan Cadaval, de donde nace el dúo humorístico Los Morancos. Capitaneado por los hermanos César y Jorge, Appledorn comparte su vida con este último desde que se cono...
Después de 15 años de vida en nuestro país, con residencia en Triana, el epicentro de la Sevilla inmortalizada en las postales, podría decirse que Ken Appledorn (Troy, Michigan, EE UU, 40 años) se considera un español más, andaluz y sevillano por tres de sus cuatro costados —su leve acento guiri y su apariencia nórdica le delatan—, y miembro ya insustituible del clan Cadaval, de donde nace el dúo humorístico Los Morancos. Capitaneado por los hermanos César y Jorge, Appledorn comparte su vida con este último desde que se conocieran mientras el norteamericano disfrutaba de una beca de estudios en Sevilla en 2005.
“Tenía una profesora en la Universidad de Michigan que era sevillana, y más concretamente, de Triana. Me convenció para venir y llegué para seis meses”, recuerda el actor, que por aquel entonces era un estudiante de Económicas y Empresariales, procedente de una familia “muy recta” en la que la interpretación y las artes “no debían pasar de ser solo hobbies”, relata con una deliciosa dicción multicultural.
De Sevilla a Rota (Cádiz), donde pasó su primer verano trabajando en el chiringuito Macandé, propiedad de la familia Cadaval, que lo acogió. Precisamente es en esta localidad de la bahía gaditana donde Ken Appledorn recibe a EL PAÍS mientras disfruta de sus últimos días de descanso antes de afrontar un septiembre cargado de proyectos.
Han pasado casi dos décadas y aquel muchacho acostumbrado a la popularidad del que es su marido desde 2007, se ha convertido en un actor con nombre propio y gran proyección nacional e internacional desde que participara en la serie Arde Madrid, de Paco León (Movistar +). En menos de un mes estrena dos de sus últimos trabajos: Rifkin’s festival, la nueva película de Woody Allen, que abrirá el Festival de Cine de San Sebastián el próximo 18 de septiembre; y Malnazidos, de Javier Ruiz Caldera, encargada también de inaugurar oficialmente la muestra de cine de terror de Sitges el 8 de octubre.
En medio, dos proyectos para televisión (Un país para reírlo, de TVE; y una serie documental para la autonómica Canal Sur) y una colaboración en radio jalonan el futuro inmediato de este actor que se atreve con la escritura y está participando en el guion de una serie —junto con su director, el sevillano Jorge Naranjo— sobre las aventuras y desventuras de un guiri en Andalucía. Precisamente Naranjo fue quien colocó en la pista de salida de la interpretación a Appledorn, con su participación en la opera prima Casting, por la que obtuvo la Biznaga de Plata al Mejor actor secundario en el Festival de Cine de Málaga de 2013.
Por aquel entonces, el norteamericano ya había participado en series tan populares como Yo soy Bea (Telecinco) y películas como Fuga de cerebros (2008), siempre mostrando una vis cómica “que me sale natural”, confiesa: “Soy cómico sin querer”. Fueron los inicios de este actor que comenzó recibiendo clases de interpretación en una academia privada de Sevilla como mero entretenimiento. “Cuando conocí a Jorge, primero pasamos dos años separados, yendo y viniendo de Michigan, hasta que terminé la carrera. Luego murió mi padre y me cambió el chip: decidí venirme a España, pero no fue por trabajo, me vine por amor. Todo lo demás ha llegado después”, asegura.
El matrimonio Cadaval-Appledorn tiene una intensa actividad en las redes sociales, comparten gags y sketchs humorísticos, incluso Ken, absolutamente integrado en la vida cotidiana del clan familiar, colabora con Los Morancos dentro y fuera de los escenarios, pero siempre ha querido labrarse una carrera al margen. “Yo soy cómico, pero no me considero humorista, nunca he sabido verme bien en ese registro”, explica.
Enamorado de la música española —”soy fan de Alejandro Sanz y la niña Pastori”— , Ken Appledorn apuesta por que, a pesar de su aspecto físico, su acento y su procedencia, su vida y su trabajo “se queden aquí en España ya para siempre”. “Jorge es mi mejor apoyo, él cree en mí y me insiste en que me suba a todos los trenes que pueda, porque me han desanimado muchas veces diciéndome que me voy a encasillar, que no hay tantos papeles para mí, que no iba a tener futuro... Yo hago de guiri, claro; igual que los actores españoles hacen de españoles, ¿dónde está el problema? Nunca me he puesto etiquetas a mí mismo, los límites lo han puesto siempre los demás”, dice mientras sonríe a boca llena.
Es consciente de que rodar con Paco León ha sido “un privilegio”, así como ponerse a las órdenes de Woody Allen. “Es curioso: al principio hice papeles grandes en películas pequeñas que no veía casi nadie; y ahora me conoce mucha más gente por papeles muy pequeños pero dentro de películas grandes”, reflexiona Appledorn al calor del estreno de Rifkin’s festival. “Llegué un poco tenso a rodar la única escena que tengo en la película, pero la atmósfera de trabajo resultó ser muy natural. Fue divertido, el trato con el director bastante personal, yo pensaba que ni siquiera se iba a dirigir a mí. Me vieron tan tímido que incluso el asistente de Woody Allen me tuvo que empujar para que me acercara y hablara con él, ‘no le tengas tanto respeto’, me dijo”, recuerda el actor entre risas.
Mientras disfruta de su vida junto a uno de los humoristas más queridos y respetados de este país, Ken Appledorn fantasea con “trabajar a las órdenes de Mariano Barroso y José Antonio Bayona”, no descarta cualquier oferta por descabellada que le parezca —”hay que hacer las cosas que más miedo te den”— y, puestos a soñar: “Prefiero un premio o un reconocimiento que venga de aquí, que tenga sello español, la comunidad de la que ya me siento parte, que tener un Oscar... Allí no podría compartirlo con nadie”.