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Extra Eventos

Oda al humanismo y a la ética

La tercera edición del evento ensalza la necesidad de crear un espacio donde nos sintamos en comunidad y caminemos a la par. Un espacio donde ni los riesgos del mal uso de la inteligencia artificial, el poder de las tecnológicas, los populismos de cualquier índole o las tensiones geopolíticas nos debiliten como ciudadanos

Heredamos un paraíso y se nos dio la misión de cuidarlo. Desde luego, estamos fracasando. Esta es la tercera edición de Tendencias, durante estos más de mil días tan intensos hay dos cambios: la velocidad y la profundidad de las transformaciones. Pocos esperaban las dos cosas. Como el contexto también cuenta en el diálogo, este año se ha debatido en el Espacio SOLO CSV, en Madrid, que alberga en sus 4.500 metros cuadrados una heterodoxa y única colección de arte. Un gran creador es alguien que entendiendo su tiempo es capaz de adelantarse a él. Ahí encaja Javier Moreno, quien ha sido director de El PAÍS, y ahora comisario de Tendencias. Avanza unas breves cifras antes de reflexionar sobre lo que será una completa jornada de mañana y tarde. En este tiempo se han superado los tres millones de páginas vistas, los dos millones de usuarios únicos, enviado medio millón de newsletter —con una alta tasa de apertura del 60%— y alcanzado una audiencia de 350 millones de personas. Fin de ese mirarse a sí mismos. “Hay ganas de escuchar, de aprender, de conversar, de hablar, con pausa; sin gritar”, sintetiza el periodista.

Habrá tiempo para la nueva geopolítica. La ubicua inteligencia artificial (IA). ¿Qué queremos preservar de nuestros valores europeos? ¿Qué propósito tiene una empresa en el siglo XXI? Los jóvenes diríase que dejaron de perseguir el Becerro de Oro del dinero. ¿Los riesgos de todas estas tecnologías de vanguardia? ¿El impacto social? ¿Cómo afectan a la salud mental? Y mirar de cara a la tasa de suicidios en adolescentes. ¿Es una amenaza OpenAI? ¿Y para la medicina? ¿Queremos vivir 125 años? El encuentro lo cierra una física y un sacerdote. Que —observa Javier Moreno—, no se sabe si será “una reflexión colectiva o una ceremonia religiosa”. Toca aguardar.

Esto es Tendencias en 2025, quizá en el gozne de un cambio histórico, que organiza EL PAÍS durante todo el año con el patrocinio de Abertis, Enagás, EY, Novartis, OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura), Redeia y Banco Santander. Charlas, paneles, conferencias. Antes de nada, tiempo para atender al relato de Jan Martínez Ahrens, director de EL PAÍS, quien recuerda que hace dos siglos los filósofos Hegel y Herder, inventaron el feliz término de zeitgeist: el espíritu de los tiempos. “Se refiere a la atmósfera intelectual, moral, cultural de una época”. Y añade: “Ese espacio donde en el confuso torrente de la historia nos sentimos en comunidad, nos reconocemos y caminamos a la par; un sitio que a veces no resulta tan evidente, pero que nos marca cuál es la dirección de nuestro futuro. Un lugar que ambicionan políticos, empresarios; sin embargo, también los intelectuales, los artistas, los periodistas, todos aquellos que tienen alguna inquietud por el mañana. Esa es la base de las tendencias: saber dónde vamos e ir con otros, no solamente nosotros solos”. Sin duda, se debatirán “bastantes temas, porque detectar de alguna forma las tendencias es una especialidad del periodismo”, aventura Ahrens.

Si prestamos atención escucharemos ese pálpito del futuro, que es la tendencia y el zeitgeist. Toca hablar de tecnología. La primera frase de esta presentación es un apunte histórico. Los famosos algoritmos que alimentan estos sistemas de vanguardia proceden de entre el 750 y el 850 después de Cristo. El matemático musulmán, Al-Juarismi, era capaz de resolver ecuaciones lineales y cuadráticas (AX2+BX+C=0). Una proeza. En la conversación, Ricardo Baeza-Yates, Premio Ángela Ruiz Robles en Informática Aplicada 2018, y Cristina Aranda, consultora de Big Data e IA y cofundadora de MujeresTech y ELLIS Alicante y autora de Vidas futuras (Aguilar, 2024).

Contra el ‘tecnofeudalismo’

A quemarropa, Aranda abre el diálogo. “Se nos está vendiendo que la IA es magia y no es así, ni resulta tan inteligente; todavía son sistemas muy lerdos. Y también todo lo que viene del futuro”. Es una forma de vivir en ese tecnofeudalismo que denunciaba —junto a la muerte del capitalismo—, hace poco, el ex ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis. Nadie quiere que amanezcan esos días. ChatGPT cumple tres años. Y enciende “el foco”, Aranda, en la desinformación. La IA generativa es capaz de crear vídeos muy convincentes y segregados. La forma de combatir es el espíritu crítico. Volver a una nueva era de las humanidades. El inmenso problema es cómo lograrlo cuando —en la práctica— son las empresas, de todo tipo, quienes están creando, indirectamente, los planes de estudio, y su monólogo interior es conocido: ciencia, tecnología, informática, ingeniería y algo de artes. Ricardo Baeza, por su parte, “cree en alimentar el espíritu político”. El historiador israelí Yuval Noah Harari sostiene que “las personas más fáciles de manipular son las que creen que no pueden ser manipulables”. Y claro, los sesgos continúan existiendo. Lo hemos visto con las contrataciones abusivas de los riders en Londres. La palabra inglesa encaja con el concepto británico llamado efecto San Mateo, en referencia al discípulo de Cristo que se dedicaba a recaudar impuestos: “Los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres”.

Es cierto que a estas tecnologías les falla la semántica, el doble sentido; de dónde proceden los datos si hace años que se acabaron los de calidad y los que se utilizan son sintéticos. La consultora emplea el término “pesca de arrastre”. Cita desde Forocoches a Wikipedia. Un Frankenstein cultural. Y de la semántica pasa a la economía. Y si BlackRock —el fondo de inversión más grande del mundo con 10 billones de dólares en activos gestionados— le “dice a OpenAI que recomiende sus acciones”. Casi imposible que pasara el filtro de los reguladores americanos del mercado. “Sin embargo, tendría un efecto bestial y por eso defiendo la idea de Ricardo de que haya más diversidad en la toma de decisiones”, defiende Aranda. Vamos al revés. Son hombres, blancos, judíos, cristianos, heterosexuales y educados en idénticas universidades de élite. ¿Sin regulación cómo toman decisiones?

Por ahora —al igual que otros expertos— Cristina Aranda está de acuerdo que la normativa no impide la innovación. Tampoco puede ser ética la IA porque esta sociedad no lo es. Estas tecnologías tienen que mejorar la vida de las personas, si no carecen de lugar en Europa. Sin embargo, hay que ser autocríticos. Esta vanguardia, a la vez, es nuestro reflejo. Escribía con su habitual talento el novelista Antonio Muñoz Molina, en EL PAÍS: “Hay que empezar a aprender a gestionar la escasez”. Lo sabe bien alguien que creció en ella. Y Europa está atrapada en una pinza entre la no regulación estadounidense y el hago lo que considero oportuno según mis intereses de China.

Pero lejos del dinero u otras cuestiones, la línea roja es proteger a los adolescentes, a los chicos. Sumamos unos diez suicidios debidos, de una forma u otra, a estas tecnologías. Y estamos solo al principio. Son armas gratuitas que facilitan el acoso, el chantaje, la distorsión de la realidad; el daño a los más vulnerables. Nada extraña que cada vez se vendan más teléfonos tontos.

Falta en el panel, pero nadie olvida a la doctora Ana Freire y su equipo, que han desarrollado sistemas para detectar conductas suicidas en la red. Algunas personas parecen empeñadas —afortunadamente— en cuidar el paraíso heredado y a sus habitantes más frágiles. Frente al riesgo de la adicción tecnológica: el humanismo, los amigos, la calle, el barrio, un banco y una conversación, incluso en un día frío. Vapor helado en el aliento. Un beso. Y recordar lo que decía —en el arranque— el director de EL PAÍS: recuperar el espíritu de los tiempos. Cada vida perdida, jamás regresa. Y ese no es el zeitgeist actual. La tendencia y la historia, en Europa, resultan diferentes.

El sur del Viejo Continente se rebela

M. Á. García Vega

Estamos en el gozne de la historia. Se han acumulado las noticias buenas y malas de una forma que no se recordaba desde la crisis de los misiles cubanos en 1962. Hay un gran mañana que promete eliminar el cáncer, resolver el problema de la energía, retomar los viajes espaciales. Y también surgen tinieblas. “La explosión tecnológica ya está aquí. IA, fusión nuclear, biología sintética, genética”, enumera el futurista y humanista Gerd Leonhard, autor de Technology Vs. Humanity (2016). “Podríamos tener energía ilimitada en 15 años y prevenir en 20 el cáncer”. Estados Unidos está dejando, todos lo sabemos, de ser confiable pero lo “bueno es que nos estamos convirtiendo en los Estados Unidos de Europa”, prevé el futurista. Y aquí España tendrá una gran oportunidad. “El poder económico decae en Alemania y se está moviendo al sur, y España podría tener un papel más activo en esta ocasión”, aconseja. La ONU pierde su importancia y se aguarda que en mayo la nueva secretaria sea mujer. Una esperanza. En economía el capitalismo pierde su lógica económica antigua: ganancias, crecimiento, poder, concentración. ¿Capitalismo sostenible? Veremos. Las tecnológicas juegan a la partida de siempre. Se espera que el valor de OpenAI cuando salga al mercado sea de tres billones de dólares. Va camino de ser la compañía más poderosa del mundo. Y los científicos predicen que en 2030 tendremos una máquina tan inteligente como el ser humano. Mientras quedará una política del miedo. Dominada, como decía el director de EL PAÍS, Jan Martínez Ahrens, por los nuevos bárbaros.

Innovación que transforma las habilidades

Óscar Granados

Los grandes hitos tecnológicos se diluyen con el tiempo. Ya nadie recuerda que en mayo de 2006 se universalizó el cloud computing (con Amazon) y, poco después, se lanzó un teléfono inteligente que revolucionó la forma de comunicarse cuando Apple presentó el iPhone. Después llegó otra gran aceleración: en 2020, con la pandemia, el planeta adoptó de forma abrupta nuevas herramientas de productividad relacionadas con el teletrabajo. Luego el mundo tuvo una ligera disrupción con el metaverso de Zuckerberg. “Pero todo cambió en noviembre de 2022, cuando OpenAI lanzó ChatGPT”, afirmó Ángel Sáenz de Cenzano, director general de LinkedIn Iberia. Ese momento marcó el inicio real de un proceso de transformación profunda.

“Las disrupciones anteriores cambiaron la forma de producir, de mecanizar e incluso de organizarnos. Pero esta está transformando las habilidades que necesitamos para convivir con la tecnología”, recalcó. En esta nueva era, lo que se exige es un conjunto distinto de capacidades y una manera diferente de adquirirlas. Es un cambio sustancial. Según Sáenz de Cenzano, las habilidades necesarias en el mundo laboral entre 2015 y 2030 van a cambiar un 70%. Es decir, que las competencias que se necesitaban hasta ahora ya no serán relevantes en cuatro años. Los trabajadores tendrán que hacerse con algún conocimiento relacionado con la IA. “Ya vemos que el 50% de los profesionales se está formando en la materia”, aseguró. Además, las empresas están comprendiendo que esta es una tecnología que deben conocer y exigir a sus empleados, y que constituye una herramienta para potenciar el talento de sus equipos. “Este es el contexto actual, que exige saber cuáles son las capacidades humanas que queremos preservar y potenciar: la empatía, la creatividad, el pensamiento crítico, el humor, la capacidad de juicio”.

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