No son una rareza, ya que su presencia es habitual en el mercado, pero se consumen bastantes menos huevos de codorniz que de gallina. Échale la culpa al desconocimiento, a una cáscara con manchas menos fotogénicas, a que su menor tamaño suena a que no son alimentos rotundos o que su precio es algo superior al de gallina. Sin embargo, sobran las razones para animar a su consumo.
1. Manchas para el camuflaje
Lo primero que llama la atención es la presencia de manchas en la cáscara. Su finalidad es hacerlos pasar inadvertidos a los posibles depredadores. Por un lado, porque se asemejan al suelo. Por otro, las manchas impiden ver bien la silueta del huevo (es la denominada coloración disruptiva) y ayuda a que pasen desapercibidos con más facilidad. A modo de curiosidad: una codorniz de avicultura pone un huevo cada 22 horas. La gallina, cada 26 horas.
2. Casi las mismas calorías
Puede que sean más pequeños, pero alimentan igual. De hecho, un pelín más. Frente a las 150 kilocalorías de por cada 100 gramos de los de gallina, los huevos de codorniz proporcionan 154 kilocalorías. La diferencia está en el peso: mientras un huevo de gallina medio pesa unos 65 gramos, el de codorniz pesa de media unos 10 gramos. Tendrás que poner varios para igualar en aporte energético a un huevo convencional.
3. Más proteínas, misma grasa
Con las tablas nutricionales en la mano, el huevo de codorniz presenta un contenido en proteínas ligeramente superior: 13,1 gramos frente a los 12,5 gramos por cada 100 gramos del de gallina. En lo que respecta a las grasas, las cifras coinciden (11,1 gramos), aunque el colesterol en los de codorniz es más del doble (844 mg frente a 385 mg). ¿Es peligroso? Es un dato que siempre debemos tener presente, aunque el colesterol dietético no es lo que más influye en los niveles colesterol malo en nuestras arterias, sino la grasa saturada.
4. Más folatos, menos vitaminas A y D
Los folatos intervienen en la formación de los tejidos maternos durante el embarazo, así como en el correcto cierre del tubo neural del feto. Si siempre es importante esta vitamina, durante la gestación resultan vitales. Y aquí, ganan los de codorniz: 66 mcg frente a los 50 mcg de los de las gallinas. Desde la Academia Española de Nutrición y Dietética recuerdan, no obstante, que la mejor fuente de folatos no son los huevos, sino las hortalizas, especialmente, las de hoja.
La cara B la ponen la vitamina D y la A, donde gana la reina del corral. Que no quita para que el de codorniz aporte 156 mcg de vitamina A, clave para la vista y para mantener la piel y las mucosas en forma. Y lo mismo con la vitamina D (1,4 mcg), el huevo de codorniz aporta menos que el de gallina (1,74mcg), pero siguen siendo rico en esta vitamina, que contribuye al funcionamiento normal del sistema inmunitario.
5. Casi doble de hierro
No solo hay hierro en los filetes. Los huevos también ponen su granito de arena con este mineral necesario para la formación normal de los glóbulos rojos, las células de la sangre responsables de transportar el oxígeno. En 100 gramos de huevos de codorniz tienes 3,65 mg, mientras que los de gallina se quedan en 1,9 mg.
6. Menos alergias (pero no bajes la guardia)
Se suelen referir menos casos de alergias por el consumo de huevos de codorniz. Aun así, dado que es un tipo de alergia que puede superarse en edades tempranas si no se toma ese alimento durante un tiempo, la recomendación desde la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP) es abstenerse de dárselo a los niños sensibilizados. “Los huevos de codorniz tienen componentes muy parecidos, aunque no sean iguales, a los del huevo de gallina (reactividad cruzada)”, señalan.
7. Versátiles para aperitivos
Las miniaturas dan mucho juego en la cocina actual. Sobre todo, en los aperitivos o ‘cazuelitas’. Dale rienda suelta a tu imaginación (y a tu maña ante los fogones) y prepara habitas con bacon y huevos fritos, revuelto de espárragos trigueros, minitostas de huevo frito con sobrasada o huevos escoceses (huevo duro cubierto de carne picada, empanado y frito).
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