Olas de calor y sexo: soluciones para no perder el deseo
Para muchos, las altas temperaturas tienen un efecto antilujuria que les hace huir del contacto físico y del esfuerzo que requiere una relación sexual. El agua y el hielo, ciertas posturas y algunos escenarios al fresco pueden ser los aliados
¿En qué preciso momento el calor dejó de ser un afrodisíaco, un detonante del instinto básico, para convertirse en una profilaxis del deseo? Hace unos días volví a ver Fuego en el cuerpo (1981), ese clásico protagonizado por Kathleen Turner, William...
¿En qué preciso momento el calor dejó de ser un afrodisíaco, un detonante del instinto básico, para convertirse en una profilaxis del deseo? Hace unos días volví a ver Fuego en el cuerpo (1981), ese clásico protagonizado por Kathleen Turner, William Hurt y las altas temperaturas del verano en Florida (EE UU). El calor es fundamental en la historia, es el estilista de las blusas escotadas y vaporosas de la protagonista, supura por las noches en forma de deseo e impide dormir a la gente, que gasta su tiempo en ocupaciones más cinematográficas. La canícula es también el personaje principal de muchas novelas de Tennessee Williams adaptadas al cine, como Un tranvía llamado deseo (1951), La gata sobre el tejado de zinc (1958) o De repente, el último verano (1959). Si, como dice el personaje de Blanche DuBois en la primera de estas películas, “lo más opuesto a la muerte es el deseo”, yo apostaría, probablemente con el beneplácito de Williams, a que, incluso con todos los inconvenientes de las altas temperaturas, el sol, el mar, el sudor, los cuerpos ligeros de ropa y las noches calientes confraternizan más con la lujuria que los veranos en las costas escocesas.
Pero el aire acondicionado nos ha vuelto consentidos e hipersensibles a los ambientes cálidos, el cambio climático nos ha hecho odiar la llegada del buen tiempo; y la comodidad, el sofá, el mando a distancia y Netfilx nos han convertido en viejos prematuros, que prefieren una pizza frente al televisor antes que un sudoroso revolcón con la ventana abierta. Hay un claro signo de envejecimiento, y es que a uno le empieza a dejar de gustar el verano, esa estación en la que la naturaleza y los animales están en su apogeo, para preferir el invierno.
El género masculino es especialmente sensible al calor y, por lo tanto, a evitar el cuerpo a cuerpo en los meses de estío. Al menos, si el sujeto ya ha pasado la primera juventud y su testosterona ha sucumbido a la pereza. Las peleas sobre si dormir o no con aire acondicionado constituyen el día a día de las parejas en verano. Pero hay soluciones para enfriarse, que no congelarse, asequibles a los que no disponen de aire acondicionado.
‘Be water, my friend’
A la ducha habría que hacerle un monumento por salvaguardar la sexualidad de la pareja en verano. Claro que, si el agua mitiga el calor como nadie, puede añadir algo de riesgo al asunto. Según un estudio con más de 2.000 entrevistas que realizó End of Tenancy Cleaning London, una empresa de limpieza en el Reino Unido, el cuarto de baño es el lugar de la casa donde se registran más accidentes relacionados con la práctica sexual. Y, ni qué decir tiene, que las duchas las carga el diablo. La solución, pues, para abordar este deporte de riesgo en un espacio lo más seguro posible, pasa por hacerse con algunos accesorios.
Para empezar, es estrictamente obligatorio disponer de una alfombrilla de baño antideslizante para evitar resbalones, cuya posibilidad se multiplica por 100 al tratarse de dos personas intentando poner en práctica algunos capítulos del Kamasutra. Si no se dispone de alfombra o no estamos en nuestra casa, siempre se puede tapizar el suelo de la ducha con una toalla. Otro ítem deseable sería una silla o banqueta resistente. La condición indispensable es que el mueble sea sólido. Si no, lo mejor es renunciar al mobiliario, porque conozco una amiga que metió una silla de plástico ―de las de terraza de bar― no lo suficientemente fuerte y ambos acabaron en el suelo.
Las paredes (de azulejos, lisas y resbaladizas) y las barras que sostienen las cortinas de baño son más inestables que un puesto de trabajo. Sin embargo, existen accesorios ideados para ayudar a la tercera edad a remojarse con mayor seguridad, que muchos aprovechan para fines más estimulantes. Estoy hablando de los asideros que se fijan en la pared con potentes ventosas y que pueden soportar hasta 60 kilos ―se venden en tiendas de bricolaje― o esposas que cumplen la misma función y que se adquieren en algunos sex shops. Un poco de música, una luz tenue, unas velas y habremos convertido el plato de ducha en un antro de perdición.
El agua y el preservativo no son los mejores amigos, pero, en aras de un sexo seguro, debe prevalecer el segundo elemento. Hay también que evitar los lubricantes con base de agua (ya que se diluyen con el H2O) y los de aceite (que pueden dañar el látex del condón), y optar por los de silicona.
Kamasutra para noches ardientes
Dentro del repertorio de posturas habrá que elegir las que impliquen menos contacto físico y menos fuerza o energía. Las proezas sexuales, como el salto del tigre, es mejor dejarlas para el invierno y optar por el slow sex. Aquí los hits del verano son la cucharita, el perrito o la postura de la amazona, en la que el poseedor del pene reposa sentado mientras la penetrada/o se sienta encima y ejecuta los movimientos; ya sea cara a cara o dándole la espalda.
Los incondicionales de la postura del misionero, que son muchos, pueden seguir con ella reduciendo el contacto corporal si la mujer se tumba sobre una mesa y el hombre está de pie, o mediante el alineamiento coital, con almohadas que eleven la pelvis de la mujer y con las piernas de esta más cerradas de lo habitual. El hombre se coloca encima, pero sostiene el peso de su cuerpo con los codos, mientras mantiene alineadas sus caderas con las de ella. Finalmente, si no hay energía ni siquiera para esto, tumbarse junto al otro bajo el ventilador y escuchar música mientras las manos hacen todo el trabajo en el cuerpo del contrario puede ser tan o más apetecible que una ración de sandía fresca, un granizado de limón o un poco de gazpacho casero.
‘Ice, ice, baby’
Cuando Hollywood incluía escenas eróticas, o claramente sexuales, en sus películas para atraer a los espectadores, cosa que ya no pasa, el hielo siempre tenía su protagonismo, especialmente si el calor apretaba. Los cubitos, además de para enfriar gin tonics, sirven para producir todo tipo de sensaciones. Se pueden deslizar por la piel, aunque con cuidado y en pequeños intervalos, ya que pueden producir quemaduras. Se pueden meter en la boca y asomarlos a los labios para besar o chupar; o mantenerlos tiempo para enfriar la cavidad bucal antes de practicar un oral. Pueden echarse en la bañera para darse un baño, emulando a los osos polares o haciendo las veces de botella de champán.
Si Marilyn Monroe guardaba la ropa interior en la nevera en La tentación vive arriba (1955), otra oda cinematográfica al calor, podemos guardar en ella los juguetes sexuales o el lubricante, para que estén fresquitos. Y no hay que descartar la idea de hacerlo frente a un frigorífico abierto que desprenda una cierta brisa polar.
Hacer las paces con el sudor y la naturaleza
“¡Uy, qué calor! Acabo de ducharme y ya estoy sudando otra vez”. Tal vez esta sea la frase más repetida en los meses de julio y agosto, en los que quejarse del bochorno parece el deporte nacional, olvidando que al repetir esta sentencia cada media hora nos estamos programando para sentir más y más calor. No estaría de más recordar que este pataleo improductivo contra el termómetro no va a refrescarnos tanto como un poco de agua fría, un refresco o un abanico. El sudor es algo que parece incomodar sobremanera a la mayoría de los mortales. En muchos casos, la transpiración se siente como un defecto personal que hay que esconder, más que como el mecanismo natural que tiene el cuerpo para refrigerarse. Aunque el sudor excesivo puede ser también síntoma de infecciones o trastornos metabólicos. Si la cosa no es muy grave, lo mejor es aceptar que en verano es normal tener algunas gotas de agua en nuestra frente y hacer como los cubanos: llevar un pañuelo para secarse la frente o lo que haga falta.
El verano es también un buen momento para el sexo a la fresca: el campo, una playa solitaria, una terraza inaccesible a la vista de los vecinos, un descapotable o la cubierta de un barco son espacios mucho más literarios y ecosostenibles que la habitación climatizada por el aire acondicionado que no para de echar más calor a la calle.