La Selecta de Níjar: los bolsos hechos de sobrantes de jarapas que triunfan por el boca a boca
Desde su taller artesanal en la localidad almeriense de Níjar, Isabel Montoya diseña modelos asequibles que han lucido Isabel Díaz Ayuso o Rosanna Zanetti y la han llevado a empezar a trabajar para una multinacional del lujo, de la que aún no puede desvelar el nombre
El bolso que Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, paseó durante las fiestas de San Isidro de este año está confeccionado a mano, con recortes de jarapas, y en telares centenarios. Cuesta 39 euros y es obra de Isabel Montoya, tercera generación de artesanos de Níjar (Almería), y diseñadora casi por casualidad. “Yo manejaba el telar y hacía canillas [meter la tela en el canillero, que es una pieza dentro de la lanzadera, con la que se teje]”, recuerda. Hace dos años y medio se hizo un bolso con los sobrantes de las telas, para aprovecharlos. Rudimentario y con su interior terminado de manera algo tosca, según reconoce ella misma, pero con un bonito colorido y, sobre todo, sabor a diferente. A sus amigas les encantó, y empezaron a salirle encargos. “Así empezó todo”, resume.
Los abuelos de Isabel Montoya, primera generación, se dedicaban a cortar las tiras para las jarapas, pero no las tejían. Fue su hija quien se lanzó a comprar varios telares en las afueras del pueblo. Cuando se jubiló, le tocó a la nieta hacerse cargo de un negocio en el que llevaba metida desde los 14 años. Lo está innovando con una fórmula, a la vista está que exitosa, de diversificación. Porque, junto a los bolsos, su empresa sigue tejiendo jarapas. “Fuera de España son muy apreciadas”, subraya Isabel, contando el caso de una chica belga que hace unos años se enamoró de estas telas recicladas y ahora las vende en su país cuatro, cinco y hasta seis veces más caras. “Nos compra un palé todos los meses”, revela.
De ocho hermanos, solo dos continúan la tradición: Isabel, que diseña los bolsos, y su hermana Carmen, que los cose. La hija de la dueña, también Isabel, cuarta generación, ayuda cuando puede; sabe tejer, al igual que la dependienta, Ainara, que atiende en el primer comercio que abrió la empresaria en la localidad almeriense: se llama Nijararte y, en su parte de atrás, luce un telar centenario que los visitantes pueden fotografiar y accionar, para ver cómo funciona.
Hace un año, y al lado de Nijararte, Isabel puso en marcha su segunda tienda, La Selecta de Níjar, para vender más específicamente sus bolsos (aunque se exponen otros productos). Casi recién inaugurada, entraron por la puerta el cantante David Bisbal y su mujer, Rosanna Zanetti, que compró tres modelos y lo divulgó en sus redes sociales, dando un buen espaldarazo al proyecto. El boca-oreja ha resultado fundamental para una marca que no tiene tienda online ni grandes campañas de marketing, más allá de lo que su enérgica y polvorilla propietaria sube a la cuenta de Instagram y pregona con desparpajo en su establecimiento: “Todo esto de aquí es nuestro, ¿ha visto qué bonitos? Los hacemos nosotras, a mano, mire qué acabados”.
A Ayuso le regaló su cartera de mano —en color crudo, con una franja central en piel marrón— “un amigo suyo a quien le gusta mucho esta zona del parque natural de Cabo de Gata-Níjar”, explica Isabel sin entrar en más detalles. Tres cuartos de lo mismo ocurrió con otro alguien que, desde la propia tienda, envió un paquete con uno de sus diseños a una persona “muy importante”, de la que no se puede publicar el nombre hasta que no aparezca en algún evento público con el bolso en cuestión debajo del brazo. “Ojalá que la veamos pronto”, confía, nerviosa.
La producción depende, en gran medida, de los pedidos. Isabel Montoya trabaja mucho bajo demanda, lo que permite la personalización de sus artículos. Lo que se muestra en la tienda se puede comprar en el momento. “Si quieres algo que no está, lo hacemos”, subraya. Por ejemplo, un modelo determinado en un color diferente. Pero hay que ponerse en lista de espera, que suele oscilar entre los 15 y los 20 días. Cada creación requiere alrededor de tres horas de labor. Tejer, coser, planchar —para lograr un acabado más fino—, forrar, combinar la tela con la piel, ponerle las asas —cortas y largas, de piel o doradas—, pegarles los adornos. Y eso a pesar de que el proceso productivo se ha perfeccionado, de manera que ahora las artesanas pueden sacar más piezas de una sola tacada.
Isabel diseña carteras, modelos grandes, tipo bandolera o con flecos, y en una paleta amplia de colores. Sus precios oscilan entre los 20 y los 45 euros. Las correas son de cuero, aunque al principio probaron a hacerlas de la misma tela, y antes aún, en su primera creación (la que se diseñó para ella misma), las asas eran de madera. “Nuestro método es el del ensayo-error”, reconoce. Por este camino de experimentación ha llegado a los vistosos botones de cerámica que lucen algunas de sus piezas, y que en los primeros tanteos eran bastante más pequeños. “Nos pareció la mejor manera de unir las dos grandes tradiciones artesanas de Níjar: jarapas y cerámica”, cuenta orgullosa.
Son complementos bien forrados y terminados. Isabel se toma como un cumplido el comentario generalizado de que no parecen hechos a mano. Ya puestos, tampoco parecen hechos de jarapas. Convertir un tejido humilde en un complemento de buena factura es su particular manera de reivindicarlo, dignificarlo y ponerlo en valor. “Jarapa viene de harapo”, recuerda. “Tradicionalmente, se colocaba entre el somier y el colchón, para evitar el frío”, según añade; o como protector térmico, en forma de alfombra, manta, colcha o cortina basta. Nada glamuroso, en ningún caso.
“Cuando empezamos podíamos hacer unos 15 bolsos a la semana, como mucho”, calcula, a ojo, la diseñadora. “Ahora estaremos por los 50 semanales”, compara. También ha empezado a trabajar para una multinacional del lujo de la que no puede dar nombre, se excusa. Lo que no quiere es vender a otras tiendas. Es su forma de “obligar” a sus clientes a visitar Níjar. A Isabel le gusta hacer patria, según insiste varias veces durante la entrevista. Como cuando recurrió a chicas nijareñas luciendo sus creaciones para su campaña promocional; fueron fotografiadas en el casco histórico de la localidad. Su sueño sería que su tienda se convirtiera en un foco más de atracción más para visitar este trozo de Levante almeriense. “Quien quiera comprar un bolso de Isabel Montoya tiene que venir a mi pueblo”, sentencia.