¿Son las dietas naturales como la BARF un peligro para las mascotas?
La dieta conocida como “alimentación cruda”, y la dieta cocinada para perros y gatos son cada vez más frecuentes entre las familias multiespecie. Con estudios a favor y en contra de una nutrición natural alejada de productos procesados, el debate salta de las redes sociales a los menús para animales
¿Te preguntas cuál es la mejor alimentación para la salud de tu mascota? ¿Es preferible elegir piensos procesados, con o sin cereales, prensados en frío, liofilizados, comida deshidratada, cocinada o cruda? Uno de los grandes caballos de batalla de las familias que conviven con animales es cuidar su nutrición para optimizar su salud, con diferentes visiones sobre qué opción es mejor y qué riesgos implica cada una.
En los últimos años, las redes sociales se han convertido en escaparates de las dietas naturales, con largos debates sobre la contaminación bacteriana y parasitaria, deficiencias nutricionales o riesgos de atragantamiento por ofrecer huesos carnosos crudos. Los detractores de este tipo de alimentación aseguran que se trata de una “moda” viral que pone en riesgo la salud de perros y gatos. Sus defensores consideran de sentido común que una alimentación basada en ingredientes naturales mueve la balanza a favor de la salud.
“La salud de nuestros animales depende de nuestras decisiones y la alimentación es un factor fundamental, donde también influye el contexto, la calidad de los ingredientes, cómo y cuándo se lo damos o qué tratamientos farmacológicos preventivos usamos y abusamos”, apunta Aida Gascó, veterinaria Biológica e Integrativa, pionera en psiconeuroinmunología Clínica Veterinaria. En su opinión, ofrecer una dieta natural, en vez de pienso procesado, ya es un punto a favor de una comida fisiológicamente adaptada a lo que deberían comer los animales que conviven en los hogares.
“Cuando acudimos a un veterinario convencional, no actualizado, y se le pregunta qué deberían comer perros y gatos, casi siempre escuchamos: ‘No le des nada que no sea pienso’. Nada más lejos de la realidad. Desde hace miles de años y gracias a su extraordinaria flexibilidad metabólica, los perros, por ejemplo, se han alimentado a base de carne, frutas y verduras, restos de comida humana, carroña, vísceras, huesos e incluso heces de otros animales, en tiempos de escasez. ¿Desde qué punto partimos, considerando la anatomía y fisiología de los animales?”, reflexiona Gascó, que recomienda a las familias con animales documentarse, contrastar opiniones y buscar información en libros como Alimentación en perros: ¿procesada o cruda? La ciencia detrás del debate, de Conor Brady.
La moda BARF, desde el Neolítico
La dieta BARF (Biologically Appropriate Raw Food, Alimentación Cruda Biológicamente Apropiada, en castellano) sería lo más parecido a cómo se habrían alimentado perros y gatos desde el Neolítico. En una reciente investigación de zooarqueología desarrollada por el Instituto Max Planck se descubrieron las primeras representaciones rupestres de manadas de perros domesticados que ayudaban a los humanos en las cacerías. Tiene sentido pensar que, en aquel momento, los fieles amigos del hombre se alimentarían de la misma presa cazada.
Otro estudio que analizaba el mapa de los genomas de los cánidos europeos antiguos, cuya domesticación se estima entre 20.000 y 40.000 años, no detectó una enzima digestiva (la amilasa pancreática, AMY2B) presente en los perros modernos, que les permite digerir almidón, frecuente en las dietas de los asentamientos agricultores del Neolítico. Por eso se considera que los cánidos primitivos pudieron alimentarse principalmente de proteínas de origen animal y posteriormente, con la domesticación, adaptarse a comer algunas frutas, tubérculos y verduras.
Otra reciente investigación, que estudiaba la dieta de los ancestros de los gatos domésticos en la Europa Central del Neolítico, confirmó que los felinos preferían alimentarse de las plagas de roedores atraídas por los asentamientos agrícolas, pequeñas aves y lepóridos; como conejos y liebres. Por eso, los perros son considerados “carnívoros facultativos” (cuya evolución genética se diferencia de los lobos en la capacidad digestiva y enzimática para asimilar los nutrientes de algunos vegetales) y los felinos serían “carnívoros estrictos” en la alimentación natural.
“No necesitamos viajar al Neolítico para saber que la comida natural es lo más adecuado para los animales. Tenemos estudios recientes, muchos desarrollados por el Grupo de Investigación Dog Risk de la Universidad de Helsinki, donde se analiza la relación entre alimentación y estado de salud. ¿Qué suelen comer los animales más sanos? Lo que comieron toda la vida. En 1860 un electricista ―ni siquiera veterinario―, James Spratt, observó cómo perros hambrientos callejeros hurgaban en la basura del muelle de Liverpool y comían restos de galletas. “Esto le dio la idea para inventar el primer pienso o galletas para mascotas, hace menos de 200 años, que dio lugar a la industria actual de piensos procesados”, plantea Doris Rämisch, nutricionista canina y felina en Ca na Tess (Mallorca) y cofundadora del programa formativo International BARF Coach. “¿Pueden nuestros perros y gatos comer pienso toda la vida y sobrevivir? Sí, pero no es lo más sano. ¿Ofreceríamos comida ultraprocesada a nuestros hijos todos los días? Los beneficios de la dieta natural en animales se notan rápidamente. Esto no se puede negar. En consulta observamos muchos perros enfermos que, al hacer el cambio a una dieta natural supervisada, mejoran en dos o tres semanas. No solo se trata la enfermedad con medicina tradicional, sino atendiendo a la nutrición y la importancia de la microbiota en el sistema inmune”, señala Rämisch.
En la búsqueda de evidencias sobre los beneficios de la dieta natural, el doctor Francis M. Pottenger estudió, entre 1932 y 1942, la salud de tres generaciones de 900 gatos alimentados con dieta cruda o cocinada, cuyos resultados publicó en el libro Pottenger’s Cats: A Study in Nutrition. El doctor Pottenger observó la ausencia de parásitos y enfermedades, mayor fertilidad, pelaje brillante, sólida estructura y densidad ósea en los gatos alimentados con carne cruda y lácteos no pasteurizados, frente a la artritis, esterilidad, trastornos de la piel, alergias, hipotiroidismo, enfermedades degenerativas, trastornos del comportamiento y deformidades esqueléticas en la dieta cocinada. Sin embargo, en aquella época no se sabía que la taurina (hoy suplementada en cualquier alimento para gatos) es fundamental para los felinos y se destruye con la cocción, por lo que sus conclusiones sobre la dieta cocinada no son exactas. En los años 90, el veterinario australiano Ian Billinghurst actualizó lo que se sabía hasta el momento sobre la alimentación natural y sentó las bases de la dieta BARF con sus libros Give Your Dog a Bone, Grow Your Pups With Bones y The BARF Diet: Raw Feeding for Dogs and Cats Using Evolutionary Principles.
Riesgos y peligros de la dieta BARF
Las principales críticas a la alimentación cruda describen posibles carencias nutricionales y minerales, contaminación parasitaria y bacteriana, resistente a los antibióticos, y problemas de obstrucción intestinal, desgarros estomacales o atragantamiento por ofrecer huesos carnosos crudos. Un reciente estudio publicado por investigadores de la Universidad de Bristol detectaron la presencia de la bacteria E. coli resistente a las fluoroquinolonas en una muestra de 600 perros alimentados con dieta cruda en entornos rurales y urbanos. Otra investigación realizada en Portugal observó, entre 2019 y 2020, la presencia de enterococos resistentes a múltiples fármacos en alimentos crudos comerciales distribuidos en toda Europa.
“Cuando tenemos miedo por el riesgo de contaminación por bacterias o parásitos en la alimentación cruda, debemos tener en cuenta varias cosas. Los parásitos mueren con varios días de congelación, pero las bacterias no. Las bacterias solo mueren cuando son sometidas a altas temperaturas, es decir, en la dieta cocinada. Por otra parte, las bacterias presentes en el estómago de animales no tienen por qué ser patógenas: no tienen por qué provocar problemas gastrointestinales”, señala Carmen Barreiro, veterinaria nutricionista y responsable de Pataconpata. Según explica, las enzimas de la saliva de los animales alimentados con dieta cruda degradan esas bacterias. Incluso si pasaran al tracto digestivo e intestinal, el pH más ácido (entre 1 y 2) de perros y gatos que comen dieta BARF, descompone eficazmente bacterias patógenas como E. coli o Salmonella. “Las personas que comen steak tartar, sushi o ceviche, todo esto crudo, por ejemplo, tienen más probabilidades de entrar en contacto con bacterias patógenas y menos defensas en su estómago, que no es ácido, para deshacerse de ellas”, abunda.
No obstante, si la exposición a bacterias resistentes a los antibióticos genera inseguridad en las familias con algún miembro inmunodeprimido o en tratamiento farmacológico, o simplemente el perro o gato no tolera por el motivo que sea la dieta cruda, o se tiene miedo a un posible atragantamiento u obstrucción por huesos, los veterinarios pro BARF insisten en que la dieta cocinada es una alternativa segura y saludable. “Los riesgos de contaminación se reducen con una correcta manipulación de alimentos en casa, con cuchillos destinados a vegetales, por un lado, cuchillos diferentes para cortar proteínas animales por otro, respetar los tiempos de congelación y descongelación en el frigorífico, dedicar una tabla de cortar solo para los alimentos para animales, limpiar diariamente sus comederos y bebederos, además de una higiene básica y sentido común”, reflexiona Gascó. “Pero si con todo y con eso tenemos miedo, la dieta cocinada siempre será mejor que el pienso procesado. Lo importante es seguir un tipo de alimentación que se adapte a la familia y se pueda mantener en el tiempo. En la dieta cocinada habrá que suplementar, para evitar carencias nutricionales, y facilitar masticación recreativa, pero con las pautas y seguimiento de un veterinario nutricionista, cualquier familia podría alimentar a sus animales de forma natural”.