Galicia, a la vanguardia digital
La instalación de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial, la generalización del uso de la IA y la computación cuántica en el marco empresarial, una academia con aspiraciones de primer nivel y todo en un entorno atractivo para el talento afianzan la imagen de A Coruña como una urbe pujante
Quizá sea la memoria la materia con la que está alzado el ser humano. Y no cadenas de ADN. Fue una competición que nadie convocó: entre 1925 y 1931, el edificio más alto de España estaba en A Coruña; era la antigua sede del Banco Pastor —hoy Santander— en el Cantón Grande. Cuatro años después irrumpió el inmueble madrileño de Telefónica de la plaza de España. Y sus matildes. El edificio gallego cumple ahora cien años convertido en un Work Café. Todavía mantiene, por ejemplo, las líneas de caja —en una ciudad que posee el plató virtual más grande de Europa— y es un buen lugar para emplear la memoria y acordarse de ese diálogo único de Atraco a las tres (José María Forqué, 1962) del actor José Luis López Vázquez (1922-2009) cuando recibe a una bella y rica cliente: “Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo”. Muchas de esas palabras encajan con la visión que algunos tienen de la inteligencia artificial (IA). Retina, con Banco Santander como impulsor, Google como socio anual y con la colaboración de Gradiant proponen una tarde gallega de aires huidizos e inquietos en el encuentro Afloramiento: investigación, innovación y transformación. Casi tres horas para conversar sobre IA, computación cuántica, IA Generativa, sensores cuánticos e incluso tecnologías que todavía no existen.
Antes de enfrentarse a cuestiones como “el valle de la muerte”, “la nula necesidad de subvenciones”, “la huida del talento” o “el exceso de regulación”, una explicación biológica que viene al caso. Afloramiento es el proceso por el que el agua fría sustituye a la más templada al ascender de los fondos oceánicos. Cargada de nutrientes, sin ella no habría bateas ni mejillones. Y en un relato tecnológico, la naturaleza reclama su valor. Contemplamos Galicia con todo su potencial: mar, tecnología, biotecnología.
Ética tecnológica
También arquitectura. Parecería que la tecnología tarda, pero A Coruña tendrá la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA). Encargada nada menos que de garantizar las líneas éticas de esta tecnología de vanguardia, y que esta cumpla su fin: “Mejorar la vida de las personas”, como luego recordará la alcaldesa Inés Rey (A Coruña, 1982). Bastante tiene que ver en esto el talento femenino; Carme Artigas, durante años miembro consultor de Retina, es copresidenta del Consejo Asesor de Inteligencia Artificial de Naciones Unidas. Tecnología, biología y arquitectura. “Aquí no hay polémica, [este edificio] fue el primer rascacielos de España”, zanja Rocío Pazos, directora territorial de Santander en Galicia. “Gracias por venir a nuestra casa porque esto ya no parece un banco. Queremos que sea un punto de encuentro y de intercambio de opiniones. Y avisa: “Es probable que A Coruña, Galicia, se convierta en la capital de la IA de España”.
La rehabilitación del edificio ha respetado las molduras, las vidrieras, los artesonados y las cámaras acorazadas, convertidas en salas de reuniones. “Este espacio es parte de la historia financiera de España. Ahora su propósito será unir talento, creatividad y tecnología. Todo va muy rápido. Pero es el momento de aprovechar las oportunidades”, concluye Pazos. Cerca, sobre la pared y en metal, cuelgan las antiguas cotizaciones del Banco Pastor. Si miran, no busquen a Tesla, pues parece que alguien se olvidó de apuntarla hace un siglo.
Estas palabras finales sirven para aclarar la profundidad de un tema que atañe al sentido de la especie humana. De esos únicos capaces de incubar una actitud triste hacia la tristeza y una actitud melancólica hacia la melancolía. Inés Rey (PSOE) lleva seis años en el Consistorio y es la primera alcaldesa que tiene la ciudad en tiempos democráticos. “Es inteligente y lo hace muy bien”, comenta un taxista coruñés a la puerta del edificio. Y ellos saben cómo circula una ciudad. Pero cambiar una urbe con gran influencia de la industria pesada a un espacio tecnológico (TIC) resulta complicado. “Somos una sociedad de servicios, pero que tiene un gran ecosistema tecnológico, y eso es la economía del futuro”, defiende la regidora. “Pero solos no vamos a ninguna parte, necesitamos ayuda de la Administración [idea que encontrará su réplica] para que acompañen el desarrollo del sector privado y seguir construyendo el futuro con el fin de mejorar la calidad de vida del ciudadano”. Bajo esas palabras la ciudad se ha subido a la ola de la modernidad y la relevancia. AESIA es un orgullo; es la palabra exacta. Un ejemplo de que existe vida tecnológica más allá de la M-30 madrileña. Inés Rey viste un traje blanco y negro. Dos caras. A juego con lo que existe y lo que falta. “Tenemos empresas del nivel de Inditex o Hijos de Rivera. Y un enorme talento universitario”, avanza.
Pero en tiempos en los que la biotecnología resulta esencial se echa de menos no contar con una facultad propia de Medicina. Solo existe una y está en Santiago de Compostela. “Soy políticamente incorrecta. Hay infinidad de chicos y chicas que quieren ser doctores o doctoras, enfermeros o enfermeras, y o bien tienen que marcharse a otra comunidad, o, quienes pueden, acuden a la universidad privada”, lamenta. “No es algo egoísta, sino para compartirlo y que, además, ese talento se quede aquí”. “Y el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (CHUAC) se está remodelando, aunque a un ritmo más lento del previsto. Necesitamos una Facultad de Medicina y no lo planteo desde una visión localista sino de país, debemos aprovechar un talento inmenso propio”, defiende la alcaldesa.
La ecuación se formula bien en las tecnologías. Ecosistema tecnológico, empresas, academia, talento y calidad de vida. Una oportunidad para que las compañías se instalen aquí. Y con ellas, la vida de las personas. No existe otro verde tan puro como el gallego.
Quizá el ciudadano coruñés no lo perciba, pero ya convive con la famosa IA. Esas siglas que acaparan desde la guerra hasta la paz. El servicio Bicicoruña (alquiler de bicicletas) trabaja con la famosa tecnología y también existe un Centro de Inteligencia de Movilidad. Es una sala de pantallas que en tiempo real analiza el estado del tráfico, de las calles, vehículos de carga y descarga, particulares, transporte público. “Nos da una imagen, por ejemplo, de dónde se producirá un atasco y cómo afectará esa retención”, explica. Y concluye: “El sistema democrático [está escrito en la Carta Magna] define igualdad cuando llega a todos: con independencia del origen y su capacidad económica”. Implica a las tecnologías, la educación o la salud. Concluye una narrativa circular. En 1925 construyeron el primer rascacielos, una centuria después llega AESIA y la IA.
La belleza de dialogar
Tras la regidora, llega el tiempo de los distintos ‘valles de la muerte’. El edificio se vuelca en ese intercambio de ideas del que hablaba Rocío Pazos. Pero siguiendo con la descripción del plató más grande de Europa, este particular plano y contraplano está protagonizado por Fernando Jiménez, general manager de Gradiant, y Antonio Agrasar, presidente de Plexus. Buenos amigos con visiones opuestas. Reivindicación del pensamiento crítico y de la belleza de dialogar.
Por el arranque básico, Plexus es una compañía de software con campus en Santiago de Compostela, Vigo, Ourense y Lugo. Con 5.000 empleados es una de las empresas más importantes del mundo en su sector. Bajando por la otra puerta del coche, Gradiant. Más o menos idénticos trabajadores. “Somos a quienes acuden las firmas cuando necesitan un desarrollo tecnológico potente, cargado de innovación; una I+D+I que no encuentran en el mercado”, subraya Fernando Jiménez. “De lo que más orgullosos estamos es de ser proveedores de innovación de empresas como Plexus”, cuyo mundo es la seguridad, la ciberseguridad, la IA y la conectividad. Una salvedad. Gradiant es una fundación privada y reinvierten los fondos conseguidos en la propia firma. Han vendido diversos spin-off, desde reconocimiento facial hasta una solución antidrones. Y hay ya tres candidatos en marcha. “Nuestro enfoque es ser una compañía de país”, detalla. Ahora trabajan en sensores cuánticos; en un quinquenio quizá den resultados. Gracias a que los números han sido buenos, crearon en 2023 el fondo TRL 13 dedicado a deep tech (tecnologías profundas).
Sin embargo, hay que “retarles” en los “valles de la muerte”. Fernando los multiplica por dos. “El valle de la muerte de la innovación” y “el valle de la muerte del emprendimiento”. “Los proyectos se caen enseguida en esa primera orografía y a los dos años en el segundo”, calcula. Antonio Agrasar acaba de adquirir una empresa en Portugal con 400 trabajadores. Trabajan solo en data e IA. “El valle de la muerte es saber si ese producto se va a vender. Microsoft hace clic y enseguida lo conoce”. Y ahonda: ¿a quién le vendes hoy la capacidad cuántica?”. La compra de Plexus en tierras portuguesas es abrir mercados.
La otra visión, y es importante, son las ayudas estatales. “El Estado no está para subvencionar las corporaciones, las compañías tienen que crearse de una forma ágil. La Administración sirve para desarrollar una red de carga de coches eléctricos. Lo que sí es un gran problema es el volumen de capas de regulación”, critica Antonio Agrasar.
Fernando Jiménez también busca su encuadre. “Las aportaciones públicas resultan muy necesarias a todos los niveles. El Estado quiere crear empresas grandes porque son más rentables”, observa. “Lo básico es que estén cerca de lo que venden sus clientes, más cerca del valor. Cada cambio de modelo necesita un incentivo. Algo dudoso es crear una empresa con un dinero que no es tuyo, invertirlo y pensar que ese es el producto que cambiará el planeta sin analizar dónde los vas a vender o quién lo comprará”, observa Jiménez. El final de este relato tan transversal, como se escribe ahora, es que son las personas quienes pondrán los límites. Como en el texto del cineasta Rainer W. Fassbinder (1945-1982). “Déjame mirarte a los ojos. Quiero saber cómo estás”.