Siete cosas que me habría gustado saber antes de tener perro

Que levante la mano el dueño primerizo que no se haya sorprendido por los efectos de la adolescencia canina o por la ingente oferta alimentaria para su mascota

Cachorro de border collie.Rawlstock (Getty Images)

En España hay más de nueve millones de perros y estos son, de largo, el animal preferido por aquellos que optan por tener una mascota. Este número, que llevaba años en aumento, se disparó tras la pandemia con un alza que se estima, con cifras de la patronal alimenticia a falta de estadísticas oficiales, alrededor del 40%. Es decir, que un nada desdeñable porcentaje de personas ...

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En España hay más de nueve millones de perros y estos son, de largo, el animal preferido por aquellos que optan por tener una mascota. Este número, que llevaba años en aumento, se disparó tras la pandemia con un alza que se estima, con cifras de la patronal alimenticia a falta de estadísticas oficiales, alrededor del 40%. Es decir, que un nada desdeñable porcentaje de personas se han enfrentado en los últimos años a lo que supone tener un perro por primera vez.

En esto, como en tantas otras cuestiones, hay mucha teoría pero la práctica es otra cosa. Un futuro dueño puede informarse debidamente para conocer algunos aspectos más allá de los básicos, como que un perro necesita varios paseos al día, un lugar tranquilo en casa y algunos juguetes que poder morder sin culpa. Que hay una serie de vacunas obligatorias, como la de la rabia, otras opcionales pero importantes, y que se le debe desparasitar internamente al menos cada seis meses. Sin embargo, siempre hay cuestiones que pillan por sorpresa hasta a quien ha hecho un esfuerzo por prepararse. Como muestra estas son algunas de ellas. Y, como se suele decir: no están todas las que son pero sí son todas las que están.

La importancia de conocer bien la raza o el tipo de perro

Hay algunas cosas que se suelen tener en cuenta antes de tener un perro: su tamaño, si es de pelo largo o corto, si se busca un cachorro o un perro adulto… y, a veces, la raza entra en ese dilema, normalmente por una cuestión de gustos. Hay a quien le encanta la inteligencia de los border collie, otros se derriten con los ojos azules de los cachorros de weimaraner y los hay que llevan media vida soñando con un dálmata. Sin embargo, más allá de todo eso, cada uno de esos perros tienen necesidades concretas que es importante considerar. “Jamás se debería elegir a un perro por lo mono que sea o porque conocéis a uno que os encanta. Hay que saber muy bien qué perro escoges como compañero según tu estilo de vida, teniendo en cuenta el tiempo y la actividad que le vas a poder dedicar, tu personalidad, tu experiencia con perros...”, explica María VetiCan, veterinaria y creadora de una cuenta homónima con consejos veterinarios que acumula casi 50.000 seguidores en Instagram y más de 400.000 en su TikTok.

No es lo mismo ser deportista y salir al monte cada domingo que disfrutar pasando los fines de semana en casa, vivir en el centro de una gran ciudad o en un pueblo de montaña. “Muchas veces pensamos coger un border collie o un malinois que está ahora tan de moda, que son perrazos que necesitan mucha actividad pero también mucha tranquilidad. Si les colocamos en un entorno urbano, muy estimulado y además nosotros pretendemos estimularlo todavía más con esa actividad que sabemos que necesitan, acabamos rompiéndolos un poco y les sobreexcitamos”, señala Cristina González Cano, veterinaria etóloga del Servicio de Etología Clínica del Hospital Clínico de la Universitat Autònoma de Barcelona. No se trata de que no se tenga un border collie en una ciudad, sino de conjugar nuestro contexto con las necesidades del perro y ser consciente de ellas para evitar problemas.

La comunicación canina no se parece nada a la humana

No, los lamidos no son besos, la sonrisa canina obedece normalmente a estrés y si bosteza cuando está perfectamente despierto es más que probable que no se deba a un sueño repentino sino que sea una señal de calma. La comunicación canina no tiene nada que ver con la humana y aún es demasiado habitual que la confundamos. Por eso, investigar y formarse un poco en etología —la ciencia que estudia el comportamiento de los animales en sus medios naturales— es una decisión que puede facilitar muchísimo las cosas.

“La mayoría de las veces, que un perro no haga algo a nuestro gusto no es porque no quiera, sino porque no sabemos transmitirle adecuadamente la información y, por lo tanto, no sabe hacerlo. Por eso, recomiendo encarecidamente a todo el mundo hacerse un curso de etología y adiestramiento canino con su perro, aunque aún no tenga problemas de comportamiento. Creo que es una de las mejores inversiones que se puede hacer”, asegura María VetiCan.

La adolescencia canina existe

No solo existe sino que, muchas veces, se hace larguísima. Justo cuando crees que tu cachorro empieza a tranquilizarse y parece haber interiorizado el adiestramiento, llega esta etapa que, según la teoría, comienza en perros pequeños alrededor de los cuatro meses y en razas más grandes a los seis. “Pasas de tener un niño, dormilón, bobalicón y dependiente, a tener un adolescente que te reta, se te escapa, no te hace caso, que está determinando su lugar en la familia y entre otros perros, desarrollando carácter ,y por supuesto, mostrando un nuevo interés por el sexo opuesto y con las hormonas revolucionadas”, resume María VetiCan.

La adolescencia en los perros es como en los humanos: hay que armarse de paciencia.Maria Moroz (Getty Images/iStockphoto)

La adolescencia canina, al igual que la humana, debe asumirse con enormes dosis de paciencia y solo tiene una cura: el paso del tiempo. Hay que darse cuenta también de que es una etapa complicada para el can. “Es un momento de incomprensión porque ya no se dan esas concesiones que a veces los perros grandes hacen a los cachorros”, indica González Cano. Y esos privilegios a veces también se acaban en casa. “Cuando era un cachorro y pesaba 10 kilos le dejábamos subir a la cama, al sofá y que nos robara los calcetines porque nos parecía muy divertido. Ahora que pesa 35 ya no queremos que lo haga, el perro no entiende el por qué y se genera mucha frustración y problemas asociados a un cambio de rutinas y de normativa”, concluye González Cano.

La importancia de tener una red de apoyo

Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro pero, para alguien con perro, quien tiene un amigo que se ofrece a cuidar a su mascota vale más que uno con piscina en pleno agosto madrileño. Ya no se trata solo de que, teniendo en cuenta el precio actual de residencias o cuidadores, sea perfectamente posible que se invierta más en el cuidado de la mascota que en sus propias vacaciones, sino que a veces surgen imprevistos que exigen un desplazamiento de urgencia y, por desgracia, viajar con perro (especialmente si es grande) aún es bastante complicado. Así que contar con amigos, familiares o incluso un cuidador habitual que el perro conozca y con el que se sienta cómodo es una enorme ventaja que evita muchos quebraderos de cabeza. Eso sí, si alguien cercano se encarga de cuidar al peludo durante sus vacaciones, qué menos que traerle un souvenir a la altura.

La estimulación mental es tan importante como los paseos

Cuando se incluye un perro en la familia se asume que es necesario sacarlo a pasear, pero en muchas ocasiones no se tiene en cuenta que sus necesidades básicas van más allá. Estas son alimentación, descanso, juego, exploración, contacto social y seguridad. “El paseo lo bueno que tiene es que puede cubrir muchas de estas situaciones: la exploración, el olfateo, incluso la búsqueda de alimento si lo introduces, y la conducta social”, explica González Cano. Sin embargo, también es importante el enriquecimiento ambiental en casa, especialmente en perros que se excitan demasiado en las salidas o, por ejemplo, en días de lluvia. Pueden ser desde juegos de olfato, con alfombras olfativas donde el animal busca un premio, a estructuras ideadas para que tenga que emplear una estrategia para lograr el alimento. “Es importante resaltar que esto es necesario siempre, en cachorros por supuesto, porque les ayuda a conocer el mundo; en perros adultos, también; y en animales sénior, tanto para prevenir problemas de conducta como para ayudar en que el envejecimiento cognitivo sea más lento”, sentencia González Cano.

El mundo de la alimentación canina es casi tan amplio como el de la humana

Bajo en cereales, light, monoproteico, hipoalergénico, natural, dieta barf… son apelativos que se descubren en los lineales de casi cualquier tienda para animales y que en un primer momento abruman a cualquier dueño que busque dar con la mejor alimentación para su mascota. “Los perros son considerados carnívoros facultativos, es decir, que su alimentación debe estar basada en alimentos de origen animal, pero pueden obtener beneficios de otros alimentos como las frutas y verduras como aporte de vitaminas, minerales y fibra”, explica María VetiCan. Partiendo de esa base, surgen diferentes dietas como, por ejemplo, sin cereales que, como explica María, no deberían ser la base de su alimentación y muchos animales pueden no tolerarlos. También están las dietas naturales que “abogan por una alimentación no ultraprocesada, más fresca, húmeda y saludable, basada solo en las necesidades reales del animal”, explica la veterinaria. Aunque considera esta última la mejor opción, puntualiza: “No todo vale. Haciéndola por nuestra cuenta, sin informarnos bien o sin dejarnos guiar por un nutricionista, es más fácil fallar que hacerlo bien”.

Los perros son carnívoros facultativos, así que su alimentación debe basarse en alimentos de origen animal, pero pueden obtener beneficios de otros alimentos como las frutas y verduras.Westend61 (Getty Images/Westend61)

Es un perro y hace cosas de perros

Esto parecería algo obvio pero lo cierto es que es una cuestión que cuesta bastante asumir, especialmente cuando esas cosas de perros implican, por ejemplo, meterse en un charco lleno de barro. También revolcarse en un animal muerto, algo usual en perros cazadores: “Es una conducta normal y suele ser como un disfraz, es la forma que tienen de impregnarse de un olor que no es el propio y así asemejarse a eso de lo que se han impregnado”, explica González Cano. Otro habitual es lo de comer heces, humanas o de otros animales. “Puede haber otras causas, entre ellas causas médicas, pero generalmente es una conducta exploratoria mal dirigida”, señala González Cano. Y es que cuando se tiene un perro se descubre que, especialmente en parques y zonas infantiles, hay más heces humanas de lo que nunca se llegó a imaginar y es posible que a su perro le parezcan auténticos manjares, como puede ser en caso de humanos o gatos. “Para nosotros es una asquerosidad y tiene peligro parasitológico y bacteriológico de que no sabes qué está ingiriendo tu animal, pero para el perro es lo más normal del mundo y lo más divertido del planeta”, sentencia.

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