Cómo atajar la angustia y la desesperanza
Varios expertos y una familiar superviviente destacan la necesidad de una actuación integral y la formación de los profesionales
Dolors López, profesora de Primaria, experta en comunicación, dirección y coordinación de grupos, se presenta como una superviviente. Dice que las familias han de entender y reconocer las señales tempranas de que algo pasa con sus hijos, antes de que sea demasiado tarde, como le ocurrió a ella. Para ayudar a anticiparse escribió la guía Prevenir el suicidio. Hay que hablar, reivindica, y tratar de conectar, que el joven o el adolescente se sienta protegido, querido y valorado para desactivar un cóctel letal de sufrimiento y desesperanza, con las enfermedades mentales y la depresión sobrevolándolo todo. “La depresión está detrás del 50% de los suicidios”, constata Jesús Mesones, vicepresidente de la Sociedad Española de Suicidología. La sufrían cinco de las 11 personas que se quitaron la vida cada día de 2023; dos de ellas sufrían depresión resistente.
“La depresión aumenta 20 veces el riesgo de suicidio”, incide Diego Palao, profesor titular de Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Barcelona. “Es un problema de salud para el que hay que buscar ayuda”, indica. El experto es optimista con los avances y la eficacia de las intervenciones. Eso sí, se debe actuar en todas las fases del proceso: prevención, detección precoz y gestión del riesgo. “Una persona que ya ha hecho una tentativa es vulnerable”, avisa. El 70% de las casi 4.000 que se quitaron la vida en 2023 no había recibido ningún tratamiento especializado, revela Mesones, pero el 90% sí había acudido a atención primaria durante el año previo. Por eso le parece fundamental que los médicos de los centros de salud se formen en prevención del suicidio.
“Los pacientes acuden a su médico de cabecera pero no cuentan si tienen ideaciones suicidas; tampoco éste les pregunta sobre insomnio u otros síntomas depresivos”, resalta Mesones. Preguntar da pie a hablar, y resulta liberador. Los docentes son otro colectivo clave en la prevención indicada y selectiva (enfocada a personas que han manifestado síntomas o han tenido alguna tentativa), igual que los profesionales que tratan con tercera edad —los mayores de 70 años, sobre todo varones, tienen riesgo aumentado— y con mujeres víctimas de violencia de género, incluido el personal de los juzgados. “Los familiares a quienes se nos ha matado un hijo o una hija se nos ha cortado el vínculo más fuerte, nos hemos quedado sin propósito. Tenemos un riesgo altísimo”, advierte López. “En Cataluña priorizamos a los supervivientes en la campaña de prevención”, recuerda Palao.
Quien se quita la vida voluntariamente lo hace empujado por un dolor emocional inmenso, remacha López. Es algo que comprueba a diario, sobre el terreno, Sergio Tubío, bombero del grupo de Intervención del Suicidio. “Vemos que alguien que intenta suicidarse se siente incomprendido; cuando ha buscado ayuda no la ha encontrado, pero sí muchas puertas cerradas”, lamenta. “Ha luchado, pero ya no puede más, no le queda energía”, añade. “Necesita ser escuchado y validado”, reclama. Para Mesones, el abordaje integral del suicidio en España “está en pañales”. Lo países con estrategia nacional y presupuesto finalista consiguen bajar sus índices porque, entre otras cosas, garantiza la equidad y la justicia territorial en el acceso a los recursos.
Amplificar el radar
A falta de una estrategia nacional, existen planes autonómicos. Palao habla del teléfono para la prevención del suicidio que funciona en Cataluña desde 2022, de los pocos en Europa integrado en las emergencias sanitarias. Es el 061, y ahora cuenta con una mesa específica de salud mental formada por psiquiatras, psicólogos y enfermeros especializados. Mercedes Navío, gerente asistencial de Hospitales en el Servicio Madrileño de Salud, describe el plan de prevención del suicidio de su comunidad, con algo más de un año de vigencia y una base de coordinación entre salud, justicia, educación y políticas sociales, “de forma transversal”. “Estamos haciendo lo que dice la OMS que hay que hacer, que es tejer una red que amplifique el radar y ayude a la prevención y a una actuación más rápida”.
Navío invita a un “abordaje social”, advirtiendo de que cualquiera que pretenda atribuir a un factor único una estadística de suicidio, ya sea alta o baja, se equivoca. “Se trata de un problema complejo y multifactorial”, insiste. Llama a huir de las “dinámicas de chivo expiatorio”, como las llama. “Nadie es culpable de un suicidio, pero todos somos corresponsables”, matiza. Quiere pensar que las bajas tasas de suicidios que presenta Madrid se deben a más de una década de trabajo en prevención, aunque tampoco pretende que desemboquen en la autocomplacencia, sino que actúen de acicate. “Nuestro reto es consolidar nuestra estrategia, muy capilarizada; llegar “hasta el último rincón” y escuchar a quienes sufren y a quienes los acogen, declara. “Las personas son las que marcan la diferencia, atienden y salvan”, sentencia. Mientras que el silencio mata. Hablar del suicidio con rigor, sin hacer ruido, “es lo que nos va a salvar a todos”, concluye.
El teléfono 024 atiende a las personas con conductas suicidas y sus allegados. Las diferentes asociaciones de supervivientes tienen guías y protocolos de ayuda para el duelo.