La historia más íntima de los pueblos despoblados de la provincia de Salamanca no está escrita, sino grabada en cientos de cintas de casete. Escondida en el interior del Campo Charro salmantino, a la altura de Aldeatejada, la casa de Eusebio Martín (La Maya, 1953) guarda ese tesoro centenario: miles de voces cantando relatos antiguos sobre el repiqueteo que produce un hueso sobre los dientes de una quijada, el estallido agudo al golpear un caldero de cobre o el zumbido sordo que sale al ondear un trozo de madera enganchado a un ovillo. Hace años que muchas de estas canciones ya no se entonan, razón por la que Martín recorre desde hace 40 años estos pueblos, grabadora en mano, para recopilar y rescatar del olvido estos himnos de la España vacía. "Cuando una mujer con 82 años, sin dientes y sin memoria te pone [con su música] los pelos de punta, dices: 'Aquí hay algo'. Eso es droga dura", narra Martín mientras se dirige hacia Palacios de la Sierra (Burgos) para dar un concierto.
Este buscacanciones, además de músico, ha perdido la cuenta del número de horas que almacena en sus cintas, aunque calcula que serán unas 500. Algunas las grabó hace décadas y no las ha vuelto a escuchar; otras solo las tiene registradas en su memoria. Todas contienen historias de ancianos tocando instrumentos artesanales y cantando sobre el significado de la vida rural. No es el archivo más grande de España pero, dice, es de los más puros. "Llegamos en un tiempo en el que pudimos conocer a la última generación que conservaba esta cultura oral por vía directa de sus antepasados y no se avergonzaba de ello", relata. Tras las primeras grabaciones, se sintió en la responsabilidad de guardar aquel patrimonio intangible y dar a conocerlo con la esperanza de que otros cogieran el testigo.
No lo hizo solo. El primer paso para recopilar y divulgar esta música sobre los escenarios lo dio, allá por los años ochenta, con su mujer Pilar Pérez después de que su anterior grupo, Tronco Seco, se disolviese. Decidieron seguir y fundar Mayalde (contracción del nombre del pueblo natal de Martín y el de su mujer: Maya –176 habitantes– y Aldeatejada –con 1.795–). Juntos visitaron ancianos, construyeron instrumentos y dieron forma al proyecto de recuperación. Años más tarde, se unieron sus hijos Laura y Arturo. "Mayalde es esencialmente una familia. Hay algunas que están conectadas con la hostelería o el pastoreo y nosotros estamos conectados con la música". Muestra de su esfuerzo se puede oír en hoy: han compuesto la música de la campaña de Correos #YoMeQuedo que apoyar a los emprendedores rurales a comercializar y dar a conocer sus productos.
Correos Market, una ayuda para los que se quedan en la España vaciada
Al igual que Mayalde, muchos son los que han decidido quedarse en pueblos de la España más rural. Por ello, Correos ha lanzado #YoMeQuedo, una campaña enfocada en su servicio Correos Market, para apoyar a los emprendedores rurales. En esta plataforma de comercio electrónico, la empresa de paquetería ofrece a pequeños productores locales comercializar y dar a conocer sus productos de una manera más fácil y segura. Correos hace uso de sus 2.396 oficinas esparcidas por todo el país, lo que facilita la conexión y reduce los tiempos de los pedidos. Los negocios que forman parte de esta iniciativa ya superan los 150 y, en total, se ofrecen más de mil productos que van desde aceite hasta cosméticos. Los envíos se realizan a toda España sin costes, lo que es un plus tanto para los clientes como para los pequeños empresarios rurales. Abajo puede ver el vídeo que Correos ha producido sobre la historia de Mayalde.
Y es que su proyecto representa la "resistencia" de la España vacía. Desde 1996, la provincia de Salamanca ha perdido 21.547 habitantes, según datos del Instituto Nacional de Estadística, y se estima que en los próximos 30 años se vayan otros 90.000 más. De hecho, la provincia que recorre Martín alberga 181 pueblos totalmente despoblados. El abandono de estas casas conlleva al olvido de las canciones, pero también de técnicas artesanales y, con el tiempo, de recetas, productos y oficios.
Varias de las causas que los expertos achacan a este éxodo rural son la falta de oportunidades laborales, académicas o la crisis económica. Mayalde incluye en esa lista "la mentalidad" que durante tanto tiempo ha menospreciado la vida rural. "Hubo un tiempo en el que era una vergüenza ser de pueblo. Nos decían que teníamos que salir del campo", comenta Martín. Motivo por lo que este conjunto musical, dice, continúa "luchando" contra esos prejuicios que aseveran que en el campo no hay futuro. Lo demuestran en su repertorio, que incluye historias sobre los oficios de los pueblos y de cómo estos fueron fundamentales para la creación de los ritmos y melodías que hoy día tocan sobre los escenarios.
Oficios rurales que generan música
En sus conciertos, por los que ya han sido galardonados con el Premio Nacional de Folclore Martínez Torner de 2018, se esfuerzan para que la música conciencie al público sobre la importancia del mundo rural y la situación actual de los que se quedan. "Es una gran responsabilidad hacer esto sin traicionar la esencia de quien nos lo contó para que, tanto al de la cresta amarilla como al del pendiente en la nariz, lo atrape. Tratamos de que el escenario siga siendo la cocina, la era y la fragua. Ese es nuestro oficio", comenta Martín.
Al bajar de las tablas, los integrantes de Mayalde sienten que su música interesa. "Hay chicos de 17 años que nos preguntan por qué nadie les ha enseñado esas historias y padres que nos dicen que qué le hemos contado a su chaval para que ahora quiera ir al pueblo a ver a su abuelo", explica. Razón por la que no dejan de grabar discos y distribuirlos (también por Internet) para difundir su mensaje y seguir "atrapando" a personas.
Espantar los miedos
El desconocimiento que tiene su público y, por otro lado, la fascinación que muestra durante sus conciertos lleva a Martín a cuestionar por qué la cultura de los pueblos, "nuestra historia", como dice él, no se enseña en la escuela, no sale en la tele o no se fomentan en los conservatorios. El problema de no creer en esa identidad, afirma, es lo que ha llevado a que mucha gente abandone la posibilidad de quedarse a trabajar en su pueblo y hacer vida allí. "Si no conoces tu territorio, no puedes amarlo; si no lo amas, no lo defiendes, y si no lo defiendes, alguien lo conquista inexorablemente. Ante esto hay dos opciones: la rendición o la resistencia. Nosotros optamos por la resistencia", cuenta.
En menos de 50 años, el miedo en los pueblos ha pasado de estar representado por los lobos, las heladas o el hambre a encarnar la inquietud de no encontrar fibra óptica, no ganar suficiente dinero y no prosperar en la vida. Para Martín, recuperar esas canciones que "se han ganado el puesto de ser eternas" es el primer paso para volver a nuestros orígenes, valorarlos y, en muchos casos, encontrar una vida feliz en los pueblos. "Nos hemos acojonado y hemos minusvalorado nuestra cultura. ¿Por qué no vamos a montar una panadería en un pueblo o echar unas ovejas? ¡Espantemos los miedos!", grita enérgicamente por el altavoz del móvil.