La mujer que le quitó la gorra a Nicky Jam
La estilista Norma Castro es la responsable de vestir y de cumplir los caprichos estilísticos de estrellas del reguetón como Farruko, Nicky Jam, Diddy o Bad Bunny
No es un asunto fácil ganarse la confianza de los músicos urbanos. Son muy suyos y tienen las cosas muy claras. Si quieren unas zapatillas de edición limitada las quieren a las dos de la madrugada, si se encaprichan con una camiseta no están dispuestos a esperar mucho más de 24 horas. Su estilismo extremo puede ser como las letras de sus canciones, difíciles de descifrar hasta que se les encuentra la lógica y entonces se pasa sin solución de continuidad al siguiente nivel: te gusta. Ergo, lo quieres. S...
No es un asunto fácil ganarse la confianza de los músicos urbanos. Son muy suyos y tienen las cosas muy claras. Si quieren unas zapatillas de edición limitada las quieren a las dos de la madrugada, si se encaprichan con una camiseta no están dispuestos a esperar mucho más de 24 horas. Su estilismo extremo puede ser como las letras de sus canciones, difíciles de descifrar hasta que se les encuentra la lógica y entonces se pasa sin solución de continuidad al siguiente nivel: te gusta. Ergo, lo quieres. Son probablemente los seres humanos más mimados por Gucci y Balenciaga, las casas de moda que han marcado el cambio de canon en los últimos años, pero entre el lujo y sus caprichos está ella para poner un poco de sentido común.
Es la estilista, aunque a ella le gusta decir “responsable de vestuario”, de las grandes estrellas del rap americano y el reguetón latino. Ellos la llaman Mamá Norma o Normita pero su nombre de pila es Norma Castro y su pseudónimo de guerra, NS Styles, en Instagram ncstyles (13.800 seguidores). Si la siguen en esta red social entrarán de lleno en la intimidad de ídolos como Nicky Jam, Diddy, Dj Khaled, Farruco, Sech, Zion& Lennox o Bad Bunny. Verán los entresijos de la moda urbana.
“No soy una chica de 20 años, ya tengo 44 y, además soy madre”, cuenta Norma vía telefónica desde Miami. “Y mis clientes son mis nenes, los cuido como a mi hijo. Ellos saben que me pueden llamar a cualquier hora. Nicky (Jam) llama a las dos de la mañana para pedirme una camiseta que no puede conseguir por Internet, y él sabe que yo la voy a encontrar. De verdad, no tengo vida personal”.
Solo unos días antes de que cerraran las fronteras por la pandemia del coronavirus, Norma regresaba de un festival de música urbana en Puerto Rico al que viajó con doce maletas porque “cada uno tiene su estilo, su tamaño, su talla”. Entre viaje y viaje no puede bajar la guardia: “Tenemos que estar muy atentas para no repetir looks”.
Castro tenía su propio sello musical pero cero presupuesto para vestir a sus artistas, así que empezó a hacerlo ella misma. Al poco tiempo se había convertido en la mujer puente entre el hip hop y las boutiques de lujo del sur de La Florida. “Un día me di cuenta de que ganaba más dinero vistiendo a los artistas que produciendo su música e hice la reconversión profesional”. Eso sucedió hace quince años. Norma dejaba atrás una vida mucho más convencional, un trabajo de oficina con un cirujano ortopédico y un divorcio complicado. Ahora va de festival en festival y de alfombra roja en alfombra roja, es la consejera preferida de los ídolos más irreverentes del hip hop y tiene novia.
“Creo que me entiendo con ellos, que conozco bien su música, que es la única forma de entenderlos, como a una marca y dar con la imagen que mejor les encaja. Cuando los contratan para un videoclip me voy al set a asegurarme de que la luz y la cámara los traten bien, a escuchar la canción para saber si mencionan en las letras a alguna marca, porque en ese caso habría que incorporarla al estilismo. Y, muy importante, garantizar que ningún artista del género haya usado antes la ropa que les voy a poner”.
Su misión no es cambiarlos –“es importante mantener su estilo personal” – pero sí intentar enseñarles otro universo, piezas de calidad, bien diseñadas que los hagan lucir mejor, aunque no sean de grandes marcas de lujo, mostrarles que hay un mundo más allá de la camiseta y la gorra. “Me gusta recomendarles marcas que ya tienen prestigio entre los músicos urbanos estadounidenses pero que son desconocidas para los latinos”.
Si hay un músico que reconoce públicamente que Mamá Norma le ha dado un cambio de 180 grados a su imagen es el trapero puertorriqueño Farruko (pronúnciese Faruco con ese acento difuso de Miami). “Con él tengo una relación muy especial, le enseño algo y me dice: ‘Ay, eso no me gusta, pero si me pones un chaleco por encima…’ Ahora está incorporando muchos ritmos africanos a su música y estamos mezclando moda africana con las marcas de ropa urbana más top”.
Norma recuerda la primera vez que Farruko la dejó hacer: “Fue en una entrega de premios en Los Ángeles y me dejó ponerlo muy minimal’, todo de negro, muy fino. Él no estaba muy conforme con la idea, no se sentía seguro hasta que se vio caminando por la alfombra roja: ‘¡Wow, cada persona que me ha visto me ha dicho lo mismo: ‘¡Cómo has adelgazado!’, le reconoció después. Porque, y aquí va un spoiler, todos, incluso el reguetonero más irredento, quiere parecer más delgado de lo que es. Norma se ríe a carcajadas y comenta lo que aún en los ambientes culturales latinos no se considera políticamente incorrecto: “Los hombres son como las mujeres… ¡peores que las mujeres!”.
“Nicky (Jam) no se había puesto un traje en cinco años y para el estreno en Miami de la película Bad Boys for Life —en enero— conseguí dos imposibles: que se pusiera un esmoquin y que se quitara la gorra”. De todas maneras, Norma no siempre puede salirse con la suya. “Si se empeñan en ponerse algo me buscan las vueltas: ‘Mamá, por favor, esta vez déjame ponerme esto… Normita, por favor”.
Para conseguir que entren por el aro del estilismo hay que aplicar técnicas de terapia conductista. “Hay que ser un poco psicólogo. A veces Nicky no se quiere quitar la gorra de ninguna manera o no quiere ponerse determinado color. Para mí es un triunfo haber conseguido que se vistiera de blanco en los Premios de la Música Urbana porque lo suyo es el negro, you know?" Norma, de origen cubano americano, se siente más cómoda con el spanglish que con cualquier otra lengua de este planeta. Y continúa: "Cuando grabamos el videoclip Whine Up con Anuel, Nicky apareció con unos pantalones cortos: ‘Me quiero poner shorts’, declaró, y eso significaba cambiar todos los looks. A veces se les mete una idea en la cabeza en el momento y, anyway, no hay nada que hacer. Hay que estar preparado para todo, incluso para que no se fíen de mí y luego vean que la cámara les ha puesto diez kilos de más”.
Uno de sus clientes, el panameño Sech, apareció en un encuentro oficial con el presidente de Panamá con unos pantalones cortos, saltándose todos los protocolos. Norma jura que ella no tuvo nada que ver: “Son artistas, se levantan creativos y no hay nada que hacer".
Norma, que se confiesa cazador cazado con la estética urbana, dice que su propio estilo es muy simple: “Me pongo mucha ropa de hombre, me gusta, es muy cómoda. Los hombres se fijan siempre en mis zapatillas. Si hay algo que ellos no quieren y me vale me lo quedo. Así que creo que sí, mi estilo es también el de mis chicos”. El estilo de “sus chicos” tiene sus obsesiones muy bien construidas. A saber, la gorra, las gafas, y lo, más importante, las zapatillas —“tenis de moda”, dice Norma— de edición limitada, sobre todo las colaboraciones de Nike con celebrities de las que solo se fabrican 3.000 ejemplares: “Es importante hacerse con la zapatilla de moda, y hacerlo antes que nadie”. En esta particular carrera por la moda urbana esta estilista es una corredora de fondo. “Normita, por favor, consíguemela”, le ruegan. Y a ella solo le queda el resto de la madrugada para patearse Internet y encontrarla.