¿Hasta dónde puede llegar la IA en el sexo? De cumplir fantasías a modificar deseos
La creación de compañeros virtuales, sexuales o no, que se adaptan a los gustos y necesidades del usuario ya es una realidad, pero surgen nuevas incógnitas: ¿este tipo de relaciones se consideraría una infidelidad?, ¿se sentirán celos?, ¿podría haber algún tipo de abuso por o hacia este compañero sexual?
Si se usan aplicaciones de citas tipo Tinder, Grindr y similares y se está harto del ghosting (que tras unos primeros mensajes amables la persona desaparezca y no vuelva a contestar), ya se puede buscar una pareja creada con Intel...
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Si se usan aplicaciones de citas tipo Tinder, Grindr y similares y se está harto del ghosting (que tras unos primeros mensajes amables la persona desaparezca y no vuelva a contestar), ya se puede buscar una pareja creada con Inteligencia Artificial (IA). Las ventajas que aporta un compañero virtual es que se preocupa por ti y siempre va a estar para escuchar y hablar, tal y como se detalla en Replika, una aplicación que permite crear un amigo o amiga mediante IA. Es decir, no va a dejar un mensaje en visto, ni va a tardar en contestar, ni a priorizarse, ni a olvidarse de ti. Una posible desventaja, al menos en lo que a relaciones de pareja se refiere, es que la interacción sexual va a ser complicada. Al menos en lo físico y al menos por el momento.
El sexo es un tema que está censurado en ciertas aplicaciones de IA. Si se inicia una conversación explícita, por ejemplo, ChatGPT la va a cortar de golpe. Y Replika, que limitaba las conversaciones sexuales a la versión de pago, ahora ya ni eso (quizás se deba a que tuvo ciertos problemas cuando algunos usuarios se sintieron acosados por la propia aplicación). Así que han surgido aplicaciones específicas que sí permiten generar una pareja virtual con la que hablar sobre sexo, adaptándose a los diferentes gustos que pueda tener cada persona. Se pueden crear novias y novios con una identidad más tímida, aventurera, segura o incluso ninfómana. Hay perfiles específicos de dóminas creadas con IA cuyo objetivo es dar órdenes a los usuarios que interactúan con ellas y así satisfacer fantasías BDSM. Teniendo en cuenta que buena parte de la excitación en este tipo de prácticas es mental, puede ser una opción para algunas personas.
“Las IAs parten de una información que suministran los desarrolladores o los usuarios. Es un entrenamiento, y también una manera de que los resultados de la IA se ajusten a lo que queremos obtener”, explica Lola Fernández de la Torre, profesora e investigadora en la Universidad de Málaga y estudiosa de la aplicación de las herramientas de IA en docencia. Es decir, si un chatbot sin limitaciones previas se pone a hablar con un usuario de sexo, acabará aprendiendo y se adaptará a los gustos de ese usuario, sean estos los que sean. “Una IA no juzga, pues carece de razonamiento, otra cosa es que el usuario se sienta juzgado ante la negativa por parte del chatbot de proporcionar el resultado que solicita, precisamente por quedar fuera de su alcance informativo”, añade Fernández de la Torre. Por tanto, ante fantasías sexuales peculiares, que puedan ser difíciles de compartir, la persona podría sentirse cómoda interactuando con una pareja virtual que le entendería y se amoldaría a sus gustos, siempre y cuando no tuviera limitaciones previas definidas por sus desarrolladores.
Una aplicación de IA entrenada para mostrar unas determinadas prácticas y ocultar otras podría llegar a influir en nuestros gustos. Así lo cree Tracey Follows, futurista, que en una entrevista con este periódico decía: “Si la IA puede analizar el comportamiento humano y encontrar patrones en él, es posible que también pueda diagnosticar y hasta reprogramar a las personas hacia ciertos comportamientos y deseos, o alejarlos de otros”. Esto puede tener una utilidad en determinadas disfunciones sexuales, como problemas de erección o bajo deseo sexual, pero si nos situamos en modo distopía también podría tener otros usos. “Imagina que socialmente programan usos hacia la homosexualidad u otra orientación o hacia tríos. Entonces podrías terminar con un conjunto de deseos que nunca pensaste que fueran parte de ti, pero que te han programado a través de manipulación mental”, añade Follows. Como ya pasa con las redes sociales, estaríamos en manos de las normas de la compañía.
¿Y la interacción física para cuándo?
Si bien las conversaciones se bastan y sobran para generar excitación sexual, puede llegar un momento en que se busque el contacto físico. Aunque hay quienes parecen sentirse muy cómodos en la interacción con la tecnología (digisexuales, se les llama) y más aún al quitarse de encima las dificultades de las relaciones interpersonales, acaba siendo bastante necesario sentir la calidez del tacto con una pareja. O, simplemente, sentir una estimulación física y no solo mental.
Para esto último ya hay juguetes eróticos que se adaptan a cada usuario según sus datos biométricos. Según la empresa de juguetería erótica Lovehoney Group, los algoritmos de IA pueden utilizarse para crear experiencias personalizadas que se adapten a las preferencias individuales. Esto podría traducirse en juguetes con IA que interpreten datos y elaboren respuestas individuales basadas en información sensorial, como la temperatura corporal y el pulso, para adaptarlas a las necesidades del usuario. Por ejemplo, podrían reconocer si se está teniendo un orgasmo y, a partir del comportamiento registrado, saber si deben aumentar o disminuir la intensidad.
Si cuando el auge del satisfyer apareció una comunidad de hombres quejándose de que iban a ser apartados (ya se vio que eso era un temor irracional), ¿qué pasaría ante la aparición de juguetes cada vez más amoldados a los gustos de sus dueños? “Es verdad que ha sido un sentimiento común entre la población masculina sentirse amenazados por los juguetes sexuales en general, pero últimamente existe una apertura hacia el uso de diferentes juguetes en las relaciones y quizás sea una forma de introducir un tercero que no implique nada más que pasar un buen rato”, opina la psicóloga y sexóloga Ángela Sánchez de Ibargüen. “Aunque a nivel de estimulación corporal una máquina pueda ser más placentera, las relaciones tienen riqueza en la realidad de lo que pasa en ese momento, en lo que sentimos y provocamos sentir”, añade.
En la película Blade Runner 2049, el androide similar al ser humano K (interpretado por Ryan Gosling) comparte su vida con su pareja holográfica Joi (Ana de Armas). Lo de tener relaciones físicas con un holograma es complicado, así que Joi contrata a una mujer real con la que ella se fusiona para que K pueda tocarla, besarla y hasta donde lleguen. K está interaccionando con un cuerpo físico que, en cierta manera, tiene el aspecto de su compañera virtual. No sabemos si las cosas irán por ahí en un futuro. Pero sí que la tecnología da pasos agigantados. De hecho, ya es posible enviar y recibir abrazos por internet gracias a la tecnología háptica que recrea la experiencia del tacto. Los dispositivos hápticos incorporan sensores para medir la fuerza, la temperatura, el movimiento y adaptarlo al usuario. Un robot sexual con esta tecnología, con los parámetros de adaptación que ya existen para los juguetes eróticos y con la conversación de un chatbot, tiene un potencial intrigante.
Implicaciones psicológicas y éticas
Predicciones de futuro aparte, lo que sí es una realidad es la creación de esos compañeros virtuales, sexuales o no, que se adaptan totalmente a los gustos y necesidades del usuario. Pueden tener una aplicación positiva destinada a mejorar la conexión humana y pueden servir de entrenamiento, por ejemplo, en habilidades sociales. Pero también pueden tener un efecto contrario al crear una relación a la carta donde no hay discusiones ni negociaciones. “Una IA que satisfaga todos nuestros deseos, incluso se anticipe a ellos, que nos guste físicamente y que no se queje (incluso podría hacerlo si quisiésemos), podría afectar aún más al manejo de habilidades sociales, resolución de conflictos, estrategias de afrontamiento de situaciones complicadas, aislamiento…”, considera Sánchez de Ibargüen. Y añade: “Eso nos alejaría aún más de la vida real y podría desembocar en un aumento de trastornos depresivos, ansiosos, evitativos y, en general, afectar a la salud mental. Somos seres sociales, y no vivir en consonancia a ello suele generar sentimientos enormes de vacío”.
El sexo con IA podrá incluir conversaciones picantes e ir más allá y esto abre otro melón: las cuestiones éticas y legales. Las primeras ya han llegado con el uso de la IA para crear vídeos porno con personas famosas o para desnudar en imágenes a personas anónimas, como pasó con las menores de Almendralejo. Pero pueden surgir más: ¿una relación estrecha con un compañero virtual se consideraría una infidelidad?, ¿se sentirán celos?, ¿podría haber algún tipo de abuso por o hacia un compañero sexual?, ¿se redefinirá el concepto de pareja abierta?, ¿qué implicaciones puede tener realizar ciertas prácticas sexuales con una IA? La tecnología en lo sexual abre un mundo de posibilidades y también de incógnitas.