Los vinos de Aragón llevan a Londres su historia y su variedad de la uva garnacha

Las principales bodegas de la comunidad se enfrentan al desafío de hacerse un hueco en uno de los mercados más competitivos del mundo

Viñedos en la comarca de la denominación de origen Somontano.

Tres secretos que debe tener en cuenta cualquier viñatero: frente al tópico extendido por todo el mundo de la pinta de cerveza templada, sin apenas espuma, la realidad es que a los británicos les encanta el vino, lo consumen de un modo ingente, y tienen la mente y el paladar abiertos a cualquier propuesta vertida en su copa. El segundo secreto: para conquistar el mundo desde una bodega, hay que conquistar Londres. El tercero es más sutil, pero igual de importante. En un sector terriblemente c...

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Tres secretos que debe tener en cuenta cualquier viñatero: frente al tópico extendido por todo el mundo de la pinta de cerveza templada, sin apenas espuma, la realidad es que a los británicos les encanta el vino, lo consumen de un modo ingente, y tienen la mente y el paladar abiertos a cualquier propuesta vertida en su copa. El segundo secreto: para conquistar el mundo desde una bodega, hay que conquistar Londres. El tercero es más sutil, pero igual de importante. En un sector terriblemente competitivo, en el que todos los contendientes tienen acceso a las mejores tecnologías y métodos, es necesario elaborar un buen vino para hacerse un hueco, sí, pero, sobre todo, hay que ser capaz de contar con una historia propia y atractiva.

“Londres es un mercado saturado de vinos, pero no de historias. Y en Aragón tenemos muchas historias que contar, desde la época de los romanos. Cariñena, por ejemplo, es una de las zonas vitivinícolas más antiguas de España. Fue la tercera denominación de origen. Calatayud, con esa maravilla de paisajes, ríos y valles, es un paisaje alucinante”, defiende con pasión Raúl Igual, dueño del restaurante Yain, de Teruel, y elegido hasta en dos ocasiones como el mejor sumiller de España. Aragón Exterior, el organismo del Gobierno de Aragón volcado en la promoción exterior de las empresas de esta comunidad, ha echado mano de él para contar todas esas historias en la capital británica. Un par de docenas de expertos de revistas especializadas y de las principales distribuidoras del país se reunieron en el restaurante Hispania, en el corazón financiero de la city; el asturiano Javier Fernández Hidalgo y su maravilloso local, en la que fuera en su día sede del prestigioso banco Lloyd’s, se han convertido en la plataforma desde la que saltan todas las comunidades españolas al mercado británico.

El sumiller Raúl Igual cata uno de los vinos aragoneses en la presentación de Londres.Rafa De Miguel

Allí les habló Raúl de las denominaciones del Campo de Borja, de Calatayud, de Cariñeña o del Somontano (el Piamonte aragonés), de sus condiciones climáticas, de sus tradiciones y de sus variedades autóctonas: la garnacha, tinta y blanca; la cariñena, a la que en otras latitudes la llaman mazuela, o la macabeo. Pero sobre todo les habló de la garnacha, porque esa es la bandera con que han comenzado a colarse las bodegas aragonesas en un mezclado aburrido ya de los cabernet sauvignon, merlot o shiraz de la era en que el crítico estadounidense Robert Parker saturó los mercados.

“La garnacha es de alta calidad, fácil de beber, da mucha fruta, es muy agradable. Tiene unos taninos muy suaves, redondos, incluso dulzones, y eso al consumidor británico le encaja, nos hemos dado cuenta”, explica David Jimeno, el director de Exportación de Bodegas Aragonesas. Con esa variedad como sello de entrada en los mercados, la bodega tiene marcas muy consolidadas como Coto de Hayas, Garnacha Centenaria, Aragonia o, la principal estrella de los últimos años, Fagus. “El consumo de vino per cápita en el mercado inglés es el doble que en España. Nuestros vinos están teniendo aquí gran aceptación, porque el precio es bueno, y en este país los impuestos sobre el alcohol son muy altos. Buscamos un equilibrio”, dice Jimeno.

Bodegueros aragoneses y expertos de Londres, en la presentación celebrada en el restaurante Hispania.Rafa De Miguel

A la búsqueda de ese equilibrio, los caminos son diversos. Se puede llegar a la excelencia a través del respeto a la tradición y al terruño, o por el camino de la experimentación y la vanguardia.

“Nosotros nos vendemos al mundo con las palabras ‘bodega familiar’, ‘trabajo’, ‘esfuerzo’ y ‘cercanía’, pero, como bodega, la garnacha es nuestra bandera”. Quien así se expresa es Ignacio Otto. Junto a su hermano Jorge ha acudido a Londres para abrirse a un mercado que ambos consideran esencial para su futuro. Hijos de Lorenzo Otto, nietos de Lorenzo Otto, al frente de unas bodegas, Bestué, de Otto Bestué, que llevan al pie del Monte Enate, en el Somontano oscense, desde 1640. Jorge trabajó en la city londinense, manejando derivados y otros productos financieros indescifrables para el banco japonés Nomura, o para Société Générale. Luego vino Mónaco, más tarde París. Pero el final del camino le llevó de vuelta a Barbastro, donde entendió que era más necesario que en ningún otro lugar para dar un impulso internacional al negocio familiar. “Ya estamos en Centroeuropa con los países más importantes. Vender en el Reino Unido sería superimportante para nosotros”, aseguran los hermanos. Han llegado hasta Londres con un vino redondo, Viñadores, que combina un 80% de garnacha y un 20% de cabernet sauvignon. La mezcla justa, el cuerpo perfecto para que la originalidad de la tierra pueda competir sin complejos en cualquier restaurante de la capital británica.

Jorge e Ignacio Otto, de las Bodegas Bestué, en el evento de Londres.Rafa De Miguel

El ‘laboratorio’ aragonés

Hubo un tiempo, ya muy muy lejano, en el que pensar en garnacha aragonesa era pensar en vinos que se tenían que tomar con cuchillo y tenedor. Recios como la tierra. Son tópicos muy alejados ya de la realidad. Las estrellas de la presentación londinense han sido dos vinos de una ligereza mineral, de una calidad y una frescura que han seducido a los expertos. “Marco es una idea de César Langa González, el enólogo y gerente de Bodegas Langa, en Calatayud. Queríamos conseguir un vino de garnacha de la forma más natural posible, sin los aromas terciarios que aporta normalmente la barrica de roble. Es verdad que la barrica aporta aromas y matices más complejos, pero a nosotros lo que nos gusta es más claridad y la nitidez”, cuenta Hartmut Pelka, un alemán que se enamoró de Calatayud y hoy representa por el mundo a esas bodegas.

Marco Valerio Marcial, poeta de la Bilbilis romana (el nombre que tenía entonces Calatayud), es el nombre completo del vino más caprichoso y atrevido de la familia Langa. Han evitado la crianza en barricas de roble, y la fermentación se realiza en tanques de cemento con forma de huevo, que favorecen un ciclo continuo del zumo de la uva sin que sea necesario removerlo manualmente. “96 puntos de James Suckling [la empresa que cata y puntúa vinos de todo el mundo con la escala de los 100 puntos. De 95 para arriba es una compra imprescindible para los aficionados]. Chifla a los profesionales, porque es un vino totalmente diferente. Doce meses de clarificación continua, en la barrica de cemento”, explica con orgullo el alemán.

El mismo orgullo de Juan Pablo Fernández, copropietario de La General de Vinos, un fantástico experimento, como las bodegas laboratorio de la Costa Oeste estadounidense. “Elaboramos vinos en las bodegas de nuestros socios, o incluso en otras que no están vinculadas con la compañía. No dependemos exclusivamente de nuestras bodegas, podemos comprar uva de fuera. Tenemos nuestros propios medios técnicos, y nuestros propios materiales para trabajar”, describe Juan Pablo. Son los llamados flying winemakers, los viñateros volantes que aplican su conocimiento para crear nuevas propuestas en los sitios más inesperados. “Nuestro mayor éxito es un vino de Campo de Borja que se llama Furo. Es una garnacha ligera, y es parte de nuestra habilidad para buscar siempre la tendencia. No tenemos detrás una tradición que estemos obligados a respetar. Y hoy se busca la ligereza, ya no se quieren esas grandes concentraciones y complejidades de los vinos de los últimos años”, dice.

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