Bibiana Fernández: “Viví la infancia y la adolescencia confinada en un cuerpo que no me pertenecía"
El encierro por el coronavirus impulsa la confesión más personal de la actriz, que vuelve a vivir en el campo después de haber tenido que vender su casa por sus problemas con Hacienda
El confinamiento a causa del coronavirus afecta a todos pero lo hace de manera desigual porque las experiencias personales pesan, y mucho, en cómo se reacciona al encierro obligatorio al que ha obligado la pandemia. Bibiana Fernández no se ha librado de una cosa ni de otra. Pero su reacción ha sido tan personal como lo han sido sus vivencias. Una vida en la que ella nació con identidad masc...
El confinamiento a causa del coronavirus afecta a todos pero lo hace de manera desigual porque las experiencias personales pesan, y mucho, en cómo se reacciona al encierro obligatorio al que ha obligado la pandemia. Bibiana Fernández no se ha librado de una cosa ni de otra. Pero su reacción ha sido tan personal como lo han sido sus vivencias. Una vida en la que ella nació con identidad masculina aunque esta solo reflejara lo más evidente de su físico y no cómo realmente se sentía.
En su regreso a televisión como colaboradora de El programa de Ana Rosa, la actriz se ha lanzado a la piscina y ha sorprendido con unas declaraciones muy íntimas que tienen que ver con el confinamiento pero sobre todo con su historia más personal: "Llevo bien el confinamiento porque soy una mujer que está acostumbrada a él porque viví la infancia y la adolescencia confinada en un cuerpo que no me pertenecía”, ha dicho Fernández. Pero ha continuado y dejado palabras que reflejan otros sentimientos personales: “Después viví confinada en un régimen que tampoco me entendía. Cuando me hice adulta dejé de tener pareja y vivo en soledad”, ha dicho.
Una reflexiones que le han servido para invitar a quienes estuvieran escuchándola a mirar hacia dentro, hacia su propia personalidad, aunque las medidas se vayan relajando y llegue el momento de poder salir de casa, aunque sea con restricciones. “A pesar de que tengo una casa estupenda, la gente se cree que con la casa viene la felicidad y no es así, la felicidad la tienes que poner tú porque yo en la misma casa he sido inmensamente feliz e inmensamente desgraciada. Reconozco que soy una privilegiada, porque tengo un jardín, tengo espacio, puedo respirar, no tengo la obligación de sacar a los perros a pasear… pero la gente se cree que todo depende de la vivienda. Yo creo que tenemos que mirar más hacia adentro de nosotros mismos”, ha concluido la artista.
Bibiana sabe bien de lo que habla porque ha experimentado en carne propia los vaivenes de la fama y de la vida. Además de su lucha por abrirse camino en una sociedad pacata donde ser transexual ni se entendía ni se admitía. Nació en Tánger el 13 de febrero de 1954 y como Manuel Fernández Chica incluso llegó a hacer el servicio militar, que entonces era obligatorio para todos los varones. En aquella época su condición sexual tenía pocos caminos si se perseguía ser artista y terminó en Barcelona actuando en los establecimientos golfos del Paralelo entre chicas de alterne y travestis.
Bibi Andersen, que era su nombre artístico en aquellos años, se dio a conocer para el gran público en la película de Vicente Aranda Cambio de sexo. Era 1976, acababa de morir Franco y de comenzar en el cine lo que se conoció como la época del destape. Su carnet de identidad con nombre femenino no llegó hasta 1994, años en los que formó parte de la movida madrileña y del grupo de actrices que se denominó chicas Almodóvar, por frecuentar los repartos de las películas del oscarizado director y de su círculo más íntimo de amigos.
Lista, rápida mentalmente, educada, cariñosa y feliz en su cuerpo de mujer. Lleva años sin pareja conocida después de convivir 14 años con Javier Serrano y de mantener otra relación de seis años con el cubano Asdrúbal Ametler González, con quien llegó a casarse en 2000 en una romántica boda que se celebró en el jardín de su chalet madrileño, situado en la localidad de Boadilla del Monte. Una vivienda que tuvo que vender en agosto de 2017 para poder hacer frente a sus deudas con Hacienda. Se mudó con “sus niños”, como ella llama a sus tres perros, a un piso alquilado del centro de Madrid después de que le compraran su casa sus amigos Alaska y Mario Vaquerizo, y justo antes de que se decretara el estado de alarma acabó de mudarse de nuevo a un chalet en las afueras de la ciudad. “Volví al campo por ‘los niños’, bueno y porque el propietario de la otra casa quería volver y tendría que mudarme en verano, así que cuanto antes se resuelvan estos temas mejor”, explicó a sus seguidores de Instagram.
Hace solo unos días, Bibiana compartía en sus redes sociales imágenes de su nueva residencia con palabras de esperanza y gratitud: “Amanece que no es poco, con ese título de película, tengo que dar gracias a la vida, me tuve que mudar porque el propietario del piso volvía. (...) Dichosa la hora que me vine a las afueras, me permite disfrutar de aire y espacio en este tiempo de confinamiento, me mudé gracias a dos amigos que viven cerca, ellos me hicieron la mudanza mientras yo estaba gira, llegué el 9 y el 14 nos confinaron”, explicó.
La actriz y colaboradora de televisión está decidida a dejar atrás los sinsabores del pasado, especialmente las dificultades económicas que, debido a su deuda con el fisco, han hecho que tuviera que vender todas sus propiedades y empezar de cero otra vez. Como afirma una y otra vez en las positivas reflexiones que comparte en estos días de confinamiento, su hogar es su refugio y se siente agradecida: “Siempre digo que he sido la arquitecta de mi propia vida, mi casa soy yo, con independencia de dónde viva, precisamente por eso siempre intento que allá donde viva, mis muebles, mis objetos, mis libros, las flores, quiero que sean cosas que hablen de mí”. Una mujer libre que no está dispuesta a que nada ni nadie coarte una conquista a la que tanto le ha costado llegar.