Merinas Bar o cómo tres actrices rescataron un ultramarinos de barrio en Carabanchel

Lisi Linder, Lorena López y Marta Belenguer han hecho de este local del distrito madrileño un punto de encuentro para vecinos y compañeros del gremio artístico en torno a una carta sencilla que mira a Valencia y Cádiz

De izquierda a derecha, Lisi Linder, Lorena Lomar y Marta Belenguer, dueñas de Merinas Bar, posan en su local en Carabanchel, Madrid.

En el mar de fachadas de ladrillo y toldos verdes, asediado por el calor que se ceba en las calles de un Madrid en el que apenas hay sombra, hay un pequeño local en una esquina del distrito de Carabanchel que es una especie de oasis en el que se respira Levante y sur. Hace un año y medio que las actrices Lisi Linder, Lorena López y Marta Belenguer tomaron el relevo a los hermanos Merino en el ultramarinos del barrio, convirtiéndolo en Merinas Bar, un punto de encuentro para vecinos y compañeros de profesión; un refugio, desde la mañana hasta la noche, en el que comen molletes y bocadillos clásicos valencianos como el Almussafes. “Si estuviera ubicado en Malasaña o en el barrio de Salamanca no sería lo mismo. Faltaría el eclecticismo y la autenticidad”, reflexiona López, gaditana de 42 años y vecina del barrio, como lo es, desde hace casi un cuarto de siglo, Marta Belenguer. “Era consciente de que hacía falta un lugar de encuentro”.

Esa identidad propia que solo alcanzan los sitios en los que no hay nada impostado queda patente a primera vista un mediodía cualquiera entre semana. Jana —la cocinera, carabanchelera desde que nació— despacha los platos a la vista, mientras saluda a quien se asoma desde la calle o a quien se sienta en la barra a tomar el aperitivo. Hay un grupo de personas de edad avanzada en una mesa junto a la nieta de uno de ellos, y un par de clientes con aires artísticos con la caña de rigor. “Una señora que hizo 100 años celebró su cumpleaños”, cuenta Linder, como anécdota que corrobora que el espacio es un lugar abierto a todos. Ella, que ya intentó montar un restaurante anteriormente que no cuajó, se alió con Lomar y Berenguer, a quienes conoció siendo su profesora de yoga en el barrio. Las tres decidieron unirse para tener un plan b a la inestable y precaria profesión artística. “Si me llegan a decir hace 10 años que iba a abrir un bar, me hubiera reído”, añade Belenguer, la mayor de las tres socias —conocida por su trabajo en series como Camera Café—, que achaca el carácter especial de Merinas Bar a la presencia femenina. “Somos tres socias, el 90% de la plantilla son mujeres y creo que eso da un plus de empatía, sensibilidad, acogimiento y acompañamiento”.

Interior de Merinas Bar, con el mostrador de producto a un lado y la barra a otro.

Antes de ser Merinas Bar, durante 40 años, los hermanos Merino vendían bocatas, embutidos y pasteles en esta misma esquina, donde hoy se conserva un pequeño mostrador que sigue haciendo las veces de tienda. Cuando cerraron por jubilación, las tres actrices se lanzaron al proyecto por una “necesidad laboral, vital y social”, ya que aquí, asegura Linder, se ha creado una comunidad muy grande “no solo de actores, sino del mundo artístico en general”. “Hacía falta un lugar amable”, agrega. Para Lomar, sentada a su lado, el lugar es “lo que eran los bares cuando no existían los móviles, cuando uno iba y hablaba con la camarera”. Las obras se demoraron un año, pero en diciembre de 2022, el local reabrió bajo el nuevo nombre, que hacía mención al negocio anterior, con la intención de que la gente del barrio se sintiera integrada. “Se ha hecho una fusión muy natural, nada impostada, del barrio y el mundo artístico”, comenta Linder. Una convivencia, añade Lomar, que es “la esencia de Merinas”.

Como negocio de hostelería, Merinas Bar ha estado condicionado desde el principio por no tener salida de humos. Para elaborar los platos, hay apenas una pequeña plancha y una Thermomix, de ahí que la mayor parte de las preparaciones que se ofrecen en la carta sean frías y con gran protagonismo de embutidos y conservas. Muy pensada para el picoteo y el compartir, la propuesta mira al sur —en concreto a Cádiz, de donde es Linder— y a Valencia, de donde son López y Berenguer y por ello hay como la mojama de atún de Barbate (11 euros) y chicharrón de Cádiz (9 euros). “El chicharrón lo servimos o con sal en escamas y un chorrito de limón o en bocata con mollete de cristal con una mayonesa de piparra”, señala Linder, quien aclara que trabajan con los obradores Viena la Baguette y 180, este último de Carabanchel. Por la parte mediterránea, destaca entre los bocadillos el Merinas, que en Valencia se conoce como Almussafes —un clásico del esmorzaret— y que lleva sobrasada, cebolla pochada y queso curado (7 euros), aunque también lo hacen en versión vegana. El bikini —con queso cheddar, jamón cocido y wasabi— y el de pastrami también se encuentran entre los más vendidos.

Mollete con chicharrones y mayonesa de piparras.
Gildas con patatas fritas.
Mojama con almendras.
Mostrador con productos a la venta.

Ya sean aperitivos como las gildas y los “merineros” —algo así como unas marineras y bicicletas murciana, pero sobre una tosta de masa madre— o platos más contundentes como las albóndigas —que compran ya preparadas— o los tacos de carne o de sardina ahumada, en Merinas Bar se bebe principalmente cerveza. La caña cuesta 1,80 euros y los dobles 3 euros y las dueñas se enorgullecen, nuevamente, de ofrecer un poquito de sus orígenes en la elección de esta bebida al contar con Victoria y Turia como marcas. En cuanto a los vinos, Linder es la principal encargada de hacer la selección, con algunos clásicos, pero arriesgando con vinos de proyectos jóvenes y pequeños distribuidores. Como ejemplos menciona algunas referencias de uvas como la tintilla de Rota o la azalema de Huelva y avisa que, en septiembre, introducirán un oloroso o palo cortado y un Pedro Ximénez “para el payoyo de postre”, que sirven como nueces y mermelada de frutos rojos o uvas.

Superados los comienzos, en los que las actrices compaginaban sus trabajos con la atención del bar y no tenían descanso, ahora cuentan con la ayuda de un equipo que cuidan del establecimiento “como si fuera suyo”. Hace poco también que han conseguido recuperar el solar contiguo al local para “devolvérselo al barrio” y bajo una palmera —en pleno Carabanchel— se extiende una agradable terraza donde alargar las últimas conversaciones y tragos del día. “Con tanta gentrificación, la idea es acoger a todo el mundo, no expulsar”, sentencia Linder.

Merinas Bar y Ultramarinos

  • Dirección: Alférez Juan Usera, 42
  • Teléfono: 915 42 97 78. 
  • Horario: cierra lunes y martes. De miércoles a viernes, de 9:30 horas hasta las 00.30 horas. Sábados de 10:00 a 01:00 horas y domingos hasta las 20:00 horas. 
  • Precio: 25 euros por persona aproximadamente. 

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