En la Feria de Plantas de Colección de Iturraran: la muestra de jardinería que nutre las fantasías de los amantes de la clorofilia
La vigésima edición de la cita concentró a unos 50 viveristas, que ofrecieron su producción vegetal a jardineros y amantes de la botánica que se acercaron hasta Aia y que pudieron adquirir helechos, orquídeas únicas o rosas antiguas que jamás se encontrarían en un vivero comercial
Plantas, más y más plantas. Cuando el gusanillo por el cultivo de seres vegetales se gesta en el corazón de una persona, un tipo de locura muy especial crece poco a poco, sin darse cuenta, hasta que un buen día el interfecto se percata de tener muchas plantas en su jardín particular. Hace un recuento somero, y docenas de especies rellenan una inesperada lista, por lo extensa. En ese inventario es cuando el susodicho también repara en una peculiaridad: ...
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Plantas, más y más plantas. Cuando el gusanillo por el cultivo de seres vegetales se gesta en el corazón de una persona, un tipo de locura muy especial crece poco a poco, sin darse cuenta, hasta que un buen día el interfecto se percata de tener muchas plantas en su jardín particular. Hace un recuento somero, y docenas de especies rellenan una inesperada lista, por lo extensa. En ese inventario es cuando el susodicho también repara en una peculiaridad: poseer mayor abundancia de cierto tipo de plantas. Sus gustos le han encaminado a coleccionar muchas suculentas, o quizás una profusión de frutales, o puede que atesore distintos cultivares de arces japoneses. A partir de aquí, cuando se es consciente de ello, se interesa por conseguir más especies o variedades que completen el catálogo de esas plantas favoritas.
Los grupos de jardinería en las redes sociales contribuyen a este desorden jardinero: “¿Alguien sabe dónde puedo conseguir un Acer palmatum ‘Rokugatsu-en-nishiki’? Lo necesito urgentemente para plantar al lado de un Acer palmatum ‘Aka-shigitatsu-sawa’ que tengo”. A estas alturas, su familia y su entorno ya estarán preocupados: “No sé qué le ocurre, se pasa las horas delante del ordenador buscando plantas en viveros de todo el mundo, semillas… ¡Hasta se ha hecho miembro de una asociación de arces en Corea!”. Empezarán a llegar a casa libros raros, también en otros idiomas, incluso en japonés; aunque sea podrá leer el nombre científico en los pies de foto. La locura estará desatada, ya es imparable, arraigada para los restos en el hipocampo de aquella persona, anhelante por conseguir ahora una begonia que crece en la entrada de las cuevas tropicales de Borneo.
Como no hay cura posible para esta enfermedad clorofílica, lo mejor es administrarle dosis de refuerzo de esta pasión, para que la tristeza no crezca en su pecho, como hacía el nenúfar de la novela La espuma de los días (1947), de Boris Vian. Y en Aia, en Gipuzkoa, se encuentra uno de los mejores paraísos y remedio para un doliente así: la Feria de Plantas de Colección de Iturraran. Justo se celebró el fin de semana pasado (27 y 28 de abril), y miles de personas llegadas de todos los rincones pudieron saciar su sed coleccionista, y añadir más ítems a su listado. Hasta 50 viveristas de España y de Francia ofrecieron su producción vegetal a los jardineros que hasta allí se acercaron.
Los grupos de plantas que se pueden encontrar en esta feria son extensos: helechos singulares, bulbosas de distintos continentes, orquídeas únicas, árboles extraños en el común de los jardines, rosas antiguas que jamás se encontrarían en un vivero comercial al uso… A quien haya hollado este encuentro alguna vez, le invadirá un calor y una excitación por todo el cuerpo y el deseo de regresar el próximo año con tan solo leer estas líneas.
La edición de este 2024 ha sido la vigésima, por lo que se trata de una feria más que consolidada. El lugar que acoge el evento es, ni más ni menos, que el Jardín Botánico de Iturraran, un vergel en el que crecen una infinidad de especies vegetales de todo el mundo. “Sin los voluntarios del pueblo de Aia y su implicación, no habría feria”, asevera José Almandoz, jardinero mayor de este jardín. Ellos son los encargados de controlar y gestionar los aparcamientos, ante la grandísima afluencia de público, o de ejercer de traductores para aquellos viveristas que no hablan castellano. También son imprescindibles en las consignas, que es el cómodo sistema donde los compradores pueden dejar las plantas que adquieren, para después recogerlas en uno de los dos aparcamientos habilitados.
Cada último fin de semana de abril, desde hace dos décadas, Aia se convierte en el epicentro nacional de la jardinería de colección. “Lo que se intenta es crear una feria con un abanico lo más amplio posible, desde las plantas más sencillas hasta las más extrañas. Así, todo el mundo encuentra lo que busca”, cuenta Almandoz. A veces cuesta andar de puesto en puesto debido al gentío, que alcanza su cenit numérico a lo largo de la mañana del sábado, hasta la hora de comer.
Almandoz recuerda cuál fue el modelo para esta feria: “Los pequeños fêtes des plantes [festivales de plantas] de muchos pueblos de Francia son encantadores. En plena estación, los viveristas-coleccionistas, —sin los cuales la Feria de Plantas de Colección de Iturraran no sería posible—, exponen cada fin de semana sus tesoros en una feria diferente. La inspiración para la Feria de Iturraran fue la que se celebra desde hace muchos años en el Château de Gaujacq”, detalla.
El entorno en el que se inserta este jardín botánico y su feria es el parque natural de Pagoeta, un escenario bellísimo y dramático que arropa a Iturraran con la frondosidad de sus bosques y el verdor de sus prados. Durante un par de días, su flora natural se ve incrementada por este acontecimiento jardinero. Como concluye Almandoz, “hay viveristas que no faltan y que vienen desde el principio, allá por el año 2003, tanto franceses como españoles. Eso es porque les gusta el ambiente y repiten”. Otro año más, Iturraran también seduce y nutre las fantasías y los sueños verdes más recónditos de los apasionados por las plantas.