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¿Los juguetes sexuales han enseñado a las mujeres a masturbarse o solo han hecho el trabajo por ellas?

Aparatos como el Satisfyer han ayudado a romper tabús hacia el autoplacer femenino, pero la misma tecnología ha impedido que algunas exploren por sí mismas sus cuerpos y los infinitos caminos hacia el éxtasis

La juguetería erótica, sobre todo el Satisfayer, redefinió la idea que las mujeres tenían sobre la masturbación. Y es muy curioso porque, siendo aparatos diseñados especialmente para la zona genital, donde más influyeron fue en las mentes de sus usuarias. De golpe y porrazo, tocarse en la soledad de una habitación no era un parche cuando no había nada mejor, no era un secreto que no se compartía ni con la mejor amiga. Los juguetes dejaron de ser consoladores para ser aliados y convirtieron el autoplacer en un gozo, una alegría compartida, algo de lo que alardear, el perfecto regalo para las Navidades.

Pero no hay que creer en revoluciones tan rápidas y sin efectos colaterales. La masturbación femenina, aunque haya dejado de ser tabú, todavía requiere de mucho aprendizaje, coexistencia con las relaciones sexuales compartidas y consciencia corporal. Los juguetes le han quitado su halo oscuro y deprimente, pero la tecnología aplicada al placer ha impedido que algunas mujeres exploren por sí mismas los infinitos caminos hacia el éxtasis, llevándolas siempre por la autopista más rápida. Las máquinas hacen el trabajo, pero también restan habilidades.

Desde pequeños, los niños se tocan, juegan con otros, e incluso en la adolescencia es bastante común que enseñen o comenten a otros sus tácticas para sentir más o para retrasar o adelantar el orgasmo. Pero esto no ocurre con las mujeres, ni siquiera ahora, que deben aprender solas y por sí mismas a darse placer. Si a esto se añade el hecho de que sus genitales no están a la vista y que el deseo femenino es algo más sofisticado que el del hombre, podremos entender que la masturbación es todavía una asignatura pendiente para muchas.

“Es cierto que la frecuencia en masturbación femenina ha aumentado en los últimos años y que el Satisfayer fue toda una revolución en este sentido, pero no debemos olvidar que el placer es un aprendizaje, y que muchas mujeres tienen todavía que aprender sobre sus cuerpos y su respuesta sexual”, asegura Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga clínica y terapeuta del Centro Máxima, en Barcelona. “Algunas mujeres que se definen como anorgásmicas, en realidad, no saben cómo estimularse. En muchos casos hay un patrón común: de niñas se frotaban o juntaban las piernas con fuerza, pero dejaban la faena a medio hacer, tal vez por sentimiento de culpa o vergüenza. En su adolescencia no se masturbaban y luego pasaron a la sexualidad compartida, pero nunca han tenido orgasmos porque no dedicaron tiempo a explorar su propio placer”, sostiene la también directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, miembro de la Academia Internacional de Sexología Médica y presidenta de honor de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS).

Descubrir el mapa erógeno

La masturbación es el primer ejercicio para cualquiera que pretenda mejorar su sexualidad, conocerse en el terreno erótico y explorar los caminos hacia el disfrute. Para compartir placer con otros, primero hay que aprender cómo acceder a él solo. Sonia Bedate, fisioterapeuta especialista en suelo pélvico y sexóloga, con consulta en Mérida y Almendralejo (Badajoz), dice que la masturbación es esencial para fijar la conexión cuerpo-mente, para que el cerebro conozca y registre las sensaciones que los genitales o las zonas erógenas nos provocan al estimularlos. “Aumenta también la vascularización pélvica, la lubricación, libera endorfinas que mejoran el dolor; disminuye el cortisol al provocar relajación, mejora el insomnio y los problemas de sueño. El suelo pélvico se fortalece y se mantiene en forma con las relaciones sexuales, ya sean solas o compartidas, y, si se llega al orgasmo, mucho mejor, ya que las contracciones que este produce son excelentes para esta parte de la anatomía”, detalla.

Entre los deberes que Bedate pone a sus pacientes está siempre la masturbación; y, en este apartado, la especialista aclara los pros y los contras de los juguetes eróticos: “Usar juguetes es positivo, otra cosa es abusar de ellos. Los fisioterapeutas del suelo pélvico preferimos la vibración a la succión, ya que esta última es un estímulo muy potente y directo. Acostumbrarse a este patrón, que produce un orgasmo muy rápido, puede ser contraproducente y dificultar las relaciones de pareja, en las que los estímulos no son tan fuertes”. Y añade: “Además, lo ideal es que las personas no solo se centren en los órganos genitales, sino en cualquier parte de sus cuerpos que al estimularlas les produzcan una sensación de gusto. Por eso siempre aconsejamos a las mujeres que hagan su mapa erógeno y que sitúen sensaciones en determinadas partes de su anatomía, que pueden ser el pelo, la cara, la parte interna de los muslos, el hueco del codo…”.

Los verbos del erotismo

El cuerpo es el objeto de estudio del Sexocorporel, un enfoque sexológico creado por Jean-Yves Desjardins (1931-2011) que parte de la premisa de que todo lo que ocurre en nuestra fisiología tiene su correlación en las emociones. Claude Roux-Deslandes es médica, sexóloga y discípula de Desjardins y vive en Francia, donde pone en práctica y enseña los principios de esta disciplina. “La masturbación femenina ha pasado de ser un tabú a algo que nos hace una máquina muy precisa, con muchas velocidades y tipos de vibración”, cuenta. “No es extraño, por tanto, que bastantes mujeres desconozcan todavía el proceso de excitación, por eso nosotros hablamos de los ‘verbos del erotismo’ y de que se puede ir al placer a través de muchas vías. Pero primero es el cuerpo, y no tanto la mente, porque la excitación es algo fisiológico y reflejo”, añade.

Entre los verbos que hay que conjugar para encontrarse con el placer están, a juicio de esta doctora, “saborear, porque hay que jugar con los sentidos y no solo con el gusto, sino con el oído, el tacto o la vista”. De hecho, hace ya tiempo que la ciencia ha desterrado la idea de que los hombres son más visuales que las mujeres en cuanto al proceso de excitación. Como apunta Molero, en 2019 “se hizo un estudio que demostró que las imágenes eróticas activaban por igual los genitales masculinos y los femeninos. Lo que ocurría es que en los hombres había una mayor concordancia, mientras que en las mujeres la excitación física no siempre se correspondía con la mental. Es decir, que aunque había cambios fisiológicos, el cerebro femenino no los interpretaba como excitación sexual”.

Respirar es otro verbo de los que habla Deslandes: “De la manera que respiras tienes más o menos sensaciones y pones a circular la excitación; pero lo básico aquí es expirar, soltar, y este sería el verbo principal. Especialmente para las mujeres a las que les cuesta llegar al orgasmo, porque de eso se trata, de rendirse, de perder el control”, garantiza.

Y si la respiración es el movimiento de la energía, el del cuerpo también es importante. “Solo hay que dejarse llevar”, apunta Bedate: “La basculación de la pelvis es algo casi instintivo que, generalmente, va al ritmo de la respiración”. Otro punto a observar a la hora de tener una cita con una misma es el hecho de, como cuenta esta fisioterapeuta, “procurar empezar en estado de relajación, cuando el sistema nervioso que domina es el parasimpático, que es desde el que hay que partir para la excitación. Si se llega nerviosa o con estrés, primero hay que relajarse”.

En problemas de falta de deseo, el autoplacer es el camino más corto para recuperarlo; claro que si no hay ganas, la cosa se complica. Para romper este círculo vicioso y entrar en clave erótica hay también preliminares, como cierto tipo de literatura, el porno, los baños estimulantes, los masajes y cualquier cosa que potencie y estimule los sentidos. “Generalmente, los hombres están más conectados con su necesidad de placer”, señala Molero. “Las mujeres se apartan de esta senda, sobre todo si van cumpliendo años y/o no tienen pareja. A menudo el perfil de la mujer que no se masturba es el de alguien que necesita tenerlo todo muy controlado, una perfeccionista que funciona por objetivos, necesita resultados y le cuesta fluir. Pero el placer no solo tiene una función hedonista, sino que nos proporciona la sensación de estar vivos, conectados con el cuerpo y al mando”, aclara.

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